Jorge Pellegrini: “La fruta sin cosechar le quita vida al productor”
Conocedor por cuna de los valles de Río Negro, el psiquiatra rionegrino reflexiona sobre la crisis que afecta a la fruticultura.
Entrevista
-Reflexionando desde su psicología del productor, sus emociones, sus imaginarios, ¿adónde es arrojado un productor -para el caso frutícola- como resultado de la persistencia en el tiempo de problemas y el surgimiento de crisis como la que afecta hoy a la actividad?
-Con independencia de particularidades que se den en cada uno de ellos y que hacen a su personalidad fundamentalmente, hay algo que sin duda está afectado: el modo, la práctica concreta lograda en el tiempo, de procesar la vida. Procesar en términos de relacionarse con la vida… de hacer vida y más vida a partir de ser productor. De asumirse desde su interioridad en años y años de diálogo personal, muy íntimo incluso, con los demás, con la región, con la provincia…
-¿Instalación en la vida?
-Que es lo que hoy está afectado en el productor flagelado por años de ser blanco de degradación de su trabajo, de su existencia misma. Él se relaciona de mil formas y maneras con el conjunto de la sociedad. Pero en ese vínculo que establece hay una centralidad: el fruto que produce… manzana, pera… lo que sea. Cuando ese fruto no vale nada, ni siquiera retirarlo de la planta o venderlo por nada a una sidrera… bueno, está muy afectada la relación con la vida que ha definido la identidad del productor. No sólo trabajo, sino tradiciones, sentidos… emociones… ¡Cuidados!…
-¿Por qué pone énfasis en la palabra cuidados?
-Mire, yo hace muchos años que dejé el Valle, pero intuyo que no estoy desactualizado si hablo del cuidado con que se debe sacar la manzana y la pera de la planta… que no se lastime… en términos más vulgares: que no se aboye porque si no vale menos o algo parecido. Es una reflexión que se nutre de mi niñez… recorriendo con mi padre chacras, montes y los productores diciéndole con entusiasmo: “¡Mire escribano, mire… mire cómo viene esta planta… y ahora le voy a mostrar otra…!” No sé si esa planta estaba bien o mal curada… No soy técnico fito… fito…
-Sanitario…
-Eso. Y un dato más en relación con lo que veníamos hablando. Crisis como las que hoy afecta a la fruticultura deterioran una relación muy particular y que a mí me generó interés: la del productor con la naturaleza…
-¿Para qué trabajar la tierra?
-No, no. En todo caso, ése es un interrogante que sin duda emerge ante el cariz de la situación. Me refiero a que el productor madura en los tiempos de la naturaleza. Tiene una lectura de lo que le dice el sol cada mañana, esos atardeceres de baja temperatura que presagian heladas que lo tendrán en vilo… esas perras nubes negras que traen granizo… que almacenar gasoil porque en invierno los caminos se ponen fieros… Y… y que “estas botas de goma no dan más con el barro y la escarcha”… En las buenas y las malas, naturaleza y productor están siempre en diálogo… Un vínculo hoy quizá bajo mucho abandono… ¿no?
-¿Recuerda la cruz de ceniza direccionada hacia el punto en que se estimaba llegaría la piedra?
-¡Cómo no voy a recordarla!… Y con independencia de creencias, eso hacía a la relación con la naturaleza. Para el caso, dura… el granizo que arruina el trabajo de meses de un productor, antes un chacarero.
-¿Qué quiere decir con esa distinción?
-Nada. Antes eran chacareros, hoy productores. Lo mismo. Pero vale una reflexión: productores en tiempos en que en la Argentina la producción no está jerarquizada. Lo que manda es el consumo con independencia de todo saber sobre ese proceso. La manzana, por caso. Llega a la mesa con un precio donde el productor ya no incide en nada… es el desvencijado vagón de cola blanco de poderes que lo vapulean sin piedad… concentradores, intermediarios y etc., etc. Y el Estado generando políticas que liquidan a la producción. Y este desgaste está, seguramente, en el centro de la psiquis del chacarero…
-Marc Augé, el filósofo, dice que de sus lecturas de joven de la posguerra, siempre recuerda los relatos de los productores holandeses que históricamente luchaban en la poca tierra retada por el mar y cuidada por canales, que la guerra había destruido sus campos y cuando acudían a los médicos de la Cruz Roja por una dolencia, decían: “Además, ya sabe lo que me pasa… mi trabajo…”. ¿Cómo imagina las primeras palabras, la primera confesión de un productor del Valle que llega a un psiquiatra en procura de ayuda?
-¡Ah!… Es posible que la crisis emerja como causa clave de su sufrimiento… de ser un doliente. Y es posible que en el andar clínico surja que la crisis es lo que provocó el desborde de una complejidad que también tiene otras causas. No sé… y no le estoy diciendo nada nuevo en cuanto a esto. Desde la psiquiatría, la psicología, ante la pregunta, la respuesta sería, en más y en menos, ésa…
– ¿Por qué no se ajusta menos a ese estándar y avanza más? Es una respuesta muy burocrática, algo mezquina…
-¡Ni burocrática ni mezquina: prudente, tampoco conservadora!… ¿Qué quiere, que le invente?
-Calma. Los psiquiatras no pueden perder la calma…
-Ni tener hemorroides…
-Dicen los franceses que, por hemorroides, Napoleón perdió en Waterloo…
-Y… a caballo y con hemorroides, se la regalo ¿no? Pero vayamos a la pregunta. Ante la suma de crisis y más crisis, el productor -clínica mediante- expresa la fractura de identidad que sobrelleva. La manzana y la pera son algo más de lo que son: con “la marca” de Río Negro…
-Con la nieve…
-¡No! Y que no se enoje la linda Bariloche. Pero se llega a Bariloche desde cualquier parte del país en general sin saber que está en la provincia de Río Negro. Se dice Bariloche y es nieve, sí. Patagonia, sí. Pero no Río Negro. Pero la manzana y la pera le han transmitido un proceso de identidad muy fuerte a la provincia. Se dice “Soy de Río Negro”… y aunque sea de Cona Niyeu, inmediatamente se recibe “¡Ah, las manzanas”, “¡Ah, las peras” aunque en Cona Niyeu sea imposible comer una manzana o una pera porque a la cadena de distribución no le interesa el modesto mercado de Cona Niyeu. Y el chacarero sabe de ese proceso de identificación. Lo ha generado él a través de décadas. Figura en el arcón de sus orgullos, de su aporte tenaz, persistente…
-El lugar que le dio la historia…
-Y desde el cual se siente útil y le puso polenta. ¡Porque han tenido polenta nuestros valles, eh! Fueron una cultura muy floreciente del hacer y hacer. Toda esa identidad se está ahora evaporándose. El sojero no tiene tanta historia e incluso su perfil es más difuso. Un grupo inversor sojero es mucha niebla en materia de definición, de identidad. Quizá no conozcan la tierra en la que siembran. Pero nuestro chacarero, es otra cosa. Ya no serán los 7.000 o más o menos de 40 años atrás. Pero existen.
-Hay un antropólogo neuquino que sostiene, salvando todas las distancias imaginables, que los chacareros tienen algo de pueblos indígenas…
-Yo sé de dónde y cómo viene construida esa reflexión y la comparto: ¿cómo es posible que pasándole todo lo que les ha pasado y les sigue pasando, los chacareros sigan en la suya? Y sí, como les sucedió a los pueblos indígenas. Es un tema de identidad, de pertenencia.
-Vuelvo al chacarero ante un psicólogo, un psiquiatra…
-No aclaremos nada en relación con esa comparación porque oscurece.
-Está bien. En el fondo de las confesiones ¿surgiría el progreso como convencimiento ya imposible de mantener?
-Le cambio la formulación: surgiría el “año que viene” como un imposible. El “año que viene”, en tanto ciclo productivo, es una entidad muy fuerte en el chacarero. Está amagando la cosecha y está pensando en el año que viene como “hacer esto o aquello”… No sé si es planificar. Sí que es una expresión más de su identidad… Aunque los hijos vivan de un maxiquiosco en el pueblo y sólo aparezcan en la chacra los domingos a comer ravioles…
-O asado…
-No, porque en las chacras “ya no hay un mango viejo Gómez”…
“Se miraba a los ojos”
-Claro que mi niñez fue muy marcada por el Valle, por Roca… las chacras… Y los caminos de tierra, el polvo… los fríos, los sabañones… ¡Los sabañones!… Poner la oreja contra la heladera para enfriar el ataque de los sabañones… Y una cuestión que siempre me vuelve: en el Valle se miraba a los ojos…
-¿Qué es eso? ¿No se miraban las colas?
-Sí, sí, seguramente sí. Las colas deben estar entre las miradas más antiguas del mundo, sin duda. No, me refiero a las relaciones económicas, las transacciones, los negocios. Mi niñez está muy vinculada a que mi padre era escribano… yo me metía, pispeaba, escuchaba… Los chacareros que venían en busca de consejo, de sellados, de títulos de propiedad, de relaciones con los bancos, que eran muy pocos… poquísimos. El Nación, el Banco de Río Negro y Neuquén fundado por Kauffman, de Roca… creo que en la década del 20. Le hablo de una época en la que todavía no existía lo que ya no existe: el Banco Provincia de Río Negro. Y se hablaba de negocios, de deudas, de pagos, de cosechas… ¡El pagaré! ¡Toda una entidad!… Y en todo ese ida y vuelta se miraba a los ojos, se cumplía…
-¿Nostalgia?…
-No, la nostalgia envejece. Simple relato sobre un tiempo…
(Jorge Pellegrini nació en Roca hace 75 años. Médico psiquiatra egresado de la UBA. Ejerció la cátedra universitaria y se ha dedicado a investigar el alcoholismo y su tratamiento. Militó en la izquierda, fue preso político durante la última dictadura y vicegobernador de San Luis durante el último mandato de Alberto Rodríguez Saá)
Carlos Torrengo | carlostorrengo@hotlmail.com
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