La adopción de niños por Internet, dudoso negocio

El catálogo de las agencias en el Estado de Washington es típico: miles de niños son presentados en sitios web de Estados Unidos y con apoyo del gobierno. El método es polémico.

SEATTLE (DPA) – «Ileana fue abandonada al nacer». Con esta frase y una fotografía, la agencia estadounidense Adoption Advocates International presenta en Internet a una niña de nueve años de Rumania.

El catálogo online de esta agencia en el Estado de Washington es típico: miles de niños son presentados en los sitios Web de Estados Unidos, y con apoyo del gobierno.

En este país es ya cosa común algo que en Europa es hasta ahora desdeñado: el uso consecuente de Internet para la colocación de niños que esperan desesperadamente tener nuevos padres.

«La gente debe saber que estos niños existen», dice Gloria Hochman, del Centro Nacional de Adopción, en Filadelfia.

Esta organización de beneficencia es financiada con fondos estatales.

Hochman señala que se pone especial atención en niños ya crecidos, difíciles de colocar, que debido a impedimentos o trastornos del comportamiento tienen muy pocas esperanzas de abandonar el orfanato.

En principio, también es posible colocar niños a padres en el extranjero.

Estos, en todo caso, deben ser residentes en Estados Unidos, tener una dirección fija y estar registrados, dice Hochman.

En Estados Unidos, las normas de adopción no son tan rígidas como en Europa.

Las reglas son diferentes en cada Estado federado y a veces no son estrictas. En Arkansas, por ejemplo, bastan 30 días de residencia.

La presentación de niños en Internet, en todo caso, es algo controvertido, y las críticas abundan.

Expertos en el derecho de adopción como la profesora californiana Joan Hollinger señalan las lesiones a la esfera privada.

Las fotografías van generalmente acompañadas de detalladas descripciones que señalan incluso problemas psíquicos o corporales de los niños.

Ningún adulto presentaría online sus fotos junto con informaciones médicas, argumenta Hollinger.

Instituciones de adopción como el National Adoption Center tratan de cumplir los deseos de niños ya crecidos.

«Si un chico o una chica no desean dar descripciones detalladas, entonces naturalmente no las damos», asegura Hochman.

Pero ella sigue creyendo en la publicidad online, aunque, tal como otros expertos, advierte de los peligros de centros de adopción poco serios.

«Hay un fuerte déficit de recién nacidos y lactantes para adoptar, y es en este terreno donde, lamentablemente, las adopciones por Internet se han desacreditado», señala.

El caso de las gemelas Kimberley y Belinda provocó en los últimos meses expectación internacional.

Fueron colocadas el año pasado por Internet, cuando tenían seis meses, a la pareja de candidatos que ofreció más por ellas: el matrimonio de abogados británicos Judith y Alan Kilshaw, que pagaron 11.700 dólares por la adopción.

Tras varios meses de pugna entre los padres adoptivos británicos y otra pareja de candidatos a padres de California, intervinieron las autoridades de ambos lados del Atlántico.

Las niñas fueron quitadas a los Kilshaw y llevadas de regreso a Estados Unidos.

El mercado Internet de adopciones de bebés florece en Estados Unidos porque hay quienes aprovechan vacíos legales y hacen negocios conectando a mujeres embarazadas con parejas dispuestas a adoptar el niño que está por nacer.

En muchos Estados, cualquiera puede convertirse en lo que se llama «adoption facilitator» sin respetar las normas que rigen para los mediadores con licencia estatal.

En este negocio, sólo embaucadores especialmente inescrupulosos hacen noticia.

En Filadelfia, Sonya Furlow, directora de una agencia con el sugestivo nombre de «Tenderhearts» (Dulces Corazones), sacó 215.000 dólares a 44 parejas deseosas de adoptar un niño.

Pero en realidad sólo colocó a un niño. Fue condenada a cuatro años de cárcel por haber cobrado dinero sin haber dado nada a cambio.

Entre la esperanza y los riesgos

Jody Gruber pasó años soñando con tener un hijo. Incapacitada para concebir, probó la terapia hormonal y tomó medicamentos para la fertilidad; todo infructuosamente.

Desesperada, esta bióloga de 43 años de edad, residente en Anchorage (Alaska), se dirigió a Internet y tomó contacto con una de las muchas agencias de adopción de niños que anuncian sus servicios en la Web.

«Quería dar un buen hogar a un niño que necesitara atención y cuidado», dice Jody. «Por eso, me decidí por adoptar uno de esos huérfanos que sufrieron grave desnutrición en Rumania bajo la dictadura de Ceauscescu».

