Hipnótico

Por CLAUDIO ANDRADE

candrade@rionegro.com.ar

Ya lo había advertido el escritor Rodrigo Fresán en el diario «El País»: «Murakami -al igual que los Beatles- produce adicción, provoca numerosos efectos secundarios y su modo de narrar tiene algo de hipnótico y opiáceo».

La advertencia alude al escritor japonés Haruki Muramaki, cuya obra se está editando en español desde hace un tiempo.

Días atrás llegó a mis manos una de sus novelas más famosas, «Tokio Blues» (Tusquets) y al recibirla lo hice como si se tratara de un viejo conocido, alguien querido y con quien hacía mucho que no cruzaba una palabra. Extendí mis brazos, besé su nuca desnuda y le di mi personal bienvenida.

Por supuesto, el libro es adictivo.

No es la primera vez que soy víctima de la seducción indiscutible que ejerce Murakami sobre sus lectores. No me he detenido a pensar demasiado en los motivos, ni en cuáles son las claves de su hechizo. Sin embargo, cada vez que leo un libro suyo entro en una rara especie de letargo, algo muy similar a lo que uno siente cuando está enamorado. Sus libros vendrían a ser un paisaje nuevo que me resulta vagamente conocido.

¿Y de qué hablan los libros de Murakami? He aquí la cuestión. Podría decirse que Murakami siempre habla de lo mismo y con los mismos argumentos, lo cual no impide que me sienta conmovido y hasta invitado a atravesar la exquisita geografía de su relato.

Son unos cuantos los imaginarios colectivos que se despiertan al calor de sus historias: la dinámica de una cultura milenaria sometida al examen de la modernidad, los delicados rasgos de las mujeres japonesas, su sexualidad, el silencio.

A los personajes de Murakami les cuesta expresar sus sentimientos pero al menos no tienen tantos pruritos en encontrarse físicamente cuando la ocasión así lo propone. Por lo general, las escenas de alto contenido erótico se resuelven sin que los protagonistas digan demasiado. Hasta podríamos suponer que en el lapso que media del sillón a la cama ninguno de los involucrados emite un sonido aunque todos hablan hasta por los codos en la seguridad de sus mentes; o se expresan también a través de pequeños actos, teoremas gestuales que revelan cómo arde el deseo y se esconde la pasión.

Voy a cometer una imprudencia, pero debo hacerlo a fin de revelar al menos en parte su singular talento narrativo. Escuchen esto: «Aquella noche me acosté con Naoko. No sé si fue correcto. Ni siquiera hoy, veinte años después, podría decirlo. Tal vez jamás lo sepa. Pero entonces era lo único que podía hacer. Ella estaba en un terrible estado de nerviosismo y confusión; deseaba que yo la tranquilizase. Apagué la luz de la habitación, la desnudé despacio, con ternura; luego me quité la ropa. La abracé. Aquella noche de lluvia tibia no sentimos el frío. En la oscuridad, exploramos nuestros cuerpos».

Ahora permítanme agregar que la escena continúa y va volviéndose cada vez más excitante y amarga. Todo está allí, en un párrafo de «Tokio Blues»: la soledad, el encuentro, el sexo definitivo y contundente, y luego, la desolación, el dolor porque a veces no hay manera de arreglar las cosas.

Haruki Murakami ha publicado también, entre otros libros, «Al sur de la frontera, al oeste del sol» (Tusquets), otro sobresaliente título donde el amor se confunde con la locura y el hastío. El autor tiene además un sitio en internet muy interesante poblado de textos, referencias y datos suyos: www.murakami.com.

Un lugar en el cyberespacio que comienza con esta frase en inglés: «In a place far away from anyone or anywhere I drifted off for a moment».


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