Gran Hermano
La oposición no da pie con bola. Cada día, camino a las presidenciales de octubre, sufre un nuevo desgajamiento que, por contrapartida, refuerza las posibilidades del oficialismo de dar continuidad a su proyecto, a través del pingüino Néstor Kirchner, o de su esposa, la senadora Cristina Fernández.
El desaguisado institucional en La Rioja, con ocupación de la Casa de Gobierno y represión policial, no concentró la atención de los dirigentes supuestamente críticos que dicen trabajar para ofrecer un alternativa política y social superadora de la actual, pero que a la hora de concretar pegan el salto de aquí para allá.
La confusión reina por doquier. Es una característica de la Argentina que más que preocupar, se festeja y deja sin espacio a las discusiones serias. Veamos algunos ejemplos:
» «Lilita» Carrió, titular de una fuerza que se arroga la representación de la centroizquierda, hizo el amague de ir por la jefatura de la ciudad de Buenos Aires. Tras celebrar el «ruido mediático» que provocó la movida, insistió con su nominación para pelear con «Mike Tyson» en octubre y desató un vendaval de reproches en el ARI porteño.
» Roberto Lavagna quería retener a su lado a Francisco de Narváez. Sin embargo, el empresario, íntimo de uno de sus enemigos, el ex gobernador Ramón Puerta, no levantaba en las encuestas y era resistido por la conducción alfonsinista de la UCR. Hubo ruptura, y el «colorado» De Narváez, se llevó la billetera a otra parte.
» Mauricio Macri, concentrando sus aspiraciones en la Capital Federal, no controla a sus aliados, a la vez irreconciliables entre sí: Ricardo López Murphy y Jorge Sobisch, no se bajan por ahora del castillo de naipes al que están subidos. Al mismo tiempo, el boquense, no rechaza ninguna ayuda. De hecho, aceitó los diálogos secretos con Lavagna y De Narváez.
«No hay que prestarse a la telenovela», contestó un politólogo de este circuito a este diario cuando se le consultó sobre la apertura indiscriminada del libro de pases, como si se tratase de un paréntesis en torneos de fútbol. Empero, admitió que Puerta y otros «impresentables» del Peronismo de Pie («Chiche» Aráoz y Miguel Toma), se esforzaron para que «Macri fuese candidato a presidente y Lavagna candidato a nada».
Las variantes no kirchneristas tampoco son homogéneas. Hay vertientes francamente nutridas de justicialistas (Macri, Lavagna y Puerta-Sobisch) y otras que responden a una matriz radical, que no ocultan su animadversión por prácticas nada santas del peronismo (Carrió y Murphy).
Los que mantuvieron la fidelidad, en la provincia de Buenos Aires, a Eduardo Duhalde, no ocultan algo de desaliento por la «debilidad» de Lavagna, quien por estas horas estaría evaluando llevar como vice a Federico Storani, en lugar de Ernesto Sanz o Gerardo Morales. Todo está supeditado a la convención radical del próximo fin de semana en Córdoba. Tal desánimo, se manifestó en el desinterés de la senadora Hilda «Chiche» Duhalde por tener un protagonismo activo en la campaña que se avecina.
Del lado radical, en su cumpleaños número 80, Raúl Alfonsín, decidió mostrarse con la «estrella» Lavagna. Animado por Luis Brandoni, el ex presidente admitió que estuvo pensando en tomarse «unos meses sabáticos», pero que la situación del país lo había hecho recapacitar. Anticipó que recorrerá la provincia de Buenos Aires, para sumar a radicales históricos y a peronistas como Antonio Cafiero.
En la fiesta, el ex frepasista Rodolfo Rodil, expresó su temor de que Lavagna termine girando a la derecha de Macri y Emma Illia, la hija del ex presidente, se lamentó: «pobres radicales dijo en voz alta están en el subsuelo».
La preocupación por el rumbo de Lavagna tiene su fundamento. Macri afirma que si gana en junio, no hará la locura de ir a la presidencial, pero sí pondrá condiciones al entramado opositor que se parece a la casa del gran hermano más que un ámbito propicio para encontrar soluciones ejemplares.
La oposición no da pie con bola. Cada día, camino a las presidenciales de octubre, sufre un nuevo desgajamiento que, por contrapartida, refuerza las posibilidades del oficialismo de dar continuidad a su proyecto, a través del pingüino Néstor Kirchner, o de su esposa, la senadora Cristina Fernández.
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