Griselda Gambaro en el mar de la memoria

La autora recorre en su última novela la historia de sus antepasados inmigrantes

Buenos Aires.- En «El mar que nos trajo», novela de flamante publicación, la escritora Griselda Gambaro reconstruye la historia de sus antepasados inmigrantes valiéndose de una escritura despojada que le permite retomar los hechos con el tono piadoso que sólo otorga la distancia y el tiempo transcurrido.

El nuevo opus literario de la autora de «La malasangre» atraviesa cinco décadas de la historia argentina sin perder de vista el intimista eje central del relato: la sacrificada existencia de Agostino, un pescador del sur de Italia que se embarca rumbo a Buenos Aires con la ilusión de mejorar su suerte y la de su flamante esposa, Adele. Pero la distancia disipa los vínculos y el recién llegado termina en los brazos de Luisa, otra inmigrante de la región toscana que al poco tiempo le da una hija, Natalia. Todos estos personajes conformarán, a lo largo de la novela -recién editada por el sello Norma-, un mosaico de amores y sacrificios repartidos en dos territorios separados por algo más que un inmenso océano.

«Lo más difícil a la hora de escribir esta historia casi autobiográfica fue encontrar el tono adecuado, que con el tiempo definí en un espectro intermedio entre la calidez y el distanciamiento -aseguró Gambaro-. Tal vez la elección más decisiva haya sido prescindir del relato en primera persona, que en este caso me bloqueaba mucho. Decidí contar esta saga familiar porque necesitaba comprender algunas de las acciones de mis antepasados, particularmente cómo habían aceptado la moral de la época al punto de resignar su propia felicidad, por qué llegaron a demostrar tanta mansedumbre frente al peso de las costumbres y los prejuicios», destacó.

La novela transcurre alternativamente en la Argentina e Italia: arranca en 1889 y concluye poco después de la Segunda Guerra Mundial, durante los albores del peronismo. Y aunque las variables históricas de este lapso son indiscutiblemente atractivas, la tentación de concentrar en ellas el peso de la historia no fue un problema para Gambaro.

«El contexto, como material histórico, no es mi camino. Nunca escribiría una novela estrictamente histórica. Eso se ve muy bien en una obra anterior como «Después del día de fiesta», basada en Giacomo Leopardi. De hecho, cuando la escribí busqué material sobre él, pero no de manera muy exhaustiva porque me gusta trabajar también con lo que no sé… tanto como lo que sé».

Efecto buscado o involuntario tal vez, las diferencias de intensidad entre historia y escritura generan un contrapunto inevitable: los vínculos que acercan y alejan a los personajes de «El mar que no trajo» están atravesados por la desmesura, pero el lenguaje que vehiculiza el relato de estas pasiones no admite más que una adjetivación austera y una distribución bien económica de las acciones.

«Cada historia viene con un valor agregado que es el lenguaje que necesita. A veces, si uno se equivoca en eso, comete una especie de error literario. A mí me importó contarlo de esta manera, es decir, que la historia hablara por sí misma, sin agobiar a estos personajes casi analfabetos con el lujo del lenguaje. Por lo general no trabajo con una intencionalidad a priori: el tono surge de manera inconsciente, no deliberada. Pero hay otro dato: la historia no reproduce el estado de la lengua típico de fines del siglo pasado y principios de éste», comentó. (Télam)

Julieta Grosso


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