La apuesta de Moyano

En buena lógica, la decisión del jefe de la «rama sindical» del peronismo de aprovechar la manifestación multitudinaria que organizó para marcar el Día del Trabajador para pedir a sus seguidores que voten a favor de un gobierno peronista no debería haber motivado sorpresa alguna, pero se ha hecho tan complicado, y tan confuso, el panorama político nacional frente a las elecciones legislativas del 28 de junio, que muchos están preguntándose qué es lo que hay detrás de la voluntad del camionero Hugo Moyano de apoyar con su fervor habitual a «la compañera Cristina». En opinión de la mayoría, se trata de una forma de presionar al gobierno para que le entregue pronto los más de dos mil millones de pesos correspondientes a obras sociales que retiene el Banco Nación, además, claro está, de asegurar a sus hombres lugares de privilegio en las listas de candidatos. Consciente como sin duda es de la debilidad del kirchnerismo, Moyano querrá prepararse para el 29 de junio, anotándose algunas «conquistas» irreversibles que a un gobierno más fuerte que el actual no se le ocurriría conceder y aumentando la presencia sindical en el Congreso. Aunque es poco probable que el éxito del acto sindical que se celebró en el centro de la Capital Federal el viernes pasado haya servido para aumentar la cantidad de votos que reciban las listas kirchneristas, puesto que a los «independientes» de la clase media no les gustan para nada los líderes sindicales belicosos como Moyano, nadie pensaría en acusar al camionero de ser el responsable de una derrota eventual. Lo mismo que el gobernador bonaerense Daniel Scioli, Moyano podría decir que si no fuera por su aporte los resultados hubieran sido todavía peores para el gobierno. Y de hacer el kirchnerismo una muy buena elección en la provincia clave de Buenos Aires, ambos podrían atribuirla a su propio poder de convocatoria.

Que Moyano se haya propuesto aprovechar al máximo la situación actual para conseguir más poder y dinero es natural. Es lo que haría cualquier político o sindicalista en cualquier parte del mundo. Desde el punto de vista del país en su conjunto, empero, el fortalecimiento del tipo de sindicalismo representado por Moyano no puede considerarse positivo en absoluto, ya que su influencia depende menos de la justicia de sus pretensiones que de la debilidad ajena. El hundimiento a cámara lenta del kirchnerismo está agravando los desequilibrios ya existentes. Por no estar en condiciones el Poder Ejecutivo a resistirse a las presiones de los grupos corporativos más poderosos, se siente obligado a darles cuanto pidan, de este modo ampliando la brecha ya muy ancha que separa a quienes están integrados a la economía formal, entre ellos los afiliados del sindicato de camioneros encabezado por Moyano, y la mitad de la población que depende del «capitalismo salvaje» que es característico de la economía negra en la que impera la ley de la oferta y la demanda.

A partir de fines de 1983, la autoridad de los sucesivos gobiernos nacionales se ha visto determinada en buena medida por la popularidad del presidente de turno, no por el respeto por las instituciones, de ahí la alternancia de períodos por lo común breves en los que todo parece funcionar como es debido y otros signados por el descontrol. Por desgracia, todo hace temer que estemos entrando en una etapa dominada por la confusión. Las perspectivas ante el país serían muy distintas si los Kirchner, sabedores de que ya no cuentan con el apoyo mayoritario del que disfrutaron hasta mediados del año pasado, optaran por ampliar su base de sustentación pactando con fuerzas opositoras afines como la llamada disidencia peronista, sectores de la UCR y otras, pero a juzgar por la conducta cada vez más agresiva del ex presidente y su esposa no tienen ninguna intención de resignarse a dicho papel. Así las cosas, tendrá que transcurrir mucho tiempo antes de que el país logre salir de la crisis política provocada por el caudillismo a todas luces excesiva de una pareja de instintos decididamente autoritarios. Mientras tanto, Moyano y otros seguirán haciendo cuanto puedan para acumular los recursos financieros y políticos que, esperan, les permitirán salir fortalecidos de la etapa llena de dificultades que ya ha comenzado.


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