Kirchner se convenció: no hay «partido militar»

Lentamente, el presidente muda los términos con que viene relacionando su poder con las FF. AA. Lo hace desde la aceptación de una realidad: el partido militar es historia y hay una definida subordinación

Redacción

Por Redacción

La realidad es empecinada: siempre está.

Durante meses, el presidente Néstor Kirchner se esforzó por ignorar ese axioma. Un negar que no habló bien de sus reflejos. Pero finalmente lo admitió.

Y entonces, entre los logros que sumó, se convenció de que, por primera vez en la historia, Argentina no tiene partido militar. Acto seguido aceptó que en este país el poder militar tiene podado su poder político.

Luego, en reflexión con su amigo sociólogo Torcuato Di Tella, cuentan que el presidente se percató de otra verdad: tomada su conducta como conjunto, las FF. AA. argentinas son en el concierto de Sudamérica y en el marco de los últimos 20 años, las más subordinadas al poder político.

Característica que no mella los entreveros surgidos al calor de los «carapintadas» en los primeros años de transición. El último episodio gestado por esa murga de fanáticos asesinos cumplirá 14 años en diciembre.

Internalizado este lote de convencimientos, el mandatario reflexionó. Luego comenzó a mudar el estilo y formas de referenciarse desde el gobierno con los militares del presente.

La mudanza comenzó con el discurso que pronunció en la primera semana de julio en la Cena de Camaradería de las FF. AA. Allí se insinuó suavemente la intención de correr a los militares de hoy de una percepción muy infundada que tuvo el presidente por largo tiempo: creer que los militares son casi los únicos culpables de la tragedia argentina. Algo así como acreditarles total responsabilidad en la instalación y expansión de la gastritis en el país.

A partir de esa noche de julio, el poder se ocupó de los militares en términos no enfermos. Volvió la participación de fuerzas argentinas en misiones de paz, resurgieron los proyectos de producción para la defensa y el presidente no delega su participación en los actos castrenses.

-Ustedes no perciben los cambios que se han dado en la FF. AA. -cuentan en el poder que dijo un ex comandante montonero a un colaborador de Kirchner. Y cuando éste le pidió que ejemplificara un cambio, el hombre le respondió:

-Pedí los discursos que pronuncian los militares en sus conmemoraciones propias… Día de la Infantería, etc. Hasta hace 15 años, estaban llenas de «militarismo», se colocaban como quintaesencia excluyente de toda virtud y valor moral… Ya no queda nada de eso. ¿Por qué no habrían de reafirmarse en sus convencimientos si quieren seguir jodiendo? -respondió el otrora montonero.

Se sabe, por ejemplo, que durante un almuerzo en Granaderos, un asesor de Kirchner se enteró con sorpresa de que horas antes habían descubierto que un capitán de Ejército estaba directamente vinculado con las amenazas que recibió hace poco e periodista y diputado Miguel Bonasso.

Tras el almuerzo, el asesor se comunicó con un sociólogo peronista con experiencia en el estudio de la idiosincrasia militar, que trabaja en la Universidad e Quilmes y suele ser consultado por Defensa.

-Este pibe (por el capitán) tenía menos de 10 años en el '76 -dijo el asesor casi como preguntándose desde dónde reaccionaba el militar.

-Eso es lo extraño… Me pregunto si con todo lo que les estamos diciendo a los militares no estaremos poniendo fuego donde no quieren que haya fuego -respondió el sociólogo y el asesor llevó la inquietud a su ministro.

«A los militares hay que mandarlos, pero mandarlos sin desequilibrios emocionales», aconsejó John Kenneth Galbraith en respuesta a un John Kennedy, quien se quejaba de las presiones militares para meterse a fondo en Vietnam.

Un consejo muy apropiado de cara al tema militar argentino.

Carlos Torrengo

Nota asociada: Hombre sin «cara de guerra», pero…  

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La realidad es empecinada: siempre está.

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