Investigación: El oscuro crimen de un bebé por el que nadie reclama 1-4-03

Un hecho terrible en un barrio manso

Un ultrasobischista fiel en el peor momento

Murió asfixiado y no por los golpes

Fiscal Terán: dijo que en la acusación está sugerida la participación de otra persona, pero aclaró que la sospecha excluye al médico. CUTRAL CO (Enviado Especial Agencia Neuquén).- El 11 de agosto pasado comenzó temprano para la mayoría de los chicos. Era domingo, día del Niño. La coincidencia entre la fecha y el hecho que se pasa a relatar hiela la sangre. Fue al mediodía cuando en su casa del barrio 25 de Mayo de Plaza Huincul, Marcela Inda Ruiz, de 30 años, sintió las primeras contracciones, síntoma inequívoco de que su bebé estaba por nacer. La mujer -funcionaria de la subsecretaría de Salud de la provincia- había ocultado el embarazo durante nueve meses, se cree que a casi todos en su círculo íntimo sin que hasta ahora se sepa quién era el padre. La descompostura, normal para cualquier embarazada a punto de parir, fue la antesala de uno de los crímenes más aberrantes que se recuerde en la comarca Huincul-Cutral Co: el brutal asesinato de un chiquito que pesó cuatro kilos y que vivió algunos minutos, no se sabe cuántos. Las dos autopsias y las pericias revelan que el pequeño que no llegó a tener nombre fue literalmente arrancado del vientre, por su madre y otra persona, que -quizá por el tironeo- le desgarraron las comisuras de la boca. Dice también una autopsia que ella y/o la otra persona golpearon repetidamente la cabeza del bebé contra la pileta del baño produciéndole una triple fractura de cráneo. Fue sin embargo una última acción, asfixia, la que terminó con la diminuta vida del pequeño, al que nadie recuerda haber escuchado llorar y por el que no hay reclamos de justicia. Una investigación de «Río Negro» intenta echar luz sobre esta causa, donde -anudadas al poder- florecen dudas y sospechas, muchas, demasiadas. «No lo podía creer, cuando vi al bebé me quise morir; era un nene hermoso ¿sabe usted cuántas mujeres vienen a mi consultorio porque no pueden quedar embarazadas? ¿sabe cuántos matrimonios darían cualquier cosa por una criatura así?». La afirmación corresponde al médico de una clínica privada, quien vio el cadáver del pequeño dentro de una bolsa de consorcio, tal fue el medio en que el cuerpito fue llevado al centro de salud. Por el asesinato, está procesada Marcela Inda R Marcela Inda es trasladada por la policía provincial, al salir del juzgado el día en que la jueza Martínez le dictó el procesamiento por homicidio agravado por el vínculo. uiz, pero se deja en claro que ella no pudo consumarlo por sí sola. Es precisamente sobre el posible cómplice que las dudas se expanden. La causa -elevada a juicio en febrero por el juez de Instrucción Penal de Cutral Co, Mario Tomassi- tiene demasiados puntos flojos y alimenta la sospecha de una comunidad que, sin embargo, permanece en silencio. Es que la acusación del fiscal Santiago Terán dejó de lado a un personaje clave, el médico y ex legislador sobischista Roberto Sánchez Diego, vecino, jefe y amigo íntimo de la presunta asesina. El profesional, de unos 48 años, era el jefe de la Quinta Zona Sanitaria -el cargo administrativo y político más importante al que se pueda aspirar- y ella la administradora de ese organismo, apenas un escalón más abajo que su amigo, quien la puso en funciones. La estrecha relación entre ambos era de toda la vida: sus casas están enfrentadas y Manuela Ruiz (la mamá de Marcela) es amiga del médico y de su esposa. Por eso, a nadie extrañaba verlos siempre juntos, más aún cuando comenzaron a trabajar en la Zona Sanitaria, adonde la chica llegó a través de un plan de empleo para desocupados. Los investigadores judiciales contaron que Sánchez Diego había terminado de comer cuando Manuela cruzó la calle San Cayetano en busca de ayuda para Marcela que estaba descompuesta. Primero fueron hasta la casa de la parturienta, la esposa y la hija del médico y se llevaron la nena de Marcela, que estaba «muy mal» en el baño. Alertado, el médico