Hermenegildo Sábat y las dos caras de Cipolletti
El caricaturista fue "cipoleño por un día" en dos escuelas de la ciudad.
CIPOLLETTI (AC) – En el programa que le armaron para ser considerado «cipoleño por 24 horas», el genial artista plástico Hermenegildo Sábat vio las dos caras de los chicos de la ciudad: por la mañana estuvo en una escuela rural del paraje El Treinta y a la tarde, en una escuela privada de un barrio residencial.
Aunque está claro que, según su definición, «ni la extrema pobreza es garantía de bondad ni a burguesía prueba de corrupción», a Sábat ese mano a mano con los chicos de la escuela de El Treinta le resultó una experiencia enriquecedora.
En las palabras de este periodista, dibujante, fotógrafo, caricaturista hay algo que evidencia su origen uruguayo a pesar de los más de 30 años que lleva viviendo en Buenos Aires.
El ciclo «Cipoleño por 24 horas» tuvo ayer un punto sobresaliente en el año y medio que lleva organizándose.
Los chicos y docentes de la escuela 109 deberían enmarcar y resguardar el dibujo de Troilo que les hizo en un instante.
Para Sábat este contacto con los humildes estudiantes fue una experiencia enriquecedora («eso es una obra de amor», dirá más tarde), que le permitió más tarde, en una rueda de prensa, evocar su paso por la escuela pública de Montevideo.
«Respeto mucho a la educación, soy producto de la escuela pública del Uruguay», dijo luego.
Inclusive recordó el nombre de la maestra que le enseñó a escribir, con la que en definitiva aprendió a dibujar.
Le sorprendió, en la charla con estos chicos, que a la pregunta de con qué soñaban, respondieran casi unánimemente que con sus padres. Y más se asombró cuando una pibita le dijo que cuando fuera grande quería ser «señorita» (como definición de maestra).
Contrariamente a lo que los gestos duros de su rostro y su voz grave puedan hacer suponer, Sábat es afable y buen charlador, aunque, eso sí, pausado, como buen uruguayo.
Por la tarde, estuvo en un colegio privado del sur de la ciudad.
Quería brindar otro costado de su arte, como clarinetista, pero no pudo: desde la comuna lo convencieron de que no viajara con el instrumento, que le darían uno de la banda municipal.
Músico aficionado al fin, intentó, sopló, pero no hubo caso: se ve que no hay nada como el clarinete de uno.
La jornada como cipoleño terminó hacia la noche, con un encuentro con los estudiantes del Instituto Universitario Nacional de Arte.
CIPOLLETTI (AC) - En el programa que le armaron para ser considerado "cipoleño por 24 horas", el genial artista plástico Hermenegildo Sábat vio las dos caras de los chicos de la ciudad: por la mañana estuvo en una escuela rural del paraje El Treinta y a la tarde, en una escuela privada de un barrio residencial.
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