Halló un sitio arqueológico en el jardín de su casa

SAN MARTIN DE LOS ANDES .- José Santos Licán es un recorredor de incendios que vive en la seccional Quillén del Parque Nacional Lanín, a 150 kilómetros al norte de San Martín de los Andes.

Poco antes de las once de la mañana, pala en mano, estaba trabajando en el jardín de su casa, arreglando el cerco. Era el comienzo de una jornada de tareas como tantas otras.

Pero al intentar sacar tierra con la pala para colocar un pequeño poste, la punta de ésta chocó contra lo que en principio le pareció una piedra.

Fue así que Licán despejó con sus manos la tierra que cubría la roca y tomó un pedazo. Sorpresa…. Se trataba de un gran trozo de un molino de piedra. El fragmento restante estaba junto al otro.

Pero eso no fue todo. Entre la emoción y el asombro, Licán comenzó a observar con detenimiento en derredor, e hizo un segundo hallazgo: un fragmento de obsidiana en forma de lámina, con las que se elaboraban puntas de flecha.

Estas pequeñas piezas reciben el nombre de «lascas», y se obtienen de la roca madre con el objeto de comenzar a trabajarlos para la confección de los proyectiles.

La obsidiana es una roca metamórfica que ha sufrido un proceso de recristalización y suele encontrarse asociada a los cuarzos en algunos sectores de la cordillera.

Paradójicamente «licán», en lengua mapuche significa «cuarzo».

El recorredor llamó de inmediato al guardaparque Marcos Ocampo, cuya casa está sólo a 30 metros de la de Licán. Juntos, analizaron los hallazgos.

La base del molino está realizada en piedra oscura, y muestra huellas de su utilización. Este elemento se usaba por parte de los pueblos originarios precolombinos junto a una «mano de moler», para fragmentar -entre otros granos y frutos-, los piñones de las araucarias, básicos para la supervivencia y nutrición de los antiguos pobladores del norte patagónico.

«Estos hallazgos permiten aseverar que en el lugar es casi seguro que hubo un asentamiento humano», indicó a este diario la arqueóloga Claudia Della Negra, del área de Patrimonio de la dirección general de Cultura de la provincia.

Y este dato también sorprende, ya que no hay antecedentes de asentamientos de esta índole en la cabecera oriental del lago Quillén.

El lugar resulta a simple vista más que propicio para un asentamiento: protegido de los vientos, en una zona llana, bien expuesta al sol, y a unos 50 metros de un río.

Hasta tal punto es favorable para una morada transitoria o semipermanente, que en el mismo lugar Parques Nacionales construyó la seccional Quillén y junto a ella la vivienda del recorredor. A poca distancia hay un camping y un puesto de la Gendarmería.

Ese punto de la cabecera oriental del lago Quillén se encuentra en plena cordillera, en el área norte del Parque Nacional Lanín, y se accede tras 28 kilómetros de camino desde la ruta provincial 26 que une Junín de los Andes con Aluminé. Este tramo nace frente al puente sobre el río Aluminé en el que confluye la ruta hacia la Cuesta del Rahue. Al transitarlo en esta época del año, sorprende la cantidad de codornices californianas y de avutardas que se pueden observar a la vera del camino. Desde las riberas del lago Quillén, los bosques se ven en esplendor.

Ocampo y Licán hicieron lo que se debe hacer en estos casos. No tocaron más la tierra. Determinaron el lugar puntual con una estaca pintada de rojo, y de inmediato establecieron comunicación por radio para dar a conocer el hallazgo.

A través de la central de Incendios, Comunicaciones y Emergencias del Parque, el guardaparque Ocampo cursó la comunicación oficial denunciando el hallazgo, para que desde la Intendencia del Parque Nacional Lanín se tomen todos los recaudos para preservar este patrimonio arqueológico y cultural .