La Argentina blindada

 

El ministro de Economía, Martín Lousteau, y otros voceros oficiales insisten en que aun cuando, como muchos prevén, Estados Unidos se precipitara en una recesión, la Argentina apenas se vería afectada porque cuenta con un nivel muy alto de reservas, ha sabido acumular los célebres superávits gemelos y, de todos modos, tiene clientes para sus productos agropecuarios en América Latina y Asia. Puesto que si en público los miembros del gobierno adoptaran una actitud pesimista las consecuencias serían negativas, tienen forzosamente que subrayar su propia confianza en la capacidad del país para enfrentar una crisis mundial que amenaza con agravarse, pero es de esperar que en privado se sientan más preocupados de lo que están dispuestos a confesar. Aunque resulten estar en lo cierto cuando señalan que la Argentina está mejor preparada que en el pasado para afrontar una crisis económica internacional de proporciones, en el caso de que una se prolongara podría verse en dificultades, a menos que el gobierno aprovechara la oportunidad brindada por el nerviosismo imperante para frenar el crecimiento alarmante del gasto público, combatir en serio la inflación y adoptar una política energética menos cortoplacista, entre otras asignaturas aún pendientes.

Según el director del Fondo Monetario Internacional, el francés Dominique Strauss-Kahn, todo hace pensar que este año la economía mundial experimentará «una desaceleración seria», o sea, que en su opinión los llamados países emergentes crecerán menos de lo antes previsto por el organismo que encabeza. Puesto que desde hace aproximadamente cinco años muchos se han anotado tasas de crecimiento superiores al 7% anual, incluso una desaceleración «seria» no sería necesariamente desastrosa, aunque de estar en lo cierto los más pesimistas algunos países subdesarrollados se encontrarán en apuros. Así y todo, siempre y cuando la economía china continúe expandiéndose con rapidez, la Argentina seguirá beneficiada por el «viento de cola» supuesto por los precios elevados de los commodities, pero aunque en términos generales la coyuntura nos sea favorable, una recesión estadounidense crearía problemas para el sector industrial ya que China y otros países asiáticos, privados parcialmente del gran mercado norteamericano, tendrían que buscar nuevos consumidores en el resto del mundo. Mal que les pese a los proteccionistas locales, la «invasión china» apenas si ha comenzado y a nuestros empresarios les será cada vez más arduo competir sin que el gobierno los ayude con medidas que podrían provocar represalias que nos perjudiquen.

Otro motivo por el que es legítimo sentir cierto optimismo a pesar de la inquietud causada por la conducta agitada de los mercados financieros mundiales y por los pronósticos alarmantes de quienes dicen creer que la crisis actual resultará ser mucho más profunda de lo que prevé la mayoría, consiste en que la Argentina está relativamente aislada. Además de exportar poco en comparación con países más avanzados, desde el default de la última semana del 2001 se ha visto en efecto marginada de las finanzas internacionales, razón por la que depende tanto de la magnanimidad interesada del presidente venezolano Hugo Chávez. Dicho de otro modo, ser pobre tiene ciertas ventajas. Mientras que un país plenamente integrado al sistema mundial que exportara e importara mucho más y por tanto gozara de un nivel de vida más primermundista sentiría casi en seguida el impacto de una gran crisis internacional, los problemas que están sacudiendo a Estados Unidos y Europa no cambiarían mucho en uno como la Argentina en que buena parte de la población ya se ha acostumbrado a las privaciones. Claro, el que los fracasos del pasado nos haya hecho menos sensibles a los problemas que están agitando a los países considerados exitosos en términos económicos no debería ser motivo de satisfacción, pero merced a la convicción aparente de que la Argentina no se verá contagiada por los males económicos ajenos, el gobierno podrá analizar la situación con calma, sin sentirse obligado a tomar medidas de emergencia, ya que cree disponer de tiempo suficiente como para pensar en una estrategia apropiada para enfrentar circunstancias que con toda seguridad nos serán menos propicias que las de los cinco años últimos.


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