Horror en una bailanta: más de 150 muertos

Una bengala habría provocado el incendio en un local donde había 6.000 jóvenes

Al menos 150 jóvenes muertos y más de 300 heridos era el saldo, hasta las 2,15 de hoy, del incendio que se produjo anoche en el local bailable conocido como «El Reventón», ahora rebautizado como «República de Cromagnon», en el barrio porteño de Once, donde había alrededor de 6.000 personas.

Las cifras fueron confirmadas por el comisario inspector Daniel Rodríguez, jefe de prensa de la Policía Federal. No se descarta que el número de muertos dado oficialmente pueda ser superado de acuerdo con versiones de las víctimas que lograron escapar del lugar como por algunos de los miembros de las fuerzas de bomberos y policiales que trabajaban en el lugar.

Muchas de las víctimas murieron aprisionadas en su intento por escapar del fuego, dijeron algunos de los asistentes. Otros en cambio perdieron la vida al ser alcanzadas por las llamas.

Entre los asistentes se encontraban varios niños de entre 5 y 10 años, algunos de los cuales se convirtieron en víctimas fatales.

El incendio se inició alrededor de las 23, cuando unas 6.000 personas se encontraban en el interior del local asistiendo a un festival de rock a cargo del grupo «Callejeros». La bailanta se encuentra situada en la esquina de Ecuador y Bartolomé Mitre, frente a la Plaza Miserere.

La falta de salidas suficientes para permitir el escape de los asistentes, hizo que la mayor parte de los jóvenes quedara encerrada sin poder abandonar el edificio a tiempo, por lo que un porcentaje alto de ellos resultó con quemaduras de diverso grado y asfixias.

Un total de ocho dotaciones de bomberos trabajaron para dominar las llamas mientras 40 ambulancias del SAME y patrulleros de la Policía Federal trasladaban los heridos a diferentes hospitales y hasta a sanatorios privados,.

Por su parte el gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires señaló que en los nosocomios capitalinos se habían verificado 149 decesos y 360 heridos, pero a ello hay que añadir que muchos heridos fueron internados en el Hospital Churruca de la Policía Federal y en sanatorios privados.

Algunos jóvenes que lograron abandonar el lugar atribuyeron el incendio al disparo de una bengala o de un artefacto pirotécnico conocido como «tres tiros». El fuego surgido de ese aparato incendió una red «media sombra» que cubría gran parte del espacio en el que se encontraban unas 6.000 personas, desatándose una virtual locura entre quienes pugnaban por salir del lugar.

Los primeros en llegar al lugar del incendio fueron los efectivos de la Guardia de Infantería de la Policía Federal, generándose fuertes incidentes con los asistentes a la bailanta, que les reprochaban la ausencia de ambulancias para trasladar a las víctimas.

Las escenas eran dantescas esta madrugada, con cientos de personas tratando de ubicar a sus seres queridos, tanto en el lugar del incendio como en los distintos hospitales hacia donde fueron derivados los heridos.

«Cuando entré estaba todos encimados unos sobre otros», declaró al canal de noticias Crónica TV un testigo que auxilió a las víctimas en los primeros instantes, «se pisaban y se volvían a pisar una y otra vez».

Los heridos, cuyo número crece constantemente, están distribuidos en numerosos hospitales porteños, como el Rivadavia, el Fernández y el Ramos Mejía, el que se encuentra saturado en su capacidad.

Personal de la Superintendencia de Bomberos de la Policía Federal, continuaba removiendo los escombros del lugar siniestrado, en busca de más cuerpos.

Esta catástrofe es la mayor que se conoce en el país, sólo superada hasta el presente por el incendio en un supermercado en Asunción, meses atrás.

El trágico hecho se produjo a poco más de once años del incendio del boliche «Khevis», en Olivos, oportunidad en la que fallecieron 17 jóvenes por una circunstancia similar: la carencia suficiente de salidas.

Caos. Confusión. Los canales de noticia de cable (la televisión abierta ausente, salvo el 9 en el inicio) eran los únicos que esta madrugada mostraban crudas imágenes en directo y daban cuenta de un aumento exponencial de cifras de muertos y heridos, a medida que se conocían los partes de los centros de salud que prácticamente no daban abasto para alojar tantos heridos.

Padres y familiares se acercaban al terrible escenario para buscar a sus chicos o, en el peor de los caos, reconocer los cadáveres. Eran imágenes patéticas. A un costado se apilaban los jóvenes sin vida, mientras las ambulancias del SAME -declaradas en emergencia- se sucedían intermitentemente para recoger heridos y dejar de lado los muertos.

La mayoría eran adolescentes y muchachos de no más de 20 años de edad, pero -se supo- también había niños de corta edad.

Si bien los Bomberos realizaron la tarea de sofocación del incendio en un período relativamente breve, el humo y la desesperación de todos para salir por la aparente única puerta de salida del edificio generó gran parte de la tragedia. Muchos murieron sofocados, sin poder salir, o aplastados mientras lo hacían por tan reducido espacio.


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