corrió hasta la casa y asistió (no se sabe de qué modo) a su vecina y amiga que sangraba a mares, como lo atestiguaban las toallas y toallones con las que intentaba parar la hemorragia. A pesar del cuadro, según su declaración, el médico no se percató del parto. Es más, hasta ahí, siempre según su testimonio, asegura que nada sabía del embarazo y en consecuencia mucho menos de parto. – «Más o menos a las dos de la tarde, Roberto (por Sánchez Diego) me llamó para decirme que iba a traer a Marcela que tenía pérdidas, cuando le pregunté de cuántos meses estaba, me dijo que no estaba embarazada. Le pregunté si me estaba tomando el pelo, y me cortó». La afirmación corresponde a Néstor Ormachea, el director del hospital de Cutral Co, quien estaba de guardia ese domingo. Ormachea dice que después no supo del tema hasta alrededor de las cuatro de la tarde, cuando por teléfono desde una clínica privada su colega Oscar Pfaff le dijo que había atendido a la mujer (conocida de ambos) y que se trataba de un hecho judicial. Por eso y por una regla no escrita se negó a seguir atendiéndola en el centro privado y la derivó al hospital público. ¿Qué pasó en el interín? Desde el escenario del crimen, Sánchez Diego llamó a una ambulancia -con un camillero y una enfermera del hospital de Plaza Huincul- que como un rayo llegó hasta la casa de la parturienta donde también habría estado la madre. Desde allí, con la muchacha adelante -consciente pero descompensada por la pérdida de sangre- fueron hasta la clínica Cutral Co. La mujer tenía el útero extremadamente dilatado y profundos desgarros vaginales. Cuando Pfaff vio a la chica no tuvo dudas y preguntó por el feto (no sabía que era un bebé). Entonces -así consta en su declaración- Sánchez Diego recordó que en la bañera, junto a los toallones con sangre había visto una patita que en ese momento pensó era «de un muñeco» de la hija de cinco años de Marcela. «La dije que tenía que haber un feto, que lo traiga. Y al rato apareció con la bolsa de nailon, con un bulto grande; nunca lo voy a olvidar: era un bebé hermoso. Enseguida llamé a la policía», afirmó Pfaff en diálogo con este diario. El que llevaba el bulto era Sánchez Diego, quien al mediar la exigencia de Pfaff «reaccionó» y se percató de que «el muñeco» que había en el baño de su amiga descompuesta era de carne y hueso. Era un recién nacido de cuatro kilos. El chiquito -que se comprobó tenía oxígeno en los pulmones, es decir llegó a la vida- murió asfixiado. No se sabe si la muerte fue en el trayecto que recorrió dentro de la bolsa hasta la clínica o por la introducción de un objeto en su boca, como sospecha la fiscalía (ver aparte). Dos horas después del primer llamado de Sánchez Diego a Ormachea, Marcela fue trasladada al hospital donde está registrada una limpieza en la que le extrajeron restos placenta (la masa grande nunca se encontró). Ya en ese lugar, la mujer respondía con respuestas sin ton ni son ¿Qué bebé? ¿Qué embarazo? Yo no tuve ningún bebé -recuerda Ormachea que le dijo la mujer. «Hubo dudas con respecto a la actuación del médico, pero con los elementos que hay en la causa no se pudo determinar ninguna responsabilidad», admitió a «Río Negro» el juez Tomassi. El fiscal Terán defendió la investigación y dijo que en la acusación está sugerida la participación de otra persona; pero aclaró que la sospecha excluye al médico e incluye a la madre de la joven. Roberto Sánchez Diego ya no vive ni trabaja en la comarca petrolera. Fue designado al frente del departamento de Medicina Laboral de la subsecretaría de Salud, en Neuquén. Marcela Inda Ruiz está presa en la cárcel de mujeres, en silencio y bajo la constante amenaza de sus compañeras que juran le harán pagar el peor de los pecados. Su madre, Manuela, también mudó a la capital, donde cuida a su única nieta. «No voy a hablar, ya estoy afuera de eso, demasiado daño ya me hicieron», se excusó del ex diputado Roberto Sánchez Diego, quien para la causa sólo es «un testigo más».

Rodolfo Chávez rchavez@rionegro.com.ar

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