Juicio oral al apremio y al prejuicio policial 

Cinco efectivos están acusados de golpear sin motivo a tres jóvenes.

NEUQUEN (AN)- Cinco policías, dos de ellos oficiales, comenzaron a ser juzgados ayer por detener sin motivos a un grupo de jóvenes, golpearlos, destrozar un patrullero para simular que se resistieron y adulterar las actas en las cuales quedó registrado el episodio.

A los policías les imputan un concierto de delitos: privación ilegítima de la libertad, vejaciones, apremios ilegales, falsedad ideológica, falsa denuncia, falso testimonio y violación de los deberes de funcionario público. En forma implícita hay algo más en el banquillo: el concepto de prevención del delito que tiene la policía, empapado de prejuicio.

Los acusados son oficial ayudante Gustavo Bessone, oficial ayudante Claudio Tecker Reyes, cabo primero Edgardo Rojas, cabo José Canale y agente Daniel Lara. Todos están en libertad y, salvo Bessone, declararon ayer en el juicio para dar su versión.

Las víctimas son Pedro Juncos, Federico Mauri y Jorge Calfunao, quienes también declararon ayer y dieron una versión diametralmente opuesta.

El 25 de mayo pasado, a las 18.30, Juncos, Mauri y Calfunao habían ido hasta el negocio de este último, una zapatería ubicada en Mitre 15. Prendieron las luces, cerraron y salieron a la vereda a esperar a sus novias.

En eso se estacionó un móvil policial en el que iban Bessone, Canale y Lara (quien niega haber integrado esa patrulla porque dice que se bajó en la terminal).

Calfunao propuso alejarse, y explicó por qué: «teníamos el pelo largo y vestíamos de negro, así que podíamos ser sospechosos».

Su intuición no le falló. Bessone y Canale descendieron para pedirles documentos. Cuando los jueces le preguntaron a Canale por qué habían decidido hacer ese procedimiento, el cabo contestó con naturalidad: «por el aspecto de las personas: pelo largo, ropa oscura. Y porque a esa hora ocurren hechos (delictivos) en esa zona. Fue por prevención».

Ninguno de los jóvenes tenía documentos, y los policías estaban tomándole los datos cuando comenzó el escándalo. Canale dijo que Calfunao le tiró un cabezazo, que sus amigos se burlaban, y por eso lo redujo a la fuerza.

Calfunao niega la agresión, y dice que Canale lo empujó sin motivo. En segundos, la zona se llenó de policías que llegaron en auto, motos y bicicletas. A los golpes subieron a Calfunao a un patrullero.

Todo ocurrió delante de gran cantidad de personas que a esa hora de un día feriado circulaban por esa esquina. Nadie intervino, pero no se puede saber si fue una implícita aprobación colectiva al modo de actuar de la policía frente a los jóvenes pelilargos.

Juncos y Mauri quedaron en la vereda sin saber qué hacer. Hasta que un policía les sugirió que fueran a la comisaría Segunda -junto a la Legislatura- para hacer la denuncia. Ambos jóvenes salieron corriendo hacia allí.

En ese momento, Tecker y Rojas patrullaban la zona de Olascoaga y El Chocón cuando escucharon detalles del incidente por la radio policial. Y el pedido de apoyo porque dos de los sospechosos habían escapado corriendo.

En dos minutos -baliza y sirena de por medio- llegaron a la multitrocha y vieron a dos jóvenes corriendo. Eran Juncos y Mauri, y los asociaron con los «prófugos».

Ambos policías bajaron del patrullero y los detuvieron. «Hubo un uso de la fuerza normal y racional», aseguró Tecker. «Nos pegaron», dijeron Juncos y Mauri.

Los tres jóvenes se reencontraron, esposados, en la división Sanidad, en calle Mendoza. Allí los cargaron en un celular para llevarlos a la comisaría Segunda, pero el viaje tuvo una escala en un descampado ubicado junto a las vías y Tierra del Fuego. «Ahí creí que nos mataban», confesó Mauri. Pero en vez de eso vieron descender a Bessone y romper a bastonazos una óptica y el cristal de la ventanilla del acompañante del patrullero con el cual habían iniciado el operativo en calle Mitre. Después atribuyeron esos destrozos a los detenidos y los acusaron de daño.

Canale dio una versión distinta sobre esa escala en el descampado. Dijo que los cristales fueron rotos durante el procedimiento de calle Mitre por desconocidos que arrojaban piedras. Y que se detuvieron para sacar los pedazos de vidrio que había en el asiento porque les incomodaban.

«¿Recién ahí le molestaron los vidrios?», le preguntó uno de los jueces. La respuesta afirmativa fue apenas audible.

Hoy se escucharán los alegatos, a cargo del fiscal Jorge Otegui y los defensores Hugo López, Angelino Arenas y Javier Cardellino. La Cámara que sustancia el juicio es la segunda, integrada por José Andrada, Antonino Gagliano y Emilio Castro. 

«Tolerancia cero» a la neuquina

NEUQUEN- La causa contra cinco policías acusados de apremios ilegales puede considerarse privilegiada por haber llegado a juicio. Porque de los numerosos casos que ocurren muy pocos se denuncian y menos son los que sobreviven hasta la instancia de debate oral.

Hay razones para pensar que la prepotencia y el abuso son moneda corriente de parte de la policía. Y que muchos efectivos las utilizan como algo natural, tanto como les parece natural asociar a un chico de pelo largo y ropas oscuras con un potencial delincuente. Son, en cierta manera, formas de aplicar la «tolerancia cero», esa doctrina neoyorquina de dudosa eficacia que ha disparado las estadísticas de brutalidad policial.

Aunque Juncos, Mauri y Calfunao tuvieron la suerte de no terminar como Bordón o Bulacio, y que la policía neuquina tiene menos vicios que la bonaerense o la federal, los detalles que se conocen de este caso encienden una luz de alarma. Con una policía poco capacitada se deben extremar los controles, no relajarlos.

La seguridad colectiva y las garantías personales son dos extremos de una balanza que no siempre se mantiene en equilibrio. Y muchas veces es la actitud social la que inclina los platillos. En este caso sometido a juicio, los golpes ocurrieron a la vista de todos sin que nadie interviniera. ¿Por aprobación o por temor? Sea cual sea la respuesta, no parece saludable (AN).


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