Hungría sigue bajo presión del FMI

Hungría enfrenta una semana decisiva: el Fondo Monetario Internacional (FMI) quiere analizar si el país está dispuesto a renunciar a su controvertida política económica, condición para otorgarle un nuevo crédito. Y es que sin la ayuda internacional al país europeo lo amenaza la bancarrota. El primer ministro húngaro, el conservador derechista Viktor Orban, juega al póquer estos días con las potencias mundiales con peligrosas apuestas que lo ponen al borde del precipicio, porque sin un nuevo crédito del FMI el impago estatal está a la vuelta de la esquina, después de que los inversores internacionales perdieran la confianza en un cambio económico del golpeado país. Las grandes agencias de rating evalúan los bonos de deuda húngara como altamente especulativos y los sitúan en el nivel de bonos basura. Y en tiempos de crisis, con los mercados nerviosos, a la nota de las agencias se unen los numerosos signos de desconfianza enviados por la controvertida e imprevisible política económica de Budapest. Tras su triunfo electoral en el 2010, Orban se negó a reconocer las señales: la crisis global y la deuda dejada por sus predecesores apenas dejaban margen financiero. Pero en lugar de comenzar a negociar con el FMI y la UE en noviembre, impuso hasta el cambio de año nuevas leyes constitucionales. Contra las advertencias del FMI y la UE limitó la independencia del banco central y las competencias de actuación en política económica de futuros gobiernos. Pero la caída en picado de su moneda, el florín, y el castigo de los mercados financieros lo obligaron a dar su brazo a torcer: mañana Orban enviará a su negociador Tamas Fellegi a Washington para “sondeos informales” con la directora ejecutiva del FMI, Christine Lagarde. Lagarde no había dejado duda alguna sobre sus expectativas en una entrevista anterior con la CNN: restaurar la independencia del banco central es una precondición para la reanudación de las negociaciones crediticias. “No estamos satisfechos, no asumimos compromiso alguno, pero al mismo tiempo no nos levantamos de la mesa de negociación”, señaló. Dicho de otro modo, la puerta está abierta, pero debe haber movimiento por parte de Budapest. Sin embargo, ceder sería negativo para la imagen de Orban, puesto que en su propio país él no tolera la réplica y gobierna con mano de hierro, imponiendo sin escrúpulos las reglas del juego democrático. No hay plan, sólo improvisación; no hay cooperación, “sólo dictado”, criticó el politólogo Zoltan Lakner la forma de gobernar de Orban. En lugar de “la lucha por la independencia económica” y la “ruina de Occidente” que predica, ahora es un hombre que pide por sus instituciones financieras. Analistas británicos creen que Hungría necesitará créditos de 20.000 millones de euros. El portal económico húngaro fn.hu tuvo acceso a un documento del FMI que alista las exigencias básicas al gobierno húngaro, que requerirían que Orban soltara considerablemente las riendas, según el diario. Y no se trata sólo de la independencia del banco. Budapest tendría también que contener el gasto público, volver a recortar el gasto social y renunciar a medidas para reactivar el crecimiento económico. Todo ello equivaldría a la ruptura del curso de gobierno hasta ahora y sería como poner a Hungría bajo tutela. En noviembre, viendo venir la necesidad de créditos del FMI, Orban ya dijo en sus círculos internos: “Si viene el FMI, yo me voy”. Pero poco a poco se ha ido acercando al Fondo. Su margen de acción es cada vez más estrecho. Una salida silenciosa como ocurrió con su amigo Berlusconi en Italia no parece inminente, pero quizá sí una aparatosa caída.

Gregor Mayer DPA


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