Impunidad

La impunidad de las acciones violentas del barrabrava David «Tigre» Ancao tienen como espejo sus propias declaraciones: «No me arrepiento; lo haría de nuevo». Y su sincera -patética- declaración refleja también las seguridades de que cuenta con carta blanca y de que nunca se le puso freno. En ese sentido, la responsabilidad de los dirigentes es evidente.

La gravedad de lo que hicieron Ancao y su ladero «Camacho» no merece muchas disquisiciones: agredieron a Luis Boschi en un lugar público (la platea del estadio municipal de Bariloche), a la vista de testigos y durante un espectáculo deportivo. La policía se limitó a pedirles «por favor» a los agresores que se retirasen a otro sector (la tribuna visitante).

La tesis de que, por tratarse de un delito de privado, si no media denuncia del agredido, no habrá acción judicial es insólita. Los uniformados debieron haber detenido a los agresores y ponerlos a disposición de la Justicia, en el marco de la Ley N° 23.184 (norma de orden público vigente para todo el territorio de la Nación). Todo lo contrario.

La policía no solo trató con deferencia a los violentos; los dejó ir, como así a los testigos.

Hoy al menos queda una pública confesión, sobre la cual un fiscal puede tomar notar e iniciar una causa de oficio para remediar tanta laxitud y tolerancia a los violentos.


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