Habla el hombre que escapó de “La Escuelita”

<i>Era tan fuerte la descarga eléctrica que las primeras las sentís, las segundas ya no... Al cuerpo lo sentía que se arqueaba como una banana, pero no sentía los dolores</i>

NEUQUÉN y CENTENARIO (AN/ACE).- Hugo Abed Inostroza Arroyo se fugó el 25 de agosto de ‘76 del centro clandestino “La Escuelita”, que funcionaba donde hoy se cruzan Chaco y Beltrán, en el Batallón.

Era albañil, militante del PRT- ERP y fue secuestrado en Plottier cuando imperaba el terrorismo de Estado. Vendrá a declarar al segundo juicio luego de que la Apdh lo ubicara en base a un recorte periodístico de “Río Negro” que una persona acercó al organismo cuando se produjo la reapertura de la causa. Hasta ese momento la historia del fugado sólo parecía una anécdota poco creíble de conscriptos.

“Río Negro” accedió al relato en primera persona de la fuga. Inostroza logró escapar de la sala de torturas cuando una de las esposas se aflojó cuando intentaba quitarse la vida, en un momento de desesperación en que su verdugo hizo un paréntesis durante una dura jornada de picana eléctrica y golpes para que diera datos de otros militantes. Éstos son fragmentos de su relato a una cineasta que está elaborando un documental sobre el tema. (Ver aparte)

“Me meten para adentro y cuando se abre la puerta siento como un ruido de chapas… Era la famosa Escuelita que le decían. Ya estaba destrozado, no sentía los golpes, ni nada. Me habían metido cables en los pies, los testículos, acá (las sienes), pero eran tan fuerte las descargas eléctricas que las primeras las sentís, las otras ya no… ¡No sé cuántas horas me dieron, no tengo ni idea! En una parte siento una mujer que dice ‘¡Negro, por favor matame, mirá como estoy!’. Y uno le dijo algo así como ‘¡Pero sufrí hija de puta, ¡morite ahí!’. Otro dijo ‘Che, saquen a esa yegua de acá’.

”Había un médico, que ‘era el bueno’. Me dice: ‘Hablá boludo, yo te puedo ayudar. Una vez que hablás yo te pongo una inyección, dormís y te sacan. Te llevan a la casa, piola. No pasa nada. Pero dale algo a estos locos porque si no te van a destrozar’.

”Yo sabía que estaba en un chupadero, sabía lo que pasaba y que era boleta. ¡Si estaban matando a los compañeros de la orga y del ERP! Eran boleta todos. Era cuestión de exprimirlos y ¡pum! Sabía lo que me esperaba. Me empecé agarrar acá (la nuez). Romperse eso… Estaba haciendo esa fuerza y se empieza a salir la esposa (…) ¡y se sale! Y me la saqué. Salgo al patio y de atrás uno dice ‘¡Se escapa el hijo de puta!’ y empiezan a los tiros. No sabía de dónde salían.

“Llego a un esquinero, había un agujero y seguí huyendo, cuerpo a tierra, me levanto y siento un ardor en una pierna, pero sigo… Voy por una acequia y aparece un soldado, con la Pam. ¡A tres metros! y me mira ¡Qué sé yo, si daba lo mismo! Cruzo la calle, salto y llego a un patio y el soldado tira dos ráfagas pero no a mí. Tira y pega arriba de las puertas. Justo venían saliendo dos, que eran soldados porque tenían calzoncillos blanco, camiseta blanca, pelo corto. Me tiro en un corralito que había y de ahí salto a una laguna y me quedo piola. Viene un camión, con dos o tres soldados con esas ametralladoras de pie. Están unos cinco o seis minutos y se van.

”Salí caminando y siento dolor en la pierna. Salgo caminando por la calle. Había dos chicos en un coche y les pedí si me podían sacar de ahí… ¡desaparecieron, salieron como locos!

”Llego a la casa de unos amigos cerca de ahí, me dan un saco, una camisa, seguí mi viaje y llego al río. Sentí ruido de camiones, digo deben ser del Ejército porque ya era un avispero. Llegué a la casa de un simpatizante, al borde del río. Me atiende, me traen remedios, penicilina… estuve ahí una semana; me recupero y llega un compañero y me dice ‘se va a tener que ir compañero, porque a la otra cuadra están haciendo un operativo de rastrillo’. Así que salí. Me trajeron un 38, como 25 a 30 tiros. Y volví a Plottier donde me habían levantado para ver qué había pasado con mi ‘compa’ (su mujer). Pero ya se había ido”.

Sitiado por la búsqueda de los militares, Inostroza huyó hacia Bariloche; en el camino permanece casi tres meses como criancero en Piedra del Aquila hasta que con unos camioneros llega a la ciudad cordillerana y se emplea en trabajos de obras hasta que nuevamente se aleja por los operativos de identificación de personas. Busca refugio en Viedma, en Bahía Blanca -adonde vivía antes de llegar al Alto Valle- hasta recalar en Médanos, donde vivió siete años alejado de todo hasta que, vía Brasil, bajo el amparo del Acnur, se exilió en Suecia.

Shirley herreros

centenario@rionegro.com.ar

Inostroza: “Yo sabía que estaba en un chupadero, sabía lo que pasaba y que era boleta”.


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