Hacia un área natural protegida

Cuando de la creación de un área natural protegida (ANP) se trata, sea ésta del tipo que sea y de jurisdicción nacional, provincial, municipal o privada, la idea fuerza que la impulsa debe recorrer un largo, largo camino hasta su implementación definitiva. Un sinnúmero de casos así lo demuestra; valga el de la ANP Meseta de Somuncura, pensada en 1973 por Casamiquela y otros, creada por decreto provincial en 1986 y por ley en 1993 pero nunca implementada hasta el 2008, cuando concluyó su plan de manejo (por Codema, la Universidad Nacional del Comahue, etcétera). Para que una zona o región sea preservada debe reunir los requisitos de contar con escenarios naturales y bienes culturales destacables, una normativa que la declare área natural protegida y un plan de manejo que la implemente. Sólo de esa manera se garantiza la conservación de su ecosistema.

El río Negro desemboca en el Atlántico conformando un estuario y un complejo sistema generado por la interacción del régimen fluvial y el oceánico, estuario con marismas asociadas -como la isla Villarino- con sus contiguas costas marítimas medanosas y acantiladas y su entorno continental perteneciente a la formación fitogeográfica de monte. Debido al clima cálido en verano a subtemplado en invierno, los vientos del cuadrante oeste y las frecuentes sudestadas, al aire seco y lluvias de 250 milímetros anuales, su extensa marisma y sus zonas aledañas, es el hábitat con la más alta biodiversidad de la costa nordeste de la Patagonia. Entre los rasgos que lo caracterizan como un ecosistema único, se pueden resaltar:

– una gran variedad de ambientes en una pequeña superficie, lo que genera una excepcional biodiversidad;

– un jerarquizado sitio con cetáceos que incluye la población más austral del delfín del Río de la Plata o franciscana, junto a una importante población residente de toninas;

– es sitio de desove y cría de importante y variada fauna ictícola;

– conforma un área importante para la conservación de las aves (AICA o IBA, por sus siglas en inglés), de carácter prioritario para la región patagónica (junto a Península Valdés, Punta Tombo y Cabo Vírgenes), porque cuenta con 171 especies, entre las que se incluyen nueve globalmente amenazadas -la declaración formal estuvo a cargo de Aves Argentinas, la Asociación Ornitológica del Plata y BirdLife International-;

– es sitio de parada, alimentación, descanso e invernada de aves playeras migratorias provenientes del hemisferio norte y de Tierra del Fuego;

– cuenta con una colonia mixta de aves en los acantilados de El Cóndor (con extensión de 12 kilómetros de largo entre el Faro Río Negro y la Bajada del Espigón), que alberga la mayor concentración de loros del mundo y una población importante de golondrinas negras. Es además sitio de nidificación y alimentación de rapaces;

– cuenta con una importante cantidad de pisadas fósiles en sus restingas y

– existen sitios arqueológicos correspondientes a ocupaciones prehispánicas.

 

Antecedentes sobre la valoración de este estuario como una posible ANP

 

En 1987, en el trunco traslado del nuevo distrito federal a la comarca Viedma-Patagones, se trató la creación de varias áreas naturales protegidas en la zona. El organismo planificador-ejecutor, Entecap, aprobó la «Reserva Natural Cultural Isla Villarino» en la desembocadura del río Negro y firmó un convenio con la Administración de Parques Nacionales para implementarla.

En 1997 el municipio de Viedma retomó el asunto e impulsó la creación de una ANP en el estuario del río Negro y la isla Villarino. A la sazón, la Dirección de Tierras provincial estableció la reserva de la isla fiscal Nº 241 o Bernal o isla Villarino y por disposición 308/1998 la cedió al Consejo de Ecología y Medio Ambiente de Río Negro (Codema). En la provincia de Buenos Aires también existió un proyecto para la creación de una unidad de conservación en el sector norte de la desembocadura del Negro. Pero, por distintos motivos, ninguna de las iniciativas prosperó.

