Golpe al corazón Millo
<b>River tenía el derby en el bolsillo, pero Boca se lo empató en el descuento y le aguó la fiesta.</b>
Walter Erviti, el jugador fetiche de Falcioni, aprovechó las ventajas defensivas y la mala salida de Barovero para darles respiro a su equipo y al entrenador.
Los superclásicos siempre son una historia aparte, diferente, que marcan, que dejan huellas. El dolor completo, la llaga, quedó en la piel de los millonarios, ese ‘pueblo’ sufrido que se bancó un año en la ‘B’ y que fue feliz durante 90 minutos. Sí, parece mentira, pero en tiempo adicionado y sin merecerlo, el que festejó fue Boca. Es que el 2-2 del final puede provocar un antes y un después. Para JC Falcioni, por sobre todas las cosas, fue un respiro, el oxígeno en tiempos de estrangulamiento. El aire se lo dio a los 46 del ST Walter Erviti, uno de sus jugadores fetiche y ladero de siempre. Matías Almeyda se retiró con un eterno dolor.
River hizo el desgaste, fue mejor durante todo el partido y estuvo dos goles arriba. Parecía que era la tarde para el éxtasis millonario, porque cuando apenas iba un minuto Leonardo Ponzio –guerrero incansable- abrió el marcador con un tiro libre lejano, con rosca y a media altura, que se filtró a la red por la complicidad de Orión.
A lo largo del PT River siempre tuvo el control de las acciones con un medio firme y le creó problemas a Boca con la velocidad del talentoso Rodrigo Mora –la figura-, que más de una vez dejó al desnudo la lentitud de movimientos del Flaco Schiavi y bastante falta de coordinación de la defensa visitante en general. El local manejó el ritmo y las acciones, pero le faltó algo de profundidad para lastimar más a un Boca anémico de fútbol, que sólo tuvo una llegada de peligro en esa etapa inicial: un cabezazo de Silva recién a los 34 que no pasó a mayores. Mérito de River porque en 13 minutos se quedó sin dos titulares (Ramiro Funes Mori y Aguirre) y gastó dos cambios (entraron González Pirez y Ariel Rojas).
En el segundo atacó rápido Boca con un cabezazo de Viatri, pero River volvió a mostrar que aún cediendo la pelota llegaba más, con un frentazo de González Pirez, a los 7 que se fue desviado, y un remate alto del uruguayo Carlos Sánchez, que empezaba a elaborar un gran segundo tiempo.
A los 24 llegó el segundo gol y la mejor maniobra del partido, ya que Trezeguet, que recibió poco juego, eliminó a Somoza, extendió a Sánchez, que dejó fuera de acción a Colazo (entró en lugar de Sánchez Miño con luxación de hombro) y dio una gran asistencia para Mora, que eludió a Orión y convirtió de derecha.
Parecía que estaba todo definido pero a los 30 González Pirez le cometió una grosera falta a Lautaro Acosta dentro del área y Silva descontó de penal. River pudo haber llegado al tercero a los 35 con una media vuelta de Cirigliano que tapó Orión. Todo era fiesta en Núñez.
Pero en el minuto de adición cayó un pelotazo en el área local, peinó el balón el Pelado Silva, anticipando a Bottinelli, y Erviti apareció para tocar antes de la llegada de Barovero y establecer el 2-2 absolutamente inesperado, que puso fin al clásico y cambió los festejos locales por una profunda decepción. Pasaron 17 meses desde la última vez que se habían enfrentado y el festejo otra vez fue xeneize. En aquella oportunidad, por el 2-0 con un tanto de Martín Palermo en su último clásico. Ayer, porque River tenía el triunfo en el bolsillo y Boca lo empató a lo Boca.
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