Insisten en las ventajas del sistema parlamentario

Las ventajas del parlamentarismo como alternativa destinada a tornar eficaz el sistema político argentino -siempre sometido al personalismo que deviene del presidencialismo- fue el tema que desarrolló el politólogo y columnista de «Río Negro» Aleardo Laría ante un centenar de dirigentes políticos y empresarios.

El encuentro se llevó a cabo en la sede del Movimiento Productivo Argentino (MPA) que lidera el ex presidente Eduardo Duhalde, quien asistió a la conferencia junto a ex funcionarios.

El expositor fue presentado por Carlos Brown y Silvina Viazi, presidente y secretaria académica del MPA, respectivamente.

Laría estima que Argentina puede avanzar hacia la introducción del parlamentarismo sin mayores traumas en materia de decisiones. Sostiene que la transformación se puede poner en escena mediante dos cambios que define como «mínimos». Primer paso: que la designación del jefe de Gabinete -figura creada con la reforma constitucional de 1994- sea efectuada por el Parlamento en vez de ser nombrado por el presidente como sucede actualmente. «Naturalmente -acotó Laría- habría que regular un mecanismo para que el Parlamento que ha designado a ese jefe de Gabinete tenga la posibilidad de revocar su designación y reemplazarlo por otro». Segundo paso: traspasar al jefe de Gabinete todos los poderes de gobierno que tiene el presidente, de modo que éste quede como jefe del Estado, pero sin capacidad de mando sobre el gobierno.

Autor de «Calidad institucional y presidencialismo: los problemas no resueltos de la Argentina» y de «El sistema parlamentario europeo. Las ventajas del parlamentarismo», Laría pasó revista a las diferencias entre el parlamentarismo y el presidencialismo, destacando la eficacia del primero sobre el segundo. «En el sistema presidencialista resulta difícil medir la eficacia de un gobierno -si se han alcanzado los resultados-, porque la gestión es muy personalista, no siempre responde a un plan y está sujeta a múltiples improvisaciones. Nadie conoce al presidente hasta que no apoya sus nalgas en el sillón de Rivadavia. Es lo que suele llamarse un OINI -un Objeto Individual No Identificado-. Recién cuando asume se revelan sus planes reales y aflora su verdadera personalidad. Su elección es una suerte de tirada de dados. El tema de la eficacia nos traslada entonces al tema de la gobernabilidad. Muchas personas piensan que el sistema presidencialista es más favorable a la gobernabilidad porque favorece la presencia de gobiernos fuertes», sostuvo.

Luego acotó: «Si reflexionamos esto desde la óptica de la moderna gestión empresaria, observaremos que una buena gestión empresarial no es precisamente la gestión autoritaria. Un buen gestor debe saber escuchar a sus colaboradores y tener una gran capacidad de flexibilidad en las negociaciones que entabla con los clientes internos y externos de la empresa. La buena gestión pública es bastante similar y requiere voluntad política para impulsar los cambios contemplados en el plan de gobierno y, al mismo tiempo, flexibilidad para acomodarlos a las circunstancias y conseguir los apoyos sociales mínimos e indispensables. El presidencialismo, como hemos comprobado últimamente, estimula los comportamientos autoritarios del presidente».


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