Istvan Schritter, el escritor de imágenes

Fantástico ilustrador, diseñador y escritor, ha publicado inumerables trabajos. En agosto visitará la 3° Feria Patagónica del Libro en Roca.

ENTREVISTA

Istvan Schritter, hace poco Istvan y actualmente Istvansch, nació el 8 de octubre del 68 en Madrid, pero pasó su infancia en San Jorge, Santa Fe.

A los dieciocho se mudó a Buenos Aires, donde aún reside. Fantástico ilustrador, diseñador y escritor, ha publicado “Trabajo de autor”, “Quiero ganar este concurso”, libro-álbum de números y otras artes, ambos editados también en Dubai, Emiratos Árabes Unidos, y “La durmiente”, con texto de María Teresa Andruetto, “Secretos en un dedal” con Laura Devetach y “Todos podemos dibujar”; “Todo lo que es Juan”, sobre el espacio y otras ocupaciones, y “Detrás de él estaba su nariz”, libro-objeto; “Cuento de no creer”, sobre vocales y otros sentimientos; “La semana del gato valiente”, acerca del tiempo y más investigaciones; “Abel regala soles” y “Trenes”, con texto de María Andruetto; “Boca de león” (06); “Todo el dinero del mundo”; “El hombre más peludo del mundo”, editado en Argentina y Suiza; “Ésas no son mis patas”, con palabras de Carla Baredes e Ileana Lotersztain; “El ratón más famoso” y “Des ronds et des carré”, sobre un relato de Didier Mounié, Francia (98), entre más de ochenta títulos.

Creó grandes murales en la Semana del niño en la Universidad Pedagógica Nacional de México y en el Museo de los niños del Abasto. Sus trabajos fueron seleccionados para exposiciones internacionales de ilustración de libros para la niñez; fue docente en todos los niveles; coordinó cursos y charlas para educadores y especialistas en literatura, en nuestro país, Uruguay, México, Portugal e Italia, y es autor del ciclo radial “Ilustración de libros para niños. El mar inexplorado”. En la actualidad dirige la colección “Libros-álbum del eclipse”, es profesor titular del curso Ilustración de libros infantiles de la Dirección Nacional de Posgrado en Artes Visuales; escritor de artículos y notas bibliográficas sobre su sensible oficio; fundador y miembro activo del Foro de Ilustradores Argentinos y, como tal, organizador de exposiciones de ilustración para chicos en Buenos Aires.

Su nombre es húngaro, tuvo una abuela de ese origen, un abuelo rumano, y por parte de su madre, franceses. “Todo mezclado”, acota. “El Istvansch resulta de combinar Istvan -el más común que hay en Hungría- con parte de mi apellido alemán, mucho más complicado…”, le cuenta a “Río Negro”.

La charla con este generador incansable comenzó recordando libros leídos allá lejos en la infancia de los tiempos largos, cuyas pocas ilustraciones aparecían de a tres o cuatro, en medio de ciento y pico de páginas de aventuras. Eso era todo en el rubro, hasta que empezamos a intercambiar las revistas semanales de historietas. Hoy, para los que vienen creciendo, la ilustración es otro relato…

“Cierto es. Ha evolucionado muchísimo, si bien en aquellas épocas había manifestaciones de la imagen que formaban parte de la estructura del relato, ocasionales, una vez cada treinta páginas y solo en blanco y negro. Pero, el período de la Segunda República, previa a Franco, en España, fue de esplendor para la ilustración, con formas de manifestar que aún son innovadoras. Hoy está instalado el género del álbum, del libro ilustrado. En cualquier país del mundo que tiene una industria editorial más o menos constante, no importa si para mercados locales o regionales, la gente los reconoce, el lector promedio está habituado a leer imágenes. Antes, eso no era frecuente sino más una cuestión de adorno o era para especializados. Hoy la imagen también se lee, tiene su propio significado, arma su particular historia, genera nuevas lecturas. Ha crecido mucho…”.

-¿Eso facilita o dificulta tu tarea con el autor del texto?

-El trabajo en coautoría con un escritor o escritora, puede ser tan enriquecedor como empobrecedor de la obra. No garantiza nada. A veces es muy interesante, se comparten opiniones y se convierte en un juego democrático importante; y otras, al contrario, se transforma en un mecanismo de poder que termina empobreciendo al libro. Sí es bueno que existan más posibilidades de abordaje. Que, como escritor e ilustrador, haga una obra integral donde ambos lenguajes se retroalimentan, es una alternativa rica en sí misma. Que me dedique a la autoría de las imágenes en colaboración con el autor y genere algo de diálogo y ambos nos enriquezcamos, es otra y también riquísima. Que el escritor haya entregado su texto a la editorial y ésta por su sola cuenta encargue las ilustraciones y cada uno vaya por su lado, es una opción tan valiosa como las demás. Ocurre que hay un inconsciente colectivo muy generalizado en cuanto a la importancia de la voz del autor. Y, en verdad, cuando él libera su obra, deja de pertenecerle. Hay tratados escritos sobre esa cuestión, franceses particularmente. De hecho pasa al lector quien hará sus interpretaciones. Entonces, cada uno de los siguientes hacedores de versiones de ese material, concibe su propia interpretación porque lo pone en su lenguaje. El escritor sigue siendo propietario de su escritura, pero todo lo otro hay que asumirlo como nuevos relatos de una idea que él no se resigna -y es bastante increíble que sea así- a que no es de nadie. Las leyes a nivel internacional no protegen las ideas porque pueden surgir en cualquier cabeza, en cualquier momento y territorio. Y como tantas veces, de sus escrituras salen nuevas miradas, los autores -sea obra de teatro, canción, libro ilustrado, ópera- siguen pensado que les pertenecen. Y ha dejado de ser así. En el escrito original tienen sus derechos, claro, pero el que hizo música, quien dibujó, el que guionó, también son creadores. Mal que les pese.

-Y en el mundo del libro infantil, ¿cómo es?

-El mundo de los libros infantiles es el más ríspido de los ámbitos en ese aspecto. Hay autores que tienen conciencia de esa situación y de que les gustaría estar dentro de la cabeza de los directores de cine, de los actores, de los realizadores, de los ilustradores, pero saben que es imposible. A diferencia de todas las demás manifestaciones, obra teatral, música, rock, lenguajes artísticos donde se mixturan discursos, los libros para chicos que también mezclan texto, imagen, diseño y objeto, pecan de ser supuestamente destinados a la infancia que en nuestros tiempos está muy cruzada por lo escolar. El gran mercado de libros para pibes, es la escuela… Entonces, hay de nuevo un inconsciente colectivo que emparenta lenguaje de libros ilustrados con enseñar a los chicos. Y son dos cosas bien distintas.

-¿Y para quién es el libro ilustrado?

-El género libro ilustrado, álbum precisamente, es para cualquiera. Gran parte del mercado apunta a los pequeños, pero no todo. Y el libro ilustrado va en ese camino. Como combina texto, imagen, diseño y objeto, se va expandiendo -en este momento- a cualquier tipo de lector. Empiezan a aparecer los pornográficos, revulsivos, políticos, históricos, para adultos, con temas filosóficos. No son muchos. Y todavía produce desconcierto en el lector que lo considera sólo infantil. Pero ese desconcierto se irá diluyendo… Se está desdibujando. Ya pasó con la historieta. Se terminará entendiendo que una parte es para chicos, otra para adultos. Va a ser una especie más, al igual que el cine, la radio, el teatro… Estamos justo en el momento de ese tránsito.

Eduardo Rouillet


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