En el 2005, en el último libro de la serie sobre las mesetas patagónicas («Las mesetas patagónicas que caen al mar: la costa rionegrina»), un estudio «exhumó» y actualizó las propuestas de 1987 y 1997.

Del 2007 data el último intento: un proyecto elaborado por profesionales del Estado y del gobierno rionegrino e instituciones como Max-Planck-Institute für Ornithologie, Aves Argentinas, Fundación Ameghino, Fundación Patagonia Natural, Wildlife Conservation Society y World Parrots Trust. Describe el área y la posible zona a proteger y fue entregado a las autoridades de la Legislatura de Río Negro. Este año fue remitido a las actuales autoridades de la Legislatura y hay diputados interesados en la propuesta, ámbito donde ocurrirá el flujo de discusión preparatorio que dará lugar a la normativa, o sea, la ley. Redundando, para que exista una ANP, lo primero es sancionar la ley que la cree, para cuya elaboración se contará necesariamente con el asesoramiento del Codema, de los ministerios de Producción y Turismo y del Departamento Provincial de Aguas y la participación de los actores y sectores involucrados, ya que cuanto más consensuada tanto mejor (recuérdese la unanimidad lograda con la sociedad civil con la ley 2669/1993 de la ANP de RN). Se hace notar que la propuesta obra en conocimiento del intendente y del Concejo Deliberante de Viedma.

 

Alcance de la protección y zonificación

 

La descripción de los méritos de la región -por momentos hasta bucólica- de seguro que a todos conforma. No así el problema de la zonificación de la posible «ANP Estuario del río Negro y zonas aledañas». Deberá quedar claro que habrá que lograr el consenso de la comunidad de la villa marítima El Cóndor, los propietarios de los campos linderos y las autoridades municipales de Viedma. Ergo, habría que generar un ANP en la desembocadura del Negro con dos zonas núcleo y un corredor que garantice su conectividad, contemplando los usos tradicionales de bajo impacto que realiza la comunidad incluidos el turismo de playa, la pesca deportiva desde costa y otros usos deportivos y recreativos:

– Una zona núcleo 1, para proteger la gran biodiversidad del estuario desde el límite en el río con la provincia de Buenos Aires; incluye la isla Villarino y una franja de 20 metros (camino de sirga) a partir de la línea de máxima marea en el río, la zona de bancos en la parte exterior del estuario hasta la isobata de los 20 metros de profundidad y el cordón de dunas costeras de Punta Redonda.

– Una zona núcleo 2, para proteger la biodiversidad y los relictos paleontológicos desde los acantilados de El Cóndor a partir de 100 metros al suroeste de la Segunda Bajada del Faro y hasta las proximidades de la Bajada del Espigón. En el continente, una franja de 100 metros a partir del acantilado y, en el mar, hasta la isobata de los 20 metros de profundidad.

– Y un corredor continental, con funciones de conectividad y protección del monte, esto es, la zona de nidificación y refugio de aves del acantilado con áreas de alimentación en el monte y en la marisma, compatibilizando los usos ganaderos de la tierra con las necesidades de las especies clave; iría desde la zona 1, en la isla Villarino, hasta la franja continental de la zona 2.

Es importante resaltar que la villa marítima El Cóndor queda excluida de la ANP. El lector puede formarse una idea de este tópico si considera como límite norte un poco más allá del estadio de fútbol -hacia El Pescadero-; por el sur quedarían excluidas de la ANP todas las bajadas al mar: Segunda Bajada de El Faro, Bajada del Espigón y balneario La Lobería. Un área natural protegida en el estuario del río Negro transformaría esta región costera, sin dudar y a mediano plazo, en un polo de turismo de jerarquía internacional y generaría nuevas alternativas de desarrollo sustentable.

 

RICARDO FREDDY MASERA

(*) Sociólogo, Fundación Ameghino

RICARDO FREDDY MASERA


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