Tras seis penosos meses en Rumania, durante los cuales la agencia de adopción trató de ayudarla en su lucha contra la burocracia, Jody y su hija llegaron finalmente a casa. «Es como un milagro», dice. «Alyette tiene cinco años, pero parece que tuviera dos. Ahora va mejorando paso a paso cada día».

Al igual que Jody, cada vez hay más personas interesadas en adoptar un niño que recurren a Internet, porque les permite buscar prácticamente en todo el mundo a menores necesitados.

«De pronto, un niño se hace realidad», dice Carol Foster, directora de la agencia norteamericana Angels Haven Outreach, que pone en contacto a padres con hijos a través de Internet.

«No tienes más que mirar a un niño a los ojos para cambiar de opinión. Gracias a Internet, los niños tienen ahora millones de posibilidades de ser adoptados», dice.

Y muchos aplauden esta nueva tendencia, pues tradicionalmente una de las tareas más difíciles de las agencias de adopción ha sido la de hallar el hogar adecuado para el niño.

«La Web ha posibilitado hacer las conexiones rápidamente», dice Dawn Smith-Plier, director de la agencia «Friends in Adoption» (Amigos en Adopción).

«Lo que normalmente me tomaría muchas horas al teléfono, me ocupa en la Web una sola hora». Y no hay duda de que muchos necesitan un hogar.

Pero hay especialistas que señalan que la creciente importancia de Internet como catalizador en la adopción de niños implica también graves riesgos.

La inquietud principal radica en las numerosas agencias de adopción online que prometen convertir a estos pequeños seres humanos en «paquetitos de ternura». «Es lo que llamamos ir de compras sin salir de casa», dice Thais Tepper, directora de un grupo pro-adopción internacional con sede en Pennsylvania.

«Ves las fotos de esas criaturas y exclamas '¡Es el que yo buscaba!'. En realidad, tú no comprarías jamás una casa por Internet. Tampoco comprarías un automóvil sin verlo. Pero te enamorarías de la fotografía de un niño, y eso es para toda la vida», dice Tepper.

Hay alto nivel de discriminación por salud, racismo y trabajo

Las personas con discapacidad, con sida, obesas, diabéticas, los extranjeros limítrofes, la gente con determinado aspecto físico, de avanzada edad y las mujeres, son las más discriminadas, tanto en los ámbitos laborales, de la salud o por la calle, demuestran las últimas estadísticas de la Argentina. Estos registros surgen de datos recientes del Centro de Denuncias del Foro de Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) que luchan Contra la Discriminación, y de los datos del Instituto Nacional Contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi).

Las cifras muestran el sentimiento de discriminación, los prejuicios y el rechazo hacia lo diferente que circula en dos niveles y en diferentes direcciones y ámbitos: por un lado en las relaciones interpersonales y a nivel individual, y por otro, en los niveles orgánicos, en el discurso hegemónico.

Los lugares donde se discrimina más, según las cifras del Foro en un muestreo realizado en Capital Federal y conurbano bonaerense, siempre según las denuncias, son, primero el ámbito del Estado y servicios públicos, le sigue, el ámbito laboral, luego el barrio y las instituciones educativas, y en menor medida en otros servicios, en la comunidad religiosa y el transporte. «Los discursos son heterogéneos, aparece la discriminación de género, étnico, sobre la opción sexual, características físicas, edad, pero el mecanismo es siempre el mismo», expresó el titular del Inadi, Eugenio Zaffaroni.

«Se adosa -continuó- una característica negativa a la persona, de inferioridad o de peligro; es la jerarquización de la especie humana, y en el plano social esto genera y fortalece los antagonismos, es un medio de destrucción de la coexistencia».

El prejuicio, instalado en la sociedad y sostenido a través del tiempo desde la familia, la educación, los medios de comunicación, los modelos económicos-sociales, impide aceptar lo que es diferente, lo que no se ajusta a determinados parámetros, y de una manera u otra se lo estigmatiza y se lo hace a un lado.

«La discriminación es muy insidiosa, porque podemos ser muy conscientes y democráticos, pero la discriminación se nos mete en el inconsciente y a veces no nos damos cuenta de lo discriminadores que somos en la viada cotidiana», dijo Zaffaroni.

Por eso, no basta con que una persona esté convencida de valores humanísticos, porque a veces hay cosas que nos parecen normales y realmente son discriminatorias. (Télam)


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