Intento de fuga e incendio en la alcaidía de Bariloche 

Internos y guardias de la cárcel venían viviendo una tensión creciente. Ayer la cuerda se tensó demasiado y algunos intentaron fugarse. Luego surgió un incendio que agravó las cosas.

SAN CARLOS DE BARILOCHE (AB).- El clima de inquietud que viven desde el fin de semana internos y custodios de la alcaidía local se potenció ayer cuando se declaró un incendio en una de las celdas y debieron intervenir los bomberos.

Los internos fueron evacuados preventivamente hacia los patios interiores y el incendio fue dominado en una hora por quince bomberos mientras en las cercanías del edificio ya se habían reunido decenas de familiares de los detenidos, que temían por ellos y se quejaban por las condiciones de alojamiento que sufrían.

Todo comenzó ayer con la rutinaria inspección matinal de la unidad carcelaria. Un policía advirtió que habían sido limados los barrotes de la celda 12, que comunica con un patio interior abierto. Las autoridades desalojaron la celda y poco después comenzaron a soldar los barrotes. Pero no se sabe si saltó una chispa de la soldadora o se trató de un atentado de algún interno porque en instantes comenzó a arder un colchón, la ropa y el televisor de los detenidos, y debieron intervenir los bomberos para evitar que el fuego se propagara a otras celdas por el entretecho de la alcaidía.

En la celda incendiada estaban alojados Roberto Boggón, Hugo Painehual y José Manuel Colipi. Los primeros ya recibieron condena y no parece descabellado que hayan aserrado las rejas para fugarse, pero Colipi fue el último en ingresar, el sábado 26, y las mismas autoridades policiales presumen que pudo haber llegado a la alcaidía en forma voluntaria, buscando venganza por la muerte de su hermano. En otra celda, especialmente aislado y custodiado, está detenido el sospechoso de haber dado muerte a Ramón Colipi el 25 de febrero de 1998.

El preocupante clima interno se trasladó a las inmediaciones, donde continuaban apostados varios patrulleros y decenas de policías de las restantes unidades de Bariloche, horas después de sofocado el incendio.

El comisario mayor Leopoldo Bordón está convencido que los internos preparaban una fuga que resultó abortada por la inspección policial. Reconoció el malestar interno y lo adjudicó a la obligada convivencia de «grupos antagónicos, superpoblación, reclamos por agilización de causas, conmutación de penas y traslado de condenados». El segundo jefe de la Regional III también aceptó que «la capacidad normal de la alcaidía es para 40 o 50 detenidos y ahora hay 107; hay hacinamiento, pero no hubo hechos graves desde hace más de dos años».

La alcaidía fue concebida como cárcel de encausados, pero alberga a 48 condenados con sentencia firme y una docena más que tienen recursos pendientes. Por eso es casi imposible que en la alcaidía separen a procesados y condenados, cuando las prioridades pasan por aislar y dividir a los que alimentan antiguas rivalidades, a los disciplinados de los revoltosos, y cuando pueden a los acusados por algún delito sexual. La única mujer procesada, gracias a su embarazo, logró que le concedan el régimen de arresto domiciliario pese a que se le imputa la participación en un robo con armas.

Hay internos condenados que transitan la fase de autodisciplina y salida transitoria, pero se dificulta la aplicación del régimen de la progresividad de la pena porque no existen espacios para que puedan realizar un justo tratamiento penitenciario. El agua sofocó el incendio en la alcaidía, pero no alejó el riesgo de que se produzcan nuevos acontecimientos indeseables.


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