Imaginación al servicio de pretensiones soberanas
Los múltiples conflictos de soberanía sobre las aguas y el subsuelo del mar del Sur de China están entre los más peligrosos del mundo. Enfrentan a China con prácticamente todos sus vecinos en esa zona y a estos entre sí. Por ello se ha generado una suerte de nudo gordiano de reclamos cruzados y superpuestos.
Las estrategias y los argumentos que cada país reclamante utiliza en defensa de sus pretendidos derechos son de todo tipo. Con una imaginación sin límites. Van desde la vía tradicional del arbitraje en La Haya, que transita Filipinas, hasta la construcción material de islas que lleva adelante China o la transformación de peñascos en islas pretendidamente capaces de alimentar a sus residentes que empuja Taiwán. Nos referiremos aquí sólo a este último esfuerzo.
Taiwán, recordemos, no es generalmente reconocido como Estado. Por ello no puede recurrir a los mecanismos arbitrales e institucionales de solución de disputas que está disponibles sólo para los Estados. Para China, Taiwán es apenas una provincia más de su territorio.
Taiwán “ocupa” una isla en el mar del Sur de China que está en el ámbito de la cadena de islas llamada Spratly. La que denomina Taiping. De poco más de un kilómetro de largo, en la que ha construido una pista de aterrizaje. En procura de que bajo el derecho internacional se la tenga efectivamente como una isla, la ha poblado de cabras y señala públicamente que tiene, además, agua dulce y yacimientos de guano (fertilizante) que permiten la actividad agrícola.
¿Por qué? Para poder sostener así que se trata de una “isla habitable”, capaz de “sostener la vida humana” y de mantener en ella actividad económica. Ello, de ser aceptado, le conferiría jurisdicción sobre las 200 millas de su “zona económica exclusiva”, incluyendo la pesca y la riqueza de su subsuelo. Por oposición a si se la tuviera apenas como una “roca” o como un “peñón”, frente a lo que Taiwán sólo podría reclamar para sí jurisdicción sobre las aguas y subsuelo en las doce millas en derredor de ella.
Hablamos de una pequeña superficie, que apenas sobresale sobre el nivel del mar, con unas pocas palmeras, a 1.500 kilómetros de Taiwán y a tan sólo 500 kilómetros de Vietnam y de las Filipinas. Por ahora, ocupada militarmente por Taiwán. Lo que, cuidado, para China significa China, aunque la realidad concreta sea otra. Un ejemplo más de las complicaciones de todo tipo que presentan los reclamos de soberanía en esa tensa zona del mar del Sur de China.
(*) Exembajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas
Emilio Cárdenas (*)
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