¿Hasta dónde confiar en las proyecciones de los encuestadores oficiales?

El gobierno maneja la difusión de las cifras de acuerdo con los resultados que reflejen

BUENOS AIRES (ABA).- Cristina Kirchner gana por 40 puntos en la provincia de Buenos Aires. El canciller, Rafael Bielsa, triunfa holgado la elección en Capital Federal. Agustín Rossi tiene serias chances en la provincia de Santa Fe. El presidente Néstor Kirchner goza de más del 70% de imagen positiva. Así es el país de las maravillas que los funcionarios de la Casa Rosada dicen vivir. Esos son los números de las encuestas que los más encumbrados asesores del presidente difunden a la prensa. Lo que no dicen esos funcionarios es que esos sondeos fueron hechos por investigadores contratados por el gobierno, que gasta millones de pesos al año para asegurarse buena imagen y resultados apabullantes -por ahora virtuales- en las urnas.

Los encuestadores preferidos del presidente son: Artemio López, de la Consultora Equis; Analía del Franco, de Analogías; Enrique Zuleta Puceiro, de OPSM, Hugo Haime, de Hugo Haime y Asociados y Roberto Bacman, fundador del CEOP. Sus encuestas siempre miden varios puntos más a favor del oficialismo que las de sus colegas que no están contratados por la Casa Rosada, como Rosendo Fraga o Carlos Fara (encuestador del duhaldismo). Según datos de la oficina de Contrataciones de la Jefatura de Gabinete, durante la primera mitad del 2004 el gobierno les pagó a algunas de esas consultoras –Equis, OPSM, Analogías- alrededor de 550 mil pesos a cambio de sus servicios. Aún no existen datos oficiales de los contratos con las encuestadoras correspondientes al 2005, pero como este es un año electoral se especula con que el Ejecutivo habría triplicado sus gastos en encuestas.

Como su enemigo Duhalde, Kirchner es un fanático de los sondeos. El encargado de contratar a los encuestadores en el gobierno es Alberto Fernández, el jefe de Gabinete. Cada consultor del oficialismo tiene una tarea asignada: Haime mide en Capital Federal, igual que Del Franco; López se encarga de realizar sondeos por todo el país, lo mismo que Zuleta Puceiro y Roberto Bacman, del CEOP, consultora vinculada al Grupo Clarín.

El encuestador preferido de Kirchner es el sociólogo Artemio López, quien ya trabajó junto a él en la elección presidencial del 2003. Las encuestas de López hacen feliz a Kirchner: según sus cálculos, Cristina Kirchner le va a ganar a su rival «Chiche» por una diferencia cercana al 40% de los votos. López sabe de la obsesión del oficialismo por mantener su buena imagen cueste lo que cueste. Hace unos meses, se peleó feo con Alberto Fernández, luego de que su consultora publicó una encuesta en la que Fernández medía muy poco en la intención de voto a candidato a jefe porteño para el 2007. Fernández, dicen en el gobierno, dejó de hablarle y contrató a Haime para las mediciones oficiales en Capital Federal.

¿Los encuestadores oficiales «trampean» sus resultados para favorecer al gobierno, su contratante, que luego hace propaganda mostrando esos sondeos muy favorables? Según admitieron a este diario encuestadores –que pidieron mantenerse en el anonimato-, existen varias maneras de «acomodar» una medición para favorecer a determinado candidato. Uno de los «trucos» más usados, según contaron los encuestadores, es realizar un sondeo telefónico en Capital Federal, por ejemplo, pero eligiendo con mucho cuidado a qué barrios se va a llamar: «No es lo mismo llamar a La Recoleta, donde Mauricio Macri tiene mayor aceptación, que a Caballito, donde seguro que Bielsa suma más adeptos», se confiesa un consultor que dice no estar contratado por el gobierno. Otra «trampita» consiste en ocultar el margen de error de las encuestas, de alrededor del 3% más o menos, a favor del candidato que se elija de antemano: así se le suman algunos puntos al candidato que se quiere beneficiar. Los encuestadores consultados admitieron que en algunas ocasiones los políticos los presionan para mejorar el resultado de las encuestas que ellos mismos les pidieron realizar. «Sabemos que si miden bien utilizan el sondeo para filtrarlo a los medios», dice un encuestador, y agrega: «Para mejorar una encuesta a favor de determinado candidato podemos hacer un cálculo estimativo sobre el porcentaje de indecisos. Se puede calcular cuántos de esos indecisos terminarán votando a tal o cual candidato, y se le suma ese porcentaje de votos para sumarle algunos puntos a favor. Claro, esos cálculos no son una certeza pero ayudan a sumar porcentajes importantes a quien se quiere favorecer». Es típico, también que el gobierno mande a hacer encuestas y les exija a sus consultores que no filtren los sondeos donde los números no son favorables a la Casa de Gobierno. Uno de los encuestadores mencionados en esta nota tiene absolutamente prohibido difundir un sondeo realizado en Neuquén, donde el Movimiento Popular Neuquino le saca al Frente para la Victoria más de veinte puntos de diferencia.

Está claro que no todos los encuestadores se prestan a las manipulaciones de sus sondeos. Pero, según admiten algunos de ellos off the record, muchos de sus colegas sí lo hacen. ¿El gobierno se garantiza buenos resultados en las encuestas pagando cifras millonarias que salen de las arcas del Estado?

Sólo basta esperar unos días, hasta el 23 de octubre a la medianoche, para conocer el resultado real de las elecciones. Ese día se terminan las especulaciones y las encuestas, infladas o no, pasan al plano del olvido.

Por NICOLAS WIÑAZKI


BUENOS AIRES (ABA).- Cristina Kirchner gana por 40 puntos en la provincia de Buenos Aires. El canciller, Rafael Bielsa, triunfa holgado la elección en Capital Federal. Agustín Rossi tiene serias chances en la provincia de Santa Fe. El presidente Néstor Kirchner goza de más del 70% de imagen positiva. Así es el país de las maravillas que los funcionarios de la Casa Rosada dicen vivir. Esos son los números de las encuestas que los más encumbrados asesores del presidente difunden a la prensa. Lo que no dicen esos funcionarios es que esos sondeos fueron hechos por investigadores contratados por el gobierno, que gasta millones de pesos al año para asegurarse buena imagen y resultados apabullantes -por ahora virtuales- en las urnas.

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