Invisible
Es cerca de la medianoche de un día de semana y Roca esconde lo que sucede en sus rincones.
Un bulto similar a un bicho canasto gigante está tirado en el piso de cemento.
Se retuerce suave, bajo la pared del terraplén de las vías.
Todo ocurre a metros del vértigo de la rotonda principal, donde descansan los autos que esperan a sus dueños.
Desde el bulto de trapos y papeles sale luego un quejido débil y la tos pegajosa.
Habituado al desamparo, el linyera sabe que el salto de pueblo a ciudad lo ha vuelto invisible.
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