La ascensión de los verdes brasileños

Fueron las elecciones de la diversidad. Los principales ganadores fueron las minorías: en contraste, las grandes maquinarias perdieron representatividad. Los pequeños partidos ideológicos ganaron presencia y significación. La virtud de la complejidad, al parecer, gana terreno en el campo de la política. El sociólogo Cándido Grzybowski, director del centro de investigaciones Ibase, no coincide «con la opinión dominante de un país dividido. Veo más bien un país fragmentado, más diverso, complejo y contradictorio que un análisis superficial de división dual entre los votos de Lula y Alckmin. Pero estamos también delante de una enorme oportunidad de comenzar ahora la construcción de una nueva onda de democratización, con una nueva agenda, que apunte a la reconstrucción de los sujetos sociales y de su participación». Junto con la elección de presidente y gobernadores, 105 millones de ciudadanos brasileños debieron escoger a 513 diputados federales, 27 senadores y a todos los miembros de las 27 asambleas legislativas. De los 417 diputados que buscaron la reelección, 267 la obtuvieron. La banca del PT pasó de 91 diputados a 83, el Partido de la Social Democracia Brasileña de 70 a 65 y el Partido del Frente Liberal de 84 a 65. En compensación, el Partido Popular Socialista (antiguos comunistas reubicados) subió de 15 a 21, el Social Cristiano de 1 a 9 y el Partido Verde de 7 a 13 diputados federales, más 34 legisladores estaduales.

Para el sesentaiochesco Fernando Gabeira (con 290.000 sufragios fue el candidato más votado en Río) este respaldo social debe entenderse como «un mensaje claro sobre la necