Kids

El póster tiene ya casi 50 años. Debajo de unas enormes letras rojas con el nombre de James Dean, dice: «…el chico malo proveniente de una buena familia». En el extremo opuesto, en una tipografía levemente menor de la que los productores usaron para su estrella, se lee «Rebelde sin causa». O, en sus palabras también, el drama de la violencia adolescente en nuestros días.

En el clásico filme de James Dean -el que lo volvió un mito antes de morir-, su personaje, Jim Stark, no mata realmente a nadie, aunque en un entendible arranque de furia toma del cuello a su padre al tiempo que le ruega y le exige, entre lágrimas que caen a borbotones y escupitajos que no puede contener, que diga algo, que haga algo por él, su hijo, y por sí mismo, contra una madre autoritaria y una situación familiar que los está destruyendo a todos.

El único que llega a empuñar un revólver en «Rebelde sin causa» es un tímido compañero suyo que parecía vivir atormentado por pesadillas indescriptibles. Su voz no se deja escuchar hasta el final de la película, en que se enfrenta a la policía con un arma descargada. Jim no alcanza a detener el tiroteo sin sentido y padece también la muerte de su amigo.

¿Fue ése el principio de la violencia adolescente como tema en Hollywood? Podría ser. El dolor generacional seguiría marcando el cine americano por los siguientes 40 años. Junto a Dean, Dennis Hooper y Marlon Brando protagonizaron sus propios filmes al respecto. Brando como aquel pandillero de campera de cuero y jeans doblados en «Los Salvajes» y Hooper, algo más grande en «Busco mi destino», en el papel de un motociclista que recorre Estados Unidos.

Fue la figura polémica y hasta misteriosa de Mickey Rourke la que revitalizó el tema con «La ley de la calle». Rourke encarna a un pandillero de 21 años que se ha transformado en una leyenda para los adolescentes del barrio en el que una vez vivió. No casualmente Hooper es quien interpreta al padre de Rourke (Rusty James), tal vez un guiño de Coppola ¿o no podría ser este padre alcohólico y bastante liberal el joven que corría en motocicleta y usaba el pelo largo 20 años atrás?

El cine y la realidad han terminado por imitarse. La historia del cine ha marcado, y lo seguirá haciendo, las conductas de sus espectadores. En la larga lista de películas que la industria hizo sobre la violencia y el desafío de una edad frente a su sociedad, hay también una suntuosa cantidad de datos y pistas que podrían ayudar a entender lo que sucede en la calle, en el aula o en el interior de algunas casas.

¿Recuerdan que la «teen» protagonista (Juliette Lewis), natural killer, de «Asesinos por naturaleza» de Oliver Stone era la hija de un borracho y un pervertido que no dudaba en poseerla cuando tuviera ganas? ¿O que Stark era el hijo de una madre enferma y un padre sin la personalidad necesaria para hacerse un huevo frito?

Y, por qué no, esos extraterrestres que invaden el cuerpo y el alma de profesores y alumnos de «Aulas peligrosas» probablemente signifiquen, además de un recurso de filme clase B, una metáfora de parte del director Robert Rodríguez para testificar un sentimiento que, en verdad, se corta con un cuchillo y recorre las aulas cada mañana.

Justamente en los traqueteados '80 se estrenó «Clase '84», un filme que en su tiempo escandalizó conciencias. Fue una idea comercial que a pesar de erigirse como una heredera triste de los clásicos de los '50, una hija pervertida, dio a entender que no todas las travesuras escolares pasaban por los cigarrillos en los baños, besos furtivos tras las puertas o borracheras de fin de semana, algo mucho más turbio se cocinaba en la marginalidad adolescente.

¿O no implica ahora mismo un flash cegador el argumento de «Picos gemelos» de David Lynch?

La violencia, el hastío juvenil estaban allí retratados.

Ya lo había escrito por su lado Anthony Burgess en «La naranja mecánica»: un grupo de chicos sin nada más que hacer que apalear cabezas con sus bastones. El sistema -educativo, social, de integración, vivencial, la lista es extensa- hace tiempo que se rechaza a sí mismo y mientras tanto, en algún otro extremo se producen filmes acerca de su escozor.

El nacimiento del punk tiene su origen en un conflicto con raíces profundas vinculadas con la educación y la relación padres-hijos en Gran Bretaña que, no diremos aquí las razones creativas, encontró su caudal en el rock y transformó el pensamiento juvenil de su época y sin duda lo marcó para siempre.

¿Y cuando no hay arte que contenga el dolor? ¿Cuando no hay cuadro, deporte o fotografía que sirva como red a los demonios internos?

En «Los locos Adams II» hay una escena increíble por cómica y patética. Sucede en la colonia para chicos perfectos. En el transcurso de una obra de teatro, los raros, los discapacitados, toman el poder y atan y, literalmente, cocinan a los bellos chicos rubios que hacían de protagonistas.

Es también la venganza de los maltratados y los incomprendidos. Después de todo, quizás no era un chiste.

 

Claudio Andrade

Nota asociada: Una multitud le dio el último adiós a los alumnos asesinados  

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