Juan Manuel Prieto y el sueño del avión propio

La nave ya tiene motor, alas y butacas y volará para septiembre u octubre.

Marcelo Ochoa

Juan Manuel Prieto posa junto a su modelo LVX 408, que está muy cerca de alcanzar el cielo después de un arduo trabajo.

VIEDMA (AV)- Una envidiable mezcla de pasión y sueño. Esa es la sensación que deja la charla con José Manuel Prieto. Un ejemplo de que es posible lograr lo que se quiere. Desde hace tres años dedica las tardes de cuatro días de la semana a esa meticulosa y paciente tarea de cumplir con cada milímetro del plano. Ya están el motor, las alas, las dos butacas, cabina y cada cablecito en su lugar. El LVX 408 está a punto de alcanzar el cielo tanto como el sueño de José. Es un modelo de alas bajas con un performance de 250 a 300 kilómetros por hora y una autonomía calculada en seis horas. Llevará el nombre de Carlos, en homenaje al primero de sus hermanos en acompañar esta ilusión y como una forma de que siga acompañando. Setiembre u octubre son las fechas estimadas para llegar a la pista, según las estimaciones de José y las inspecciones de la Fuerza Aérea. De chiquito en su Misiones natal le maravillaba ver como esos enormes pájaros pasaban más allá de los árboles en descenso al aeropuerto cercano a su casa de Posadas. Tal vez imaginaba que de grande los tendría más cerca. Y no se equivocó. Cuando todavía no había comenzado la primaria el destino lo trajo a Viedma junto a sus seis hermanos. A los 16, mientras se ganaba la vida como gastronómico un gerente de Aerolíneas lo animó y se fue en avión –con un pasaje en cuotas- a visitar a sus afectos. Fue el primer viaje y se prometió que no sería el último. “Volé como si siempre lo hubiera hecho”. Entonces surgió el encanto que siguió con un curso de piloto que debió abandonar por razones económicas y que luego al retomar hasta lograr el título surgió el ¿porqué no tener uno propio, una forma más barata de volar?. Internet lo llevó al mundo de los planos de aviones. En esa búsqueda de “uno lindo y que vuele rápido” apareció el modelo yanqui KR2 Ran Robinson, diseñador de aviones que construyó uno para él y su hija. Luego sobrevino el contacto con un grande de la aviación experimental en el mundo que vive en San Pedro, Buenos Aires, y que también fabrica una nave de este tipo. Le pasó los planos y manos a la obra. Dos tirantes de pino canadiense fueron la primera adquisición. Su amigo Miguel Walas –dueño del galpón del Santa Clara donde empezó a tomar forma de vuelo este sueño– le cortó las maderas que se necesitaron para construir el avión. “Nunca me costó interpretar planos y siempre tuve mucha inquietud”, sostuvo Prieto al minimizar la magnitud de sus habilidades. Lo más caro fueron las pocas cosas que tuvo que mandar a hacer a Buenos Aires como la reductora del motor, unos 2.000 dólares pagados en cuotas, como el primer pasaje. El instrumental también significó una inversión importante. La próxima escala: disfrutar del cielo junto a sus hijos Simón de cinco y Santiago de dos, y su esposa Carolina que parte de ese cielo se ha ganado apuntalando este sueño de volar.


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios