Hora de treguas 24-11-03

Como buen argentino, la paciencia no forma parte de las características distintivas del roquense medio.

Paralelamente, es habitual escuchar juicios de valor sobre un determinado proceso, conformados a partir de un repaso fugaz a la historia y amplias observaciones sobre la imagen que entrega el presente.

Hay poco espacio para entender que no todos los proyectos se cocinan al mismo fuego y alta demanda de resultados aquí y ahora.

La evaluación que hacen los vecinos de esta ciudad sobre los responsables de manejar el municipio es ejemplo de esa conducta.

El declive en la prestación de servicios durante los últimos meses estigmatiza la gestión de Ricardo Sarandría al frente del municipio.

La reacción inmediata de una amplia franja de vecinos ante el pedido de evaluación al gobierno local es crítica, achacando falta de operatividad en el mantenimiento de espacios verdes, limpieza de calles, recolección de residuos y prácticamente nula obra pública.

El análisis no computa el orden en las finanzas, el canal de participación abierto con la normalización de juntas vecinales, el lanzamiento de un plan estratégico para empezar a escribir el punto final al crecimiento desordenado, la búsqueda de transparencia en el manejo de los planes sociales. En síntesis, lo abstracto, lo que no se ve saliendo a la vereda, no cuenta.

Claro que estas acciones no justifican ni compensan las falencias en las demás obligaciones del Estado local, pero sería bueno no perderlas de vista durante los próximos días, cuando se acerque la despedida de Sarandría y afloren los balances sobre su administración.

En este contexto, utópico sería pretender que el perfil exitista de los roquenses se modifique en un período inmediato.

Esta realidad significa todo un desafío para el próximo intendente, Carlos Soria, y el equipo de funcionarios que elija para gobernar la comuna.

Está demostrado, a partir de sus primeras acciones ante el gobierno nacional, que Soria intentará generar entre los vecinos un shock de confianza.

Un par de anuncios sobre obras importantes que espera la ciudad, la apertura del gabinete hacia extrapartidarios y mucha presencia fuera de su despacho aparecen como claves en el diagrama de los primeros días de gobierno.

Ahora bien, las necesidades de infraestructura no son pocas y el presupuesto del municipio no está lo suficientemente dotado de recursos para afrontar otro crédito internacional que se sume a los gastos que demandará durante los próximos años el anillo vial circulatorio. Además, es lógico suponer que más allá de la buena relación que tiene el jefe comunal electo con funcionarios del gobierno nacional, Buenos Aires no será la panacea para los males roquenses.

En consecuencia, antes o después, será inevitable que su gobierno transite por etapas carentes de fondos frescos para responder a todas las demandas. Está en la lógica de una ciudad ubicada dentro del mapa de un país en crisis, en el que la calma económica es frágil e incipiente.

Por eso no sería una buena señal que Soria fuerce una imagen de «municipio topadora», que avanza sin pausa más allá de los costos a futuro a partir de un solo argumento: «es lo que pide la gente».

Por eso el vecino debe aprender que cada cosecha requiere de trabajos previos y tiempos de maduración invariables. Sería desacertado exigirle al gobierno peronista que haga en tres meses lo que no se comenzó a construir en años.

En tanto -y según expresiones de Soria- algunos partidos minoritarios que no ganaron las elecciones tendrán desde diciembre una oportunidad inédita: integrarse a estructuras gubernamentales. Aprovechar esos espacios sin desligarse del rol guardado a una oposición seria y constructiva sumaría un dato optimista al nuevo escenario político.

El inicio de una nueva etapa está a la vuelta de la esquina. Tal vez más que nunca, la ciudad necesita treguas.

Hugo Alonso

halonso@rionegro.com.ar


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