Juan Carlos Baglietto «Sabe quien…» toca para él

Editó un disco solista en el que no escapó al dúo que formó con Lito Vitale.

BUENOS AIRES (Télam).- A una década de su último CD solista de estudio y a casi 25 años de desembarcar en la escena nacional como voz cantante de una bella síntesis rosarina, Juan Carlos Baglietto regresó con el dispar «Sabe quien…», dominado por los sonidos de su amigo Lito Vitale.

Unidos por afinidad y también por necesidad Baglietto y Vitale armaron una dupla de música popular que entregó un primer y valioso testimonio en 1991 con «Postales de este lado del mundo».

Pero luego, con variantes que mejoraron o retrocedieron en relación con aquel intento, establecieron el vínculo y se repitieron en «Postales del alma» (1999), «No olvides…» (2000), «Qué más hacer en esta tierra incendiada sino cantar» (2001) y «La despedida» (2003).

El anuncio del fin del binomio que generó el encuentro del cantante y el instrumentista en una sociedad redituable, abrió la expectativa en torno de que ambos artistas recrearan sus caminos sin las imposiciones estéticas que suponía un dúo de aquellas características.

El presente de Lito se diversificó entre la vuelta a su grupo instrumental y algunas producciones -la más ambiciosa, la que la Secretaría de Cultura de la Nación le encargó para los 40 años del rock argentino-, mientras Juan amagó con un disco en solitario que retomara una carrera sin novedades desde «Luz quitapenas» (1996).

Después de atreverse a pasar por primera vez por el teatro Gran Rex sin tener una placa publicada, el intérprete que días atrás cantó en Mar del Plata, apareció en bateas con «Sabe quien…» pero el esperado retorno está claramente intervenido por la presencia musical del poliinstrumentista.

Aunque en los créditos de la cuidada edición Vitale no figura como productor, su protagonismo en el repertorio de 13 temas lo sobrevuela todo y, además, ejecuta piano, teclados, percusión, guitarras, órgano Hammond y batería, y, por medio del programa GigaStudio, también se atreve al contrabajo y al bandoneón.

Esa presencia personal y valiosa dentro de la escena musical remite a los tiempos del dueto, impregna la atmósfera sonora del álbum e impide apreciar al cantante capaz de emocionar desde plataformas menos pretenciosas.

De hecho, dos de los mejores pasajes del disco lo constituyen «Tu decisión», de Javier Sánchez y con la guitarra de Lucho González, y la nueva versión de «Tiempo de silencio» (que Juan registró en «¡Mami!», 1986) donde la lírica y la melodía de Jorge Fandermole suma las cuerdas de Luis Salinas y toques de Lito.

En cambio, el cancionero pierde intimidad, intensidad y frescura en piezas como «El faro» (también de Sánchez), «Me asomo» (Olga Román-Juan Uria), el pobre «Angel y demonio» (Daniel Salzano-Jairo) y «Si tú supieras» (Roque Narvaja).

A medio camino entre propuestas de valor y concreciones dudosas, se cuentan «Parado» (Rubén Blades), «Marina» y «Carcará» (ambos de Fandermole), «La casa de al lado» (Fernando Cabrera), «Mundo redondo» (otro de Sánchez) y «Azules» (Adrián Abonizio-Rodrigo Aberastegui).

Lejos del artista rockero que fue, Baglietto debiera apelar a su ángel y a su estupenda manera de decir para atreverse a hallar una senda que se libre de las mieles de la balada previsible y, en cambio, brote en el territorio de la canción poderosa y despojada donde revalorar el peso de la palabra y el gusto por la melodía.

Para lograrlo, además del talento, tiene el almanaque que marca 25 abriles de su llegada a Obras para testimoniar aquellos «Tiempos difíciles» que alumbró junto a otros inspirados coterráneos y que sumó colores y posibilidades al rock local de entonces.

Más cerca en el tiempo, podría asomarse al espejo de «Ayúdame a mirar» (1990), su audaz y lograda producción desenchufada a guitarra, percusiones y voz que inauguró su vínculo con Joaquín Sabina al registrar «Eclipse de mar».


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