Guardiola y Morinho, cruzados por otra final

Josep Guardiola y José Mourinho comparten hoy poco más que el nombre de pila y la profesión. Un día ya muy lejano se quisieron. Hoy son íntimos enemigos acostumbrados a reencontrarse para luchar por lo mismo: títulos y más títulos. El próximo se disputa hoy en Praga, la Supercopa de Europa. ¿Un trofeo más para uno de los dos? No sólo se trata de eso. En los enfrentamientos entre Guardiola y Mourinho no hay nada de rutinario más allá de la costumbre que ambos tienen por levantar copas: 14 en cuatro años alzó el hoy entrenador español del Bayern Múnich y 20 en 13 años el técnico portugués que inicia una segunda etapa en el Chelsea. Como entrenador del Barcelona, Guardiola le ganó siete partidos en 15 encuentros a Mourinho, comenzando por el 5-0 del primer clásico que el portugués vivió como técnico del Real Madrid. Mourinho venció a su joven colega en tres ocasiones, dos con el club blanco y una con el Inter. Cinco partidos acabaron en tablas. A carisma también empatan, si bien Guardiola encarna en el imaginario colectivo del hincha al tipo bueno y Mourinho al malo. El portugués fue el primero en apostar por un rol de antihéroe. De la misma manera en que no hay país que haya pisado en el que no haya ganado como mínimo una Liga tampoco hay campeonato donde no se haya labrado fama de provocador. Allí donde Mourinho quiere hacer una hoguera, Guardiola suele acorazarse con un traje ignífugo. Sólo una vez le pidió el cuerpo a Guardiola entrar al trapo tendido por Mourinho. Fue en abril de 2011 en la sala de prensa del estadio Santiago Bernabéu, en la vigilia de la ida de las semifinales de la Liga de Campeones entre el Real Madrid y el Barcelona. El equipo azulgrana llegaba justo de fuerzas físicas y un tanto alicaído moralmente tras perder la final de Copa del Rey (1-0) ante el mismo rival, así que Guardiola decidió espolear a sus propios jugadores saliendo al paso de las provocaciones de su homólogo madridista. “Aquí en la sala de prensa Mourinho es el puto amo. Yo no me puedo medir a él porque no sé cómo se juega a esto. Vamos a intentar responder en el campo”, atizó Guardiola. La guerra psicológica entre Mourinho y Guardiola estaba desatada desde hacía tiempo. En lo deportivo, todo arrancó en la semifinal de la Liga de Campeones de 2010 que enfrentó al Inter de Milán con el Barcelona. En la ida, el volcán islandés Eyjafjallajökull obligó a cerrar varios días el tráfico aéreo en Europa y el campeón español tuvo que viajar 1.000 kilómetros hacia Italia en autobús. Guardiola dijo tras la derrota de su equipo (3-1) que sus jugadores acusaron el largo viaje y Mourinho no dudó en hacerle autor de una excusa barata. En el partido de vuelta, el técnico portugués celebró “la derrota más dulce” de su vida (1-0) con una euforia desbordada que hirió la sensibilidad del Camp Nou. Mourinho y Guardiola se han ido distanciando por caminos sin retorno. Mientras el portugués siempre ha querido que le juzgaran por sus títulos, el español insiste que lo que define a un buen entrenador “no son los trofeos, sino lo que aprenden de él sus jugadores”. Hoy se vuelven a ver las caras en la Supercopa, ya sin la tensión extra que generaba la rivalidad Barcelona-Real Madrid.

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Josep Guardiola y José Mourinho comparten hoy poco más que el nombre de pila y la profesión. Un día ya muy lejano se quisieron. Hoy son íntimos enemigos acostumbrados a reencontrarse para luchar por lo mismo: títulos y más títulos. El próximo se disputa hoy en Praga, la Supercopa de Europa. ¿Un trofeo más para uno de los dos? No sólo se trata de eso. En los enfrentamientos entre Guardiola y Mourinho no hay nada de rutinario más allá de la costumbre que ambos tienen por levantar copas: 14 en cuatro años alzó el hoy entrenador español del Bayern Múnich y 20 en 13 años el técnico portugués que inicia una segunda etapa en el Chelsea. Como entrenador del Barcelona, Guardiola le ganó siete partidos en 15 encuentros a Mourinho, comenzando por el 5-0 del primer clásico que el portugués vivió como técnico del Real Madrid. Mourinho venció a su joven colega en tres ocasiones, dos con el club blanco y una con el Inter. Cinco partidos acabaron en tablas. A carisma también empatan, si bien Guardiola encarna en el imaginario colectivo del hincha al tipo bueno y Mourinho al malo. El portugués fue el primero en apostar por un rol de antihéroe. De la misma manera en que no hay país que haya pisado en el que no haya ganado como mínimo una Liga tampoco hay campeonato donde no se haya labrado fama de provocador. Allí donde Mourinho quiere hacer una hoguera, Guardiola suele acorazarse con un traje ignífugo. Sólo una vez le pidió el cuerpo a Guardiola entrar al trapo tendido por Mourinho. Fue en abril de 2011 en la sala de prensa del estadio Santiago Bernabéu, en la vigilia de la ida de las semifinales de la Liga de Campeones entre el Real Madrid y el Barcelona. El equipo azulgrana llegaba justo de fuerzas físicas y un tanto alicaído moralmente tras perder la final de Copa del Rey (1-0) ante el mismo rival, así que Guardiola decidió espolear a sus propios jugadores saliendo al paso de las provocaciones de su homólogo madridista. “Aquí en la sala de prensa Mourinho es el puto amo. Yo no me puedo medir a él porque no sé cómo se juega a esto. Vamos a intentar responder en el campo”, atizó Guardiola. La guerra psicológica entre Mourinho y Guardiola estaba desatada desde hacía tiempo. En lo deportivo, todo arrancó en la semifinal de la Liga de Campeones de 2010 que enfrentó al Inter de Milán con el Barcelona. En la ida, el volcán islandés Eyjafjallajökull obligó a cerrar varios días el tráfico aéreo en Europa y el campeón español tuvo que viajar 1.000 kilómetros hacia Italia en autobús. Guardiola dijo tras la derrota de su equipo (3-1) que sus jugadores acusaron el largo viaje y Mourinho no dudó en hacerle autor de una excusa barata. En el partido de vuelta, el técnico portugués celebró “la derrota más dulce” de su vida (1-0) con una euforia desbordada que hirió la sensibilidad del Camp Nou. Mourinho y Guardiola se han ido distanciando por caminos sin retorno. Mientras el portugués siempre ha querido que le juzgaran por sus títulos, el español insiste que lo que define a un buen entrenador “no son los trofeos, sino lo que aprenden de él sus jugadores”. Hoy se vuelven a ver las caras en la Supercopa, ya sin la tensión extra que generaba la rivalidad Barcelona-Real Madrid.

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