Hallaron restos de otro herbívoro en el valle de los dinosaurios 

Tendría 12 metros de largo y está muy cerca de la villa. Lo encontró un joven de 19 años en campos del padre.

EL CHOCON (AN).- Las agrestes bardas que rodean esta villa siguen ofreciendo sus tesoros. Desde el jueves pasado, un equipo conducido por Rubén Carolini rescata con paciencia los restos de un herbívoro que vivió hace millones de años y cuyos huesos fueron descubiertos ahora en esta inagotable cantera de fósiles de dinosaurios.

Ya recuperaron siete vértebras articuladas de la extensa cola del animal, tres de su cuello y una del dorso, además de restos de las costillas y un fémur.

A partir de estos hallazgos Carolini estimó que se trata de un herbívoro que paseaba majestuoso sus diez a doce metros de largo en la época en que los reptiles eran dueños de la tierra.

Aunque está un poco lejos de los veinte metros que tenía el animal rescatado hace exactamente un año, el hallazgo tiene importancia. Todavía no se determinó a qué especie pertenece, lo cual podría resultar otra sorpresa.

«El animal murió, sus huesos se petrificaron y después fueron arrastrados. Lo sabemos porque están redondeados y sufrieron ese proceso cuando ya eran piedra», explicó Carolini a «Río Negro» ayer al pie del yacimiento.

Ahora están en un trabajo contrarreloj para rescatar la mayor cantidad de piezas posibles antes de que el tiempo juegue una mala pasada. Los restos aparecieron en un cañadón y si llegara a descargarse una lluvia potente, el agua bajando en torrente arruinaría todo el trabajo.

Los restos fueron hallados hace aproximadamente un mes por uno de los dueños del campo, Rubén Bustingorri, hijo de quien fuera propietario de las tierras inundadas por el lago Ramos Mexía cuando se construyó El Chocón ).

Bustingorri denunció su descubrimiento en el museo municipal de la villa, y de inmediato comenzaron los trabajos para rescatar los fósiles. El sitio está a 9 kilómetros del centro de El Chocón, en dirección noroeste. Llegar hasta allí es un desafío para los amortiguadores de cualquier vehículo y la muñeca del mejor conductor (que lo diga el guardafauna Miguel León, quien guió al equipo de este diario), y estar bajo el sol impiadoso limpiando los huesos fosilizados pone a prueba la vocación de cualquiera.

Carolini, quien en 1993 descubrió el carnívoro más grande del planeta y que lleva su nombre, aporta su experiencia dirigiendo al grupo que trabaja en el rescate. Lo integran Rogelio y Elías Zapata, Alejandro Rumualdo (todos del museo municipal) y Walter Lucero, su más joven colaborador. Aunque a sus 14 años ya tiene en su haber el descubrimiento de varios restos.

En medio de la barda, y sin que uno no lo advierta hasta que lo tiene encima, está el cañadón que ocultaba su tesoro. Allí, el equipo trabaja desde las 8 de la mañana hasta las 8 de la noche apenas protegido por un toldo de mediasombra.

Carolini admitió que tiene pocas esperanzas de encontrar más piezas grandes del animal, sobre todo la codiciada cabeza. Ya ensancharon el cañadón casi tres metros, desplazando cuatro toneladas de material, y no aparecieron otros restos importantes.

Trabajo lento y cuidadoso

El trabajo de excavación es lento y cuidadoso. Ni pensar en que una máquina haga el movimiento de suelos, y en algunos sectores ni siquiera se puede avanzar a golpes de pico para no correr el riesgo de partir algún hueso.

En consecuencia, se escarba con herramientas pequeñas y mucha paciencia, sin quitar un ojo de la tierra que se va desplazando.

«Este es un herbívoro de mediano tamaño, tirando a chico», señaló Carolini. «La parte superior de las vértebras caudales fue lo primero que se descubrió, porque estaban a flor de tierra. A partir de allí comenzamos la búsqueda del resto».

Sin embargo, se mostró escéptico sobre la posibilidad de que aparezca la cabeza o al menos algún diente, las partes más buscadas por los investigadores.

De todos modos rescató como importante que hayan aparecido las vértebras articuladas. «Aunque es obvio que no están los cartílagos, porque las partes blandas no se fosilizan, esto permite estudiar la distancia entre ellas».

Las partes más importantes ya están limpias y expuestas. Ahora se está trabajando en copiarlas en un molde de yeso para poder darlas vuelta y trabajar en la parte inferior sin correr riesgos de que se rompan o desarmen. Esos bloques de yeso pueden pesar desde varios cientos de kilos hasta dos o tres toneladas, de acuerdo con el volumen de restos que se quiera proteger.

Carolini estimó que seguirán instalados en el campo hasta el viernes próximo. Si para entonces no encuentran otras piezas trascendentes es probable que abandonen la búsqueda. Destacó el apoyo que les prestó un particular de Cipolletti, Hugo Ugarteche, quien les facilitó un camión con el cual se movilizan. «La falta de recursos afecta todo», explicó.

Todos los restos serán trasladados hasta el museo municipal ubicado en la villa, donde el desfile de visitantes es continuo.

El descubridor del Giganoto, el carnívoro que destronó al Tiranosaurus Rex, adelantó otros proyectos en los cuales trabaja.

Dijo que el fin de semana viajará a Córdoba, donde se está realizando una exposición de mil metros cuadrados con fósiles y réplicas.

Parte de esas piezas las llevará a Oncativo, su pueblo natal en la provincia mediterránea.

A mediados de marzo continuará con los trabajos en el yacimiento donde apareció el Titanosaurio, un herbívoro de casi 20 metros de largo.

Y por último continuará con la instalación del primer museo del sitio paleontológico del país, en un enorme yacimiento descubierto también tiempo atrás.

El colaborador más joven del rescate tiene 14 años

EL CHOCON (AN).- «Siempre decimos que él iba para el baño y encontró los huesos». Todos se ríen de la anécdota que cuentan los hermanos Zapata. El protagonista es Wálter Lucero, un chico de 14 años apasionado por los dinosaurios que el año pasado encontró un conjunto de restos junto al lago.

Walter es uno más de los que pincel en mano limpian el flamante yacimiento fósil aparecido en el valle de los dinosaurios. Con entusiasmo colabora con el grupo del museo municipal que rescata al herbívoro que vivió hace cien millones de años en esta zona y que encontró Rubén Bustingorri hace un mes.

«Me gusta salir a caminar y a buscar cosas», dice Walter con un dejo de timidez por la súbita fama que supone la presencia de periodistas en el lugar donde trabaja, a la par de los mayores.

Recuerda que hace un año caminaba por la orilla del lago cuando encontró lo que para cualquier otro sería un montón de piedras algo extrañas. El se dio cuenta de que eran restos fósiles.

«Serían los huesos de un ave. Son chiquitos, huecos, por eso llegamos a esa conclusión», explican los hermanos Zapata.

Hace calor en el medio de la barda, una radio sintoniza a duras penas algo de música y un poco más allá del cañadón se ve la parrilla donde el grupo preparó su almuerzo. Mano en mano circula una caramañola con bebida refrescante para mitigar la alta temperatura.

A Walter poco le importa el calor y que está ideal para bañarse en el lago. Pincel en mano, sigue concentrado en limpiar una costilla que formó parte de un cuerpo monumental en una época tal lejana que resulta difícil concebir.

Una familia vinculada con El Chocón y sus fósiles

EL CHOCON (AN).- La familia Bustingorri está asociada con la historia de esta zona de Neuquén. Eran dueños de las tierras expropiadas para construir la represa, y ahora sus campos están bajo las aguas azules del lago Ramos Mexía.

Rubén Bustingorri, de 19 años, encontró los últimos restos que ahora desentierra con paciencia Rubén Carolini y un equipo del museo municipal. Pero aunque según sus familiares está muy entusiasmado, tiene cierta timidez para hablar con la prensa.

Así lo explicó su madre, Isabel Martínez, quien de paso recordó que el primer hueso «lo encontré en el año 80. Nos sacamos una foto y ahí está Rubén chiquito junto al fósil».

Explicó que llegaron a la zona de El Chocón en el año 78, cuando «acá no había nada y a los huesos nadie les prestaba atención». Recordó que «yo traía algunos a casa porque me gustaban, y mi marido me decía para qué querés esas piedras».

Hasta que un día «alguien de un museo nos dijo que no los tocáramos, y nos explicó qué eran y qué valor tenían».

Algo parecido le sucedió con las huellas de dinosaurios, uno de los atractivos del valle. «Recién hace siete u ocho años nos enteramos de qué eran. Antes nunca les habíamos prestado atención. Hasta que un día viene mi hijo y me dice «sabés mami que esas cosas que hay junto al lago son pisadas de dinosaurios». No lo podíamos creer».

Ahora, los Bustingorri son celosos custodios de la riqueza de piedra. «No dejamos que nadie se lleve nada. Porque acá viene mucha gente y todos se quieren cargar un hueso para llevárselo».


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