Involucrado en la historia dolorosa

Eduardo Anguita acaba de publicar su nuevo libro "Sano Juicio" (Sudamericana), que tiene puntos de contacto con la serie anterior, "La voluntad", que publicó junto con Martín Caparrós. "No pude dejar de involucrarme, ya que la génesis del libro tiene que ver con algo que me pasó a mí, un tema sin cerrar... cómo recrea uno el vínculo con un familiar desaparecido, en este caso mi madre Matilde Vara, secuestrada el 24 de julio de 1978", explica el autor.

BUENOS AIRES (Télam).- Cientos de argentinos, chilenos y uruguayos pasaron por el despacho del juez español Baltasar Garzón para testimoniar y reconstruir la metodología del terror implementada por las últimas dictaduras del Cono Sur, una historia que comenzó en 1996 y que es seguida paso a paso por el periodista Eduardo Anguita en el libro «Sano Juicio».

El 4 de noviembre de 1998, una audiencia nacional confirmó la jurisdicción de España para conocer de los crímenes de genocidio y terrorismo cometidos durante las dictaduras argentina y chilena y sirvió para darle un marco a lo actuado durante dos años y medio por los jueces Baltasar Garzón y Miguel García Castellón.

«Es un texto que tiene algunos puntos de contacto con «La Voluntad» (su libro anterior de tres importantes volúmenes, escrito con Martín Caparrós y editado por Norma), pero uno de los desafíos en este libro era involucrarme y también tomar distancia», dijo Anguita.

«No pude dejar de involucrarme -subrayó- ya que la génesis del libro tiene que ver con algo que me pasó a mí, un tema sin cerrar…cómo recrea uno el vínculo con un familiar desaparecido, en este caso mi madre, Matilde Vara, secuestrada el 24 de julio de 1978».

Y como reconcilia la deuda que uno tiene con esa persona querida «desde el lugar de la justicia. Para mí el libro significaba jugar con uno de los tantos fantasmas que uno tiene después de los años de terror», consideró.

Anguita dijo ser consciente de que la sociedad «ya tiene una cuota de agotamiento muy importante con los temas de derechos humanos y la posibilidad o no de hacer justicia. Hay un vínculo muy dilemático. Por un lado una gran cantidad de gente mantiene la reivindicación de la justicia, por otro la cotidianidad sobre el tema satura, más rápidamente que años atrás».

Sin embargo, el periodista rescató una nueva manera de mirar el pasado, luego de veinticinco años: «Trato en este libro de sacar todo lo que uno tiene de viejo y cansado», sintetizó.

«Después de todos estos años -prosiguió- quiero liberar el joven atrevido que todavía creo tener para muchas cosas y también al tipo que sabe del tiempo transcurrido desde que viví la militancia con intensidad y la cuota de inocencia de la época. Quiero poner en blanco y negro qué significó para mí ir al juzgado de Garzón a decirle «señor vengo a contarle que a mi madre la secuestraron y ningún juez argentino me quiso oír»».

Y agregó: «Está el plano de la mirada hacia el pasado y el tema de la justicia pendiente y ahí hay un punto de conflicto, el deber ser, la obligación que uno tiene de hacer memoria, no es solamente la necesidad cultural sino la obligación».

El libro está cruzado no solo por innumerables testimonios, sino que elige la voz de su protagonista porque «a medida que me metí en el relato pensé que tenía que encarnarse en una persona, alguien que yo pudiera recrear con cierta libertad, respecto de sus emociones, sus miedos, sus certezas y sus sueños».

«Si no estaba eso iba a amputar parte de la historia y me parecía que tenía que ser contada con mucho latido, no sólo con mucho dato de la justicia internacional», consideró el autor de «Sano Juicio», publicado este mes por la editorial Sudamericana.

Así es como la figura de Carli Slepoy se enseñorea en el texto: «él perdió la dimensión de su tiempo al estar preso, perdió la dimensión del territorio, al ser expulsado de la Argentina, y después perdió la sensibilidad de sus piernas cuando un policía español, borracho, le metió un tiro en la espalda en Madrid».

«Un tipo que vive con un equilibrio impresionante el derecho humanitario internacional pero obsesivamente. Esta cosa del «sano juicio» ¿cuál es el equilibrio? ¿cuál es la salud? ¿quién tiene la medida para saber, donde está lo bueno, lo malo, lo saludable?, cuando uno se ahonda en personas como Carli», reflexionó Anguita.


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