Kirchner corrió los límites
Por Arnaldo Paganetti
arnaldopaganetti@rionegro.com.ar
En una de las bellas playas de la costa bonaerense argentina, hay un lugar que se conoce como la frontera, que divide el sector convencional donde están apoltronadas las familias, de la zona movediza de los médanos, en las que los jóvenes y no tanto dejan fluir sus salvajes instintos veraniegos. Es usual que hasta los más recatados del circuito tradicional traspasen ese difuso punto demarcatorio para ahondar en el más allá. Es que lo opuesto a la civilización (la barbarie, según exponía Domingo Faustino Sarmiento en el siglo XIX) hace a la esencia de la disyuntiva nacional.
La aprobación de las polémicas reformas al Consejo de la Magistratura, puso en evidencia que son muchos los que al margen del partido gobernante (a esta altura puede verse que el justicialismo ya casi ha renovado su piel), están decididos a pasarse de la raya y que el episodio de Borocotó (el diputado que hizo salto en alto del macrismo al kirchnerismo apenas concluidas las elecciones del 23 de octubre), no es un hecho aislado en una sociedad ganada por la hipocresía.
Si había principios en juego en estas modificaciones judiciales, fueron pisoteados por buena parte del arco opositor: Mauricio Macri, se desilusionó con los votos de dos renovadores salteños. La mayoría de los ex seguidores de Eduardo Duhalde, se olvidaron de sus aún frescos planteos maximalistas contra Néstor Kirchner e hicieron la vertical. Y en el radicalismo se ahondó la crisis porque cinco diputados instruidos por sus gobernadores (de Santiago del Estero, Catamarca, Corrientes y Río Negro), atendieron por sobre pilares básicos de la UCR, los «intereses» provinciales, según reveló Hugo «Cacho» Cuevas a este diario. Obras son amores para la supervivencia y la proyección.
Kirchner se apuró a festejar. Felicitó a la bancada encabezada por el santafesino Agustín Rossi por los 149 votos favorables (20 más de los necesarios) y le pegó duro a la prensa y a los dirigentes Macri y Elisa Carrió, a los que imputó incapacidad para unirse y/o presentar proyectos alternativos. La arista lo tildó de fascista y advirtió que de ahora en más cualquier irregularidad con los jueces, el sambenito se le colgará «a los K».
El papel del Presidente fue activo antes, durante y después de la lucha por el Consejo, criticado por afectar la independencia del poder judicial y la falta de voluntad por alcanzar consensos con partidos y organizaciones no gubernamentales.
Antes: acicateando al jefe de gabinete, Alberto Fernández, al ministro del Interior, Aníbal Fernández, y a los diputados «gurkas», para juntar voluntades a cualquier costo. Tantos diques de contención rompieron estos emisarios, que un diputado «K» (que, por supuesto, se disciplinó en el recinto), comentó espantado a este diario que nunca se imaginó que se iba a echar mano a «mecanismos corruptos como en la época menemista».
Durante: el mismo día de la sesión, el pingüino pidió a los legisladores que «avancen y sancionen» una ley en nombre «del pueblo» y en desmedro de corporaciones, como el Colegio de Abogados, que «quieren mantener su quintita». En la volteada cayó «el triste Pacto de Olivos». Denostó lo «vetusto», secundado por viejos y relegados políticos como Atanasof, Ruckauf y Barrionuevo, y omitió apuntar la participación que él y su esposa, la senadora Cristina Fernández, tuvieron en ese acuerdo sellado entre Carlos Menem y Raúl Alfonsín, en 1994.
Después: se apuró el promulgar la ley y celebró haber quebrado al statu quo «democráticamente» con la ayuda de duhaldistas, radicales, macristas y provinciales. Hubo espacio para la disidencia interna, porque Rafael Bielsa y Oscar Massei se ausentaron sospechosamente a la hora de pronunciarse y los representantes del cordobés Luis Juez se atuvieron a sus convicciones. Dos diarios porteños también fueron enjuiciados, uno con más virulencia por haber afirmado que la ley significa un largo paso atrás en materia institucional. Sostuvo que esos juicios parten de un periodista de derecha no independiente.
En el radicalismo, donde las aguas bajan turbias desde hace tiempo, se armó un «tole tole». El presidente del comité nacional de la UCR, el mendocino Roberto Iglesias, pidió la expulsión de los cinco que votaron junto con el kircherismo, por entender que facilitaron la concentración del poder. Para Iglesias ese es un pecado inadmisible, similar a promover un golpe de Estado. Le paró las ínfulas el titular del bloque de diputados, Fernando Chironi, quien si bien consideró grave la conducta de sus correligionarios (entre otros el comprovinciano Cuevas), exhortó a buscar una solución dialoguista, para no seguir nutriendo al oficialismo «K».
Chironi explicó a este diario que a pesar de la rebeldía, el bregará por incorporar plenamente a la bancada a los dos diputados de Santiago del Estero que integran el frente cívico. Además, se pronunció en contra de las expulsiones. «Los dueños de las afiliaciones son los comité de provincia», dijo. Y está claro, en el caso del diputado rionegrino Cuevas, al menos, que procedió siguiendo órdenes del gobernador Miguel Saiz y que en su distrito no habrá ánimo de castigarlo.
Sucede que gobernadores e intendentes se rinden ante «el apriete» de los que manejan «la caja». Eso les permite morigerar los conflictos provinciales y construir políticamente. Los fondos no son derivados con inocencia.
En Neuquén, por caso, tras el fracaso de Oscar Parrilli en las últimas elecciones nacionales, se instrumentó una estrategia para levantar la figura de Jorge Sapag y pegarle por atrás a Jorge Sobisch, apostando a un apellido de peso en el MPN, que siempre fue un movimiento neoperonista. Jorge Sapag, por lo que contó el dirigente petrolero Guillermo Pereyra, está dispuesto a sumarse a las huestes «K».
En Río Negro, es conocida la buena relación de Kirchner y Saiz, a pesar de los recelos que subsisten con miras a 2007. El presidente le había aconsejado al intendente de Bariloche, Alberto Icare, que trabajara junto con el senador Miguel Pichetto. Pero el vecinalista se recostó en el radical y dejó las expectativas abiertas hacia 2007. Todavía falta mucho y no deberían malgastarse esfuerzos porque las encuestas de hoy no servirán para mañana.
La semana que pasó, el sociológico francés Alain Touraine, visitó a Kirchner y lo llenó de elogios. Sorprende que lo haya despegado del presidente venezolano, Hugo Chávez, porque no hace mucho había afirmado que el santacruceño iba en dirección al «neopopulismo», con «una política nacionalista y distribucionista, bien al estilo peronista».
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