La agenda de prioridades del sector empresario

La agenda empresaria de cara al nuevo gobierno. Competitividad, tasa de interés y presión fiscal, entre los principales ítem para un programa productivo.

Establecer prioridades es un precepto básico de cualquier plan. Mucho más si se trata de un plan de gestión. Cuando se fijan prioridades de gestión, ello implica decidir cuales serán las variables, temas o proyectos que tendran importancia primordial, y cuales serán aquellos que quedarán inevitablemente supeditados al cumplimiento de los primeros.
Se trata sin más de aquello que la cátedra económica denomina “dilema de la manta corta”. Si alguien desea abrigarse con una manta corta, al taparse la cabeza muy probablemente se descubra los pies, y si por el contrario decide abrigar los pies, la cabeza quede desnuda. Cuando un programa de gobierno decide priorizar la atención de una variable, de forma implicita reconoce que otras variables serán menos importantes.
El ejemplo más cercano, es el camino elegido por Mauricio Macri. Durante los primeros dos años de la actual gestión, la lucha contra la inflación fue la prioridad. El gradualismo fue la herramienta para lograrlo. Una combinaciónde endeudamiento acelerado para atender el rojo fiscal sin acudir a la emisión monetaria, con una progresiva pero lenta reducción del gasto, vía eliminación de subsidios al transporte y el consumo energético.

Asumo los errores que se cometieron, pero el camino es seguir trabajando, diciendo la verdad y con los problemas sobre la mesa

Presidente Mauricio Macri durante una de las marchas del #SiSePuede

La prioridad implicó la acumulación de pasivos financieros en el balance del Banco Central (BCRA), la utilización de la tasa de interés como grifo monetario, y la progresiva conformación de una recesión de proporciones mayúsculas que terminó manifestándose desde el primer trimestre de 2018.
La pregunta que sobrevuela hoy la coyuntura en vísperas de la elección presidencial, es cuál será la lista de prioridades del próximo gobierno. Una desición que estará atravezada por las necesidades de financiamiento para el 2020, por la renegociación inevitable con el Fondo Monetario Internacional, por la necesidad de recomponer la matriz productiva, y por las demandas de un entramado social cada vez más complejo y golpeado.
En tal sentido, el sector productivo y empresario, ya tiene en carpeta su propia lista de prioridades, que lucen imprescindibles si lo que se pretende es una senda de reactivación económica. A continuación, un breve análisis de cada una.

Competitividad
Tipo de cambio y salarios, son las variables que se mencionan de inmediato al hablar de competitividad.
“Hay éxitos de gestión que no se pueden anunciar, porque no sería políticamente correcto, pero que son muy significativos de cara al largo plazo. Por ejemplo la sensible baja del salario en dólares”. Las palabras fueron pronunciadas a fines de 2018 por un alto funcionario de del gobierno de Cambiemos ante un selecto grupo de inversores en New York, a los que en ese entonces aun se soñaba con mostrar las virtudes del modelo económico.
La devaluación de punta a punta en el periodo 2015-2019, llegó al 530%, y en ese lapso, los salarios corrieron desde atras al nivel general de precios.
Si se considera el salario promedio del sector registrado (RIPTE), el mismo era de u$s 1.536 a fines de 2015 antes de la salida del cepo cambiario, y se ubica hoy en u$s 721. Significa que el costo de la mano de obra en dólares cayó un 53% en menos de cuatro años. El dato es por demás significativo si se piensa en las posibles inversiones extranjeras generadoras de empleo. Esas mismas que llegarían en el ansiado ‘segundo semestre’, pero que finalmente nunca arribaron.
No obstante, pese a la magnitud del derrumbe del salario y al efecto corrosivo que la misma tuvo sobre el nivel de actividad interno, la baja no implica per se una mejora significativa en la productividad, entendida como la posibilidad de exportar valor argentino. Es necesario para ello, una profunda revisión de los costos laborales en pesos, donde la componente impositiva es determinante. Iniciar una reforma que revise la estructura del costo laboral, luce inevitable para el próximo gobierno. En especial si se tiene en cuenta que es uno de los ítem que el FMI pone como condición para una renegociación.

Tasa de interés
El costo del dinero ha sido y es, la variable más sensible durante la actual gestión económica. Fue la herramienta utilizada en los dos primeros años para moderar las expectativas de inflación, habilitando el ‘carry trade’ cuando las Lebacs del BCRA eran la vedette del mercado para los capitales extranjeros. Fue también la barrera de contensión ante el inicio de la corrida cambiaria.
El infograma que acompaña la notamuestra revela el salto en el tipo de interés como contracara de la crisis, en comparación con la inflación anual acumulada. Allí se observa que mientras duró la expectativa de inflación a la baja, las tasas se ubicaron en un promedio del 35% En 2018 sin embargo, la tasa finalizó en 59% anual, y durante este año nunca se colocó por debajo del 50% con picos en abril y septiembre, coincidendo con los momentos de mayor zozobra cambiaria.
El correlato de la secuencia, es la parálisis del sector real, con empresas que no logran acceder a financiamiento productivo y consumidores que afrontan un costo prohibitivo para la adquisición de bienes durables. Con ese marco, lograr un sendero de tasas a la baja que permita la recuperación del consumo y la inversión, se torna imprescindible.

Presión inpositiva
El tamaño del estado, es una de las discusiones que trasciende épocas y gobiernos. Por lo pronto, los datos muestran que la presión impositiva agregada sigue siendo récord. El infograma adjunto muestra que entre 2004 y 2015, la presión fiscal considerando el agregado entre nación y provincias, pasó del 24,3% al 31,5%, y que en la actualidad llega al 30%. A ello hay que agregar la incidencia de los municipios.
El incremento de la carga impositiva de los últimos 15 años no solucionó ninguno de los problemas estructurales de la economía. Tampoco la reducción del gasto primario de la cual hace alarde el actual gobierno implicó una merma significativa en la presión fiscal, que con un nivel de gasto menor, luce hoy muy similar a la de diciembre de 2015.
Con todo, si lo que se propone es una senda de crecimiento productivo, es imperativa una revisión tanto de los niveles de imposión, como del caracter distorsivo de ciertos tributos, y de la doble imposición entre los diferentes niveles de gobierno.

Institucionalidad
Alcanzar acuerdos institucionales profundos respecto a las reglas de juego que regirán la política, la economía, y la justicia, y que no se vean en riesgo cuando cada cuatro años se acude a las urnas, es una de las principales materias pendientes del país. La tentación de ‘refundar la patria’ cada cuatro o cada ocho años, atenta de lleno contra un camino de progreso sostenido.
Un claro ejemplo es lo que acaba de suceder en Vaca Muerta, cuando tras el traspié electoral el gobierno decidió congelar el precio de los combustibles, y determino que el costo sería afrontado por las operadoras privadas y las provincias productoras. El impacto sobre el nivel de actividad no tardó en llegar. El cambio abrupto en las reglas de juego, es un antecedente más de inestabilidad institucional. Es precisamente el camino a desandar, si lo que se desea es la llegada de inversiones.

Crecimiento
Un modelo basado en el consumo o uno pensado en la salida al mundo y las inversiones. La dicotomía, es otra de las discusiones fundacionales de la economía nacional. Los últimos datos publicados por Indec, muestran que aun con la recesión en ciernes y el derrumbe del salario real durante los últimos tres años, el consumo privado sigue representado el 66% del Producto Bruto Interno.
Al mismo tiempo, la capacidad instalada promedio, está siendo utilizada al 60%, con sectores como el automotriz, que se hayan virtualmente paralizados, trabajando a una tercera parte de su capacidad.
Es evidente que sea cual sea el matiz de la política en el tiempo que viene, no hay forma de crecer y mucho menos de invertir, si las máquinas están paradas. Lograr la reactivación en el corto plazo, implica desde el vamos despertar el consumo y fomentar la demanda privada, y en el largo plazo, la racionalidad que equilibre la necesidad de un estado activo y presente, con un sector privado dinámico y competitivo.

En números

82,3%
El récord que alcanzó la tasa de interés de política monetaria tras el resultado de las elecciones PASO.
30%
La presión impositiva promedio agregando la incidencia de nación y provincias.

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