Intentan agredir a jueces y acusados, tras una absolución en Bariloche

Fue en el juicio por el crimen de un repartidor.

SAN CARLOS DE BARILOCHE (AB).-La Cámara Segunda, en un fallo que no ahorró críticas hacia el fiscal Guillermo Lista, absolvió ayer a los dos sujetos que estaban acusados del homicidio de José Aguilera, un repartidor de alimentos que fue ultimado a balazos cuando se resistió a ser asaltado el 18 de noviembre de 2002 en una calle secundaria de uno de los barrios del Alto de Bariloche. Los familiares y amigos de la víctima, que colmaron la sala de audiencias, intentaron agredir a los imputados apenas finalizó la lectura de la sentencia.

«La porfía del fiscal no sólo que lo perjudica en la búsqueda de certeza sobre lo ocurrido, sino que lo lleva a cometer un yerro grave de interpretación de la prueba», sostuvo en su voto el juez preopinante Héctor Leguizamón Pondal, argumentando lo que sería la sentencia absolutoria de Patricio Adrián Asenjo Tobar y José María Báez. Al mismo tiempo hizo recaer las sospechas sobre tres testigos de cargo que, en su momento, fueron despegados de la causa.

En una sala de audiencias repleta, la Cámara Segunda se constituyó para dar lectura al fallo que, días antes, ya se preveía iba a generar polémicas y hasta incidentes.

El juez Leguizamón Pondal dio lectura a su propio voto, al que adhirieron sus colegas César Lanfranchi y Miguel Angel Lara, sosteniendo que, tal lo señalado por la defensa, los argumentos de la tesis de cargo fueron «irrelevantes para la etapa de juicio y no son serios ni categóricos y, menos, concomitantes».

Desde el principio de la etapa oral, que insumió algo menos de dos meses, las pruebas obrantes en la causa y los testimonios escuchados en las audiencias, parecieron débiles. Tanto había sido así que, el propio fiscal de Cámara Enrique Sánchez Gavier, al momento de ser citado a juicio, había considerado innecesario el debate y propiciado el sobreseimiento de los acusados, ya que las sospechas sobre Asenjo Tobar

y Báez «no reciben aval posterior alguno como para confirmarlos autores materiales del ilícito».

«Esta premonición del experimentado fiscal», dijo ayer la Cámara, llevó al llamamiento del agente fiscal Guillermo Lista, según preve el artículo 58 del ritual, para subrogar al fiscal de juicio ya que él había sido quien promoviera la acusación en la etapa de instrucción.

Sin embargo, si bien las pruebas reunidas fueron útiles para el procesamiento y la elevación a juicio de la causa, no lo fue para llegar al grado de certeza requerido en la sentencia.

El Tribunal criticó la actuación fiscal desde su inicio y dejó planteados varios interrogantes que deberán ser contestados cuando, según lo ordenado ayer, la causa vuelva a instrucción.

En principio se deberá investigar a los testigos Daniel Painehual y Patricio Uribe, quien juntos con el sobreseido en instrucción José Javier Pérez, compartieron una reunión alcohólica con los dos imputados y que, en realidad, fueron los tres primeros sospechosos del asesinato.

Incluso las pruebas de parafina para detectar rastros de pólvora tomadas sobre las manos de Painehual fueron positivas. Para más abundancia, una gorra que fue descubierta a escasos 3 metros del cuerpo de la víctima, fue reconocida por una testigo imparcial como perteneciente a Pérez.

Pese a estos indicios en instrucción, Pérez fue sobreseido y Painehual y Uribe desincriminados e incorporados como testigos.

Apenas finalizada la lectura del fallo los asistentes se avalanzaron sobre los imputados, intentando descargar así su angustia contenida durante un año y medio. Los imputados y los jueces debieron ser ayudados para que pudieran abandonar la sala por una puerta secundaria.

 

«Compró la versión de los sospechosos»

El 18 de noviembre de 2002, cerca de las 18.30, José Aguilera estacionó el camión repartidor de la empresa Paimún en Quaglia 2.720, frente a la despensa «Román».

Su compañero de trabajo ya había bajado del rodado para cumplir con el pedido cuando un delincuente, apoyado por al menos otra persona, apareció por la ventanilla del conductor, encañonó a Aguilera y le pidió la recaudación.

Allí, en una secuencia que no pudo ser determinada con total seguridad, se produjo un forcejeo entre el malviviente armado y su víctima y sonaron entre dos y tres disparos. Una de los proyectiles penetró en la línea axilar posterior izquierda, a unos 10 centímetros por debajo de la tetilla, y perforó el corazón y pulmones, ocasionando la muerte en forma casi inmediata de Aguilera, a raíz de un shock hipovolémico.

Poco después la policía encontraría en el lugar la tira de una mochila y una gorra visera negra con la inscripción «elf», además de dos de los proyectiles.

Al día siguiente, en una serie de allanamientos, se procedió a detener a Uribe, Painehual y Pérez, y 24 horas más tarde a José María Báez.

Asenjo Tobar fue capturado recién ocho meses después.

Ayer la Cámara entendió que los primeros tres detenidos, sin haber estado incomunicados luego de su detención, pergeniaron la estrategia desincriminatoria de señalar a Asenjo Tobar y Báez como posibles autores del hecho.

«La estrategia dio resultado» dijo ayer la Cámara y agregó que «cuando el fiscal habilita el sobreseimiento de José Pérez no meritúa lo que estamos hoy analizando, menosprecia el material existente y «compra la versión de los que están sospechados».


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