Héroes culposos

¿Quién no soñó alguna vez con calzarse algún traje heroico y combatir las fuerzas del mal y la injusticia en un mundo de fantasía? Nadie puede negarlo. Toda infancia estuvo teñida de sueños en los que ser el héroe era el centro del juego. Claro que serlo significaba muchas cosas. Fortaleza. Justicia. Un poder infinito. Y, obviamente, la felicidad asociada a un disfrute de tamaña posición de privilegio. No imaginábamos nada mejor en nuestro pequeño espacio que ser Superman o Batman o tantos otros que poblaban revistas, series televisivas y películas.

Esa imagen del «placer de ser un héroe» no era gestada en nuestra mente infantil. En los años '60, '70 y principios de los '80 la televisión y, en menor medida, el cine alimentaban las fantasías de chicos (y no tanto) presentando todo tipo de seres con variados poderes. Desde la popularidad de las series de Batman hasta el Superman inmortalizado en el rostro de Christopher Reeve, pasaron un sinfín de hombres y mujeres con la intención de traer la justicia al planeta. Todos eran conscientes de su situación. Y la disfrutaban.

Hoy, el mundo ha cambiado y, por ende, nuestros héroes también. Según algunos críticos hay una evolución ya que se los presenta con mayores cualidades humanas e inclusive se rescata su génesis: el carácter oscuro y atribulado del cómic. Sin embargo también están aquellos que afirman que la magia ha perdido terreno en pos de una visión realista que no tiene nada que ver con la fantasía. De una forma u otra, ser héroe no es lo mismo. Ya no se disfruta como antes.

Quizás la primera piedra la tiró Tim Burton cuando en «Batman» (1989) nos presentó un mundo oscuro en el que el encapuchado de Michael Keaton parecía más bien triste y desilusionado que feliz. La secuela de 1992, «Batman vuelve», llevaba la idea más lejos aún con Michelle Pfeiffer disfrutando la locura de su Gatúbela y el pobre Bruno Díaz abandonado a su imposibilidad de expresar su atracción hacia ella. Era evidente que ya no era tan fácil ni tan idílico calzarse el disfraz.

El cine (y sobre todo Hollywood) siguió apostando a esta idea cada vez más. «Hellboy» (2004) es un demonio con poderes, desolado por un amor no correspondido y encerrándose antes de salir y crear desastres por doquier. Los «X-Men» (2002 y 2003) de Bryan Singer sufren la incomprensión de la humanidad en general y hasta tienen un escuela ghetto para refugiarse y compartir los poderes (y las penas). El pobre «Hulk» (2003) de Ang Lee se entrega a los brazos de la hermosa Jennifer Connelly en busca de una protección imposible de lograr. Eric Bana la pasa mucho peor que Bill Bixby y Lou Ferrigno en la popular serie. Y hasta el héroe por antonomasia de este siglo, el pequeño Harry Potter, tiene una relación de amor-odio con sus poderes.

El clímax mayor llegó con el Peter Parker de Tobey Maguire tirando su traje a un tacho de basura en «El hombre araña 2» (2004), harto de la responsabilidad y de relegar su amor por Mary Jane y con Christian Bale atormentado por deseos de venganza que escapan al alma bondadosa del murciélago justiciero en «Batman inicia» (2005).

Ser héroe toma, por momentos, la forma de una pesada carga en la espalda más que la de un don preciado. La magia está cercada por un halo de culpa, responsabilidad no deseada y sentimientos humanos imposibles de apagar. ¿Se perdió la magia? ¿Se recuperó la sensibilidad humana? Es difícil afirmarlo. Mientras el mundo gira cada vez más rápido ya nada es tan sencillo, ni siquiera ser héroe. Y ahora ¿quién podrá salvarnos?

Alejandro Loaiza

alejloaiza@yahoo.com

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