Guardiola y la indiferencia del Camp Nou
Ni homenaje, ni sentida ovación ni gesto de agradecimiento expreso: el regreso de Josep Guardiola al Camp Nou fue inesperadamente frío. Cuando el entrenador más exitoso en la historia del Barcelona asomó por primera vez al estadio azulgrana como técnico del Bayern Múnich, sólo unos tímidos aplausos se dejaron escuchar. Es hasta probable que Guardiola, que entonces saludaba a Luis Enrique, su amigo y colega en el banco del local, oyera con mayor intensidad el sonido de los flashes disparados por la multitud de cámaras que retrataron la escena justo antes de que la pelota echara a rodar en la ida de las semifinales de la Liga de Campeones entre el Barcelona y el Bayern. El nombre del entrenador español no había sido mencionado junto a la alineación del conjunto alemán por los altavoces del Camp Nou. El club catalán había dejado en manos de sus socios el pretendido homenaje al técnico de los 14 títulos en cuatro campañas, la época más gloriosa en la historia de los azulgranas. Y los hinchas se emplearon tan a fondo en desplegar un impresionante mosaico con los colores del equipo, los de la “senyera” (la bandera catalana), el lema “We are ready” (estamos preparados) y las fechas de los cuatro trofeos continentales conquistados por el Barcelona hasta ahora (1992, 2006, 2009 y 2011) que, sorprendentemente, obviaron casi por completo el tributo a Guardiola, artífice de los últimos títulos europeos. El entrenador del Bayern también pareció tener prisa por esconderse dentro del banco visitante, como si prefiriera no poner a sus consocios –Guardiola sigue siendo socio del Barcelona– en la disyuntiva de homenajearlo o no. Sólo el segundo gol del argentino Lionel Messi, el que puso el 2-0 en el marcador en el minuto 80 y sentenció el partido, dejó al entrenador del Bayern hundido por unos instantes en el banco rival. Al momento, reaccionó con un cambio en su alineación. Resignado ya, Guardiola cruzó los brazos ante el gol con el que el brasileño Neymar cerró el partido y acercó un paso más al Barcelona a la final de la Champions de Berlín. Con la hinchada azulgrana desatada con Messi, Neymar y el resto del equipo, Guardiola felicitó a Luis Enrique con un apretón de manos y desapareció por el túnel de vestuarios de la misma manera casi invisible en que apareció.
El entrenador, solo en la inmensidad de un estadio que lo ignoró.
Ni homenaje, ni sentida ovación ni gesto de agradecimiento expreso: el regreso de Josep Guardiola al Camp Nou fue inesperadamente frío. Cuando el entrenador más exitoso en la historia del Barcelona asomó por primera vez al estadio azulgrana como técnico del Bayern Múnich, sólo unos tímidos aplausos se dejaron escuchar. Es hasta probable que Guardiola, que entonces saludaba a Luis Enrique, su amigo y colega en el banco del local, oyera con mayor intensidad el sonido de los flashes disparados por la multitud de cámaras que retrataron la escena justo antes de que la pelota echara a rodar en la ida de las semifinales de la Liga de Campeones entre el Barcelona y el Bayern. El nombre del entrenador español no había sido mencionado junto a la alineación del conjunto alemán por los altavoces del Camp Nou. El club catalán había dejado en manos de sus socios el pretendido homenaje al técnico de los 14 títulos en cuatro campañas, la época más gloriosa en la historia de los azulgranas. Y los hinchas se emplearon tan a fondo en desplegar un impresionante mosaico con los colores del equipo, los de la “senyera” (la bandera catalana), el lema “We are ready” (estamos preparados) y las fechas de los cuatro trofeos continentales conquistados por el Barcelona hasta ahora (1992, 2006, 2009 y 2011) que, sorprendentemente, obviaron casi por completo el tributo a Guardiola, artífice de los últimos títulos europeos. El entrenador del Bayern también pareció tener prisa por esconderse dentro del banco visitante, como si prefiriera no poner a sus consocios –Guardiola sigue siendo socio del Barcelona– en la disyuntiva de homenajearlo o no. Sólo el segundo gol del argentino Lionel Messi, el que puso el 2-0 en el marcador en el minuto 80 y sentenció el partido, dejó al entrenador del Bayern hundido por unos instantes en el banco rival. Al momento, reaccionó con un cambio en su alineación. Resignado ya, Guardiola cruzó los brazos ante el gol con el que el brasileño Neymar cerró el partido y acercó un paso más al Barcelona a la final de la Champions de Berlín. Con la hinchada azulgrana desatada con Messi, Neymar y el resto del equipo, Guardiola felicitó a Luis Enrique con un apretón de manos y desapareció por el túnel de vestuarios de la misma manera casi invisible en que apareció.
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