«Hay que imponer límites a la maldad»

El papa Benedicto XVI presidió ayer los ritos del Viernes Santo en la Basílica de San Pedro y más tarde encabezó el legendario Vía Crucis en el Coliseo de Roma. El Papa reanudó una tradición a la que se vio obligado a renunciar Juan Pablo II hace un año, debido a que se encontraba muy enfermo. En momentos en que una luna llena iluminaba el antiquísimo anfiteatro, Benedicto XVI comparó el sufrimiento de Jesús durante su crucifixión con el de «toda la historia de la humanidad, una historia en la que los buenos son humillados; los mansos, agredidos; los justos, aplastados; y los puros de corazón, insultados brutalmente''. El Papa, que vestía una túnica de color rojo, llevaba una delgada cruz de madera oscura al comenzar la procesión, y el reflejo de las luces de las velas que portaban los participantes en la procesión se reflejaba en el madero.

Al terminar la procesión de 90 minutos, el Papa hizo comentarios ante miles de peregrinos y turistas que asistieron a la ceremonia con velas. El pontífice dijo a los files que «el Vía crucis abraza al mundo, y atraviesa los continentes y el tiempo''.

«En el reflejo de la cruz hemos visto todo el sufrimiento actual de la humanidad. Hemos visto el sufrimiento de bebés abandonados… amenazas contra las familias, la división del mundo, del orgullo, de los ricos, de la miseria de aquellos que sufren hambre y sed'', señaló el Papa, quien instó a los fieles a luchar para «imponer límites a la maldad'' en el mundo. En la pasada Semana Santa, por primera vez en sus casi 27 años de papado el agonizante Juan Pablo II no participó en la tradicional procesión iluminada por antorchas. (DPA)

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