Gonzalo Suárez: “Busco una literatura sin condicionantes”
Al cineasta y escritor español Gonzalo Suárez (Oviedo, 1934) no le gustan las historias ya contadas ni los guiones cerrados, sino las que se van contando a sí mismas con libertad, en una aventura que da la vuelta a la visión predominante de la realidad y que pese al riesgo asumido, siempre merece la pena, aseguró en entrevista con dpa.
Y ése es precisamente el juego que propone en su última novela “El síndrome de los albatros” (Seix Barral) que presentó en Madrid, “una partitura abierta” que fue componiendo y escribiendo mientras sucedían sus experiencias, en un ejercicio de inmediatez imposible, en una persecución vertiginosa del tiempo y de la vida que busca una literatura sin condicionamientos.
La historia de partida parece sencilla: una viuda encuentra entre los papeles de su difunto marido el manuscrito de una obscena obra teatral que él había escrito en secreto, e intrigada por lo que de realidad tiene la trama, contrata a un escritor para investigar qué es lo que sobrepasa la ficción y busque a uno de los personajes de la obra.
Sin embargo, a medida que el escritor se adentra en la investigación, no puede evitar verse involucrado en la trama, que trasciende el teatro y la vida de la viuda para conformar la del improvisado detective. Pero la persecución no se queda ahí, pues un psiquiatra investiga a su vez la vida del escritor y el lector acaba investigando la del psiquiatra sin saber siquiera de qué vida se trata ni quién escribió la obra original.
“El síndrome de los albatros” es una intrincación imposible de ficción y realidad realizada con “la máxima sofisticación y el máximo primitivismo”, cuenta Suárez. “Lo que me interesa es saber a dónde llego escribiendo lo que ocurre mientras se me ocurre, pero todo está referido siempre a agentes exógenos reales. Más que preguntarme qué ha ocurrido de verdad, la pregunta es más bien qué es lo que no ha pasado fuera, lo que he imaginado sin que ocurriera”.
Y es que las experiencias se confunden hasta que llega un momento en que se pierde la distinción entre experiencia real -vivida por uno mismo o por otros-, imaginación y ficción. Como muestra el caso del asesino del puente Neuilly en París, que impactó a Suárez. “Un joven se declara culpable y visualiza y describe el asesinato, pero luego resulta que no es el asesino de verdad. ¿En qué momento el que imagina no se convierte en asesino?”, se pregunta.
Pero el delirio de la obra no obedece a otra cosa que a la reproducción de la realidad, afirma el autor: desde el psiquiatra y los casos que cuenta hasta el caso del elefante enamorado de su domadora. “Mi obra es un plagio de experiencia, de cosas que han sucedido y que bato en coctelera dentro de un itinerario literario por el que pretendo llegar siempre a otro sitio”.
Porque lo que Suárez propone, en definitiva, es otra manera de contar y de ver las cosas. “No estoy de acuerdo con la descripción predominante de la realidad que nos sirve de consenso, porque visto el mundo en este momento tampoco nos conviene, me gustaría encontrar alternativas en la mirada, en la percepción, sin por ello creer que voy a cambiar nada”.
Y es que en su extensa trayectoria, Suárez siempre ha dejado fluir la literatura y también el cine. “En algunas de mis primeras películas (”Ditirambo”, 1967) había guión previo, pero otras están rodadas sin guión (”Doctor Fausto”, 1969). Luego me fui disciplinando y pese a escribir algunos guiones, en el rodaje siempre quiero tener la sensación de que invento sobre la marcha”.
“El síndrome de los albatros” es también una metáfora de la creación del propio autor, que la tilda incluso de autobiográfica: “El albatro es un pájaro que sigue a los barcos sin conocer el rumbo, como a mí me gustaría volar sin saber dónde voy. Hay que dejarse llevar siempre y si no, es mejor bajarse en marcha”.
“Me parece saludable y divertido hacer libros que son en sí mismo una experiencia: no sabes a dónde vas y a dónde llegarás, pero lo que es seguro es que no te aburres en el trayecto”. Por eso, Suárez recuerda al lector de libros que obedecen a su visión de la realidad, que son absolutamente falsos. “Sea más o menos realista, un libro es un libro, y esa es su única realidad”.
Pero Suárez prefiere no hablar de su libro, que asegura haber escrito pero nunca leído y del que se siente culpable, aunque no arrepentido.
Y es que, tras su extensa trayectoria literaria y cinematográfica, ha perdido toda inocencia de creer que con su palabra, puede cambiar el mundo, porque asegura, “el sistema no quiere cambiar y tampoco vemos muchas alternativas. Ahora me contento con cambiar yo en lo posible”.
¿Y por qué ocurren las cosas que ocurren? ¿Azar o destino? “Entre la casualidad y la causalidad sólo hay un desplazamiento de la letra ‘u’. No distinto entre lo que puede ser azar o destino y creo en el destino sólo a posteri, porque a priori, todo es una aventura, una búsqueda”. Aunque sin la esperanza de encontrar nada definitivo.
Pese a la decepción y la impotencia, Suárez blande la literatura como reducto de libertad, que no evasión de la realidad, algo que considera imposible. Más bien como un medio de afrontar las cosas que uno no se atreve a hacer de forma ortodoxa, como la muerte, y todo siempre con un arma aún más poderosa si cabe: “el humor redentor como forma de lucidez” para descubrir la identidad propia. (DPA)
DPA
Y ése es precisamente el juego que propone en su última novela “El síndrome de los albatros” (Seix Barral) que presentó en Madrid, “una partitura abierta” que fue componiendo y escribiendo mientras sucedían sus experiencias, en un ejercicio de inmediatez imposible, en una persecución vertiginosa del tiempo y de la vida que busca una literatura sin condicionamientos.
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