¿Hay una renacionalización de los partidos políticos?

Están vigentes los partidos políticos? ¿Se mantienen sus pilares programáticos y organizativos? ¿Son representativos de la actual sociedad de la desconfianza? ¿Piezas rígidas o flexibles del sistema político? ¿Tienen futuro? ¿O sólo cuentan porque han tenido un pasado glorioso? ¿Qué partidos? ¿Los viejos o los nuevos? ¿Importan como actores locales o por reorientar las preferencias electorales hacia la “escena nacional”?

Demasiadas preguntas para un diagnóstico de época: algo ha muerto en el mundo de los partidos. Aún no sabemos si la mortaja es para cubrir todas las piezas que conocimos o es el mismo artefacto que debe ser sepultado. Es cierto que no todas sus piezas caben dentro de una democracia que a la salida de la última dictadura se pensó como democracia de partidos. Y fracasó. Hoy tenemos una democracia que cada vez más se parece a la que sólo palpita espectáculos y construye preferencias ciudadanas desde la falsedad de la posverdad política. A pesar de todo ello “el” partido o su reunión en coaliciones sigue siendo la fórmula desde donde colgar candidaturas. También sirven para “nacionalizar” preferencias y ordenar el campo de disputa política.

Sin duda el artefacto aún sirve. Mayormente si las elecciones son para categorías nacionales. Es sabido que desde 1991 la Argentina partidaria ha puesto en tensión el sesgo nacionalizador de los partidos políticos deslizándose hacia procesos desnacionalizadores en lo que los politólogos llamaron “territorialización de la política”. Sobre todo, a partir de la imposición de un federalismo electoral capaz de comprender todas las elecciones, inclusive las de diputados nacionales. Ciertamente para aquellos años comenzó un extraordinario proceso de manipulación de los calendarios electorales. Resultado de ello fue la falta de concurrencia y simultaneidad de los comicios, llevando a que algunas provincias dispusieran de tres o cuatro fechas de elecciones dentro del mismo año. Situación que se revirtió durante los años del kirchnerismo gobernante, promoviendo una suerte de “renacionalización negociada” del sistema partidario. El momento actual está en línea con aquel proceso, aun cuando su aprovechamiento se dio desde una “renacionalización brusca” del campo partidario generando ganadores y perdedores.

Ciertamente, desde el campo de la opinión de la Argentina de estos días poselecciones legislativas parece imponerse dos diagnósticos frente al éxito del Pro-Cambiemos. El primero reconoce la renacionalización de una parte del sistema de partidos. El que beneficia al gobierno nacional y conforma las expresiones que encabeza Mauricio Macri.

El otro diagnóstico considera la crisis “terminal” de una de las piezas clave del sistema de partidos de los últimos setenta años. Hablamos del Partido Justicialista. Sin embargo, se habla poco del otro gran jugador y de centenaria existencia. De la Unión Cívica Radical se dice menos porque parece que el juicio ya es definitivo: está herido de muerte, mayormente en su sesgo nacionalizador. Y ello se debe a que después de las elecciones de 1999 ha tenido un recorrido sinuoso y alocado.

Las cuatro elecciones presidenciales que siguieron al triunfo de la fórmula encabezada por Fernando de la Rúa han visto a la UCR con aliados muy distintos.

En dos ocasiones resignando encabezar el binomio presidencial y dejando el primer lugar a un peronista. Cuando mejor le fue resultó fue en el 2007, llegando a colocar en la Casa Rosada a un vicepresidente en la figura de Julio Cobos. Pasado un año, después de la crisis con sectores del campo por la 125, esa misma UCR se conformó con ser un apéndice de toda coalición negativa.

Para el 2015 llegó a su última estación. Primó el alma furiosa de antikirchnerismo. De allí el abrazo de oso de la derecha liberal y conservadora que lo asfixió y anuló como fuerza nacional.

Actualmente la UCR o lo que queda de ella –dentro y fuera de Cambiemos– parece reducirse a un lote de líderes de mediana edad cuando no a punto de jubilarse que ofician de políticos sin partido. De esos que se exponen pragmáticos y no cuentan con otra preocupación que sostener su presencia en el territorio donde han hecho pie. Lo ocurrido con estas piezas radicales pareciera a la luz de los resientes eventos electorales poner en entredicho nuestra afirmación.

El triunfo de Cambiemos pareciera otorgarle un veranito a favor de la reorientación nacional. Sin embargo, no todo es así, ya que ese desempeño debe evaluarse desde el lado del principal “colocador” de piezas del armado de Cambiemos en los espacios provinciales que privilegió la fidelidad para el programa del Pro. Por ello en muchos espacios los hombres de la vieja UCR han resignado posiciones clave, dejando a su sello partidario aún más devaluado. Es que sólo cuenta el artefacto que reúne alma y cuerpo del Pro. Si este cuenta como un partido u otra cosa lo dirá el tiempo.

* Profesor de Historia y Derecho Político, UNC

El triunfo de Cambiemos daría un “veranito” de la reorientación nacional. Pero debe evaluarse al “colocador” de piezas de Cambiemos en las provincias, donde la UCR resignó posiciones.

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El triunfo de Cambiemos daría un “veranito” de la reorientación nacional. Pero debe evaluarse al “colocador” de piezas de Cambiemos en las provincias, donde la UCR resignó posiciones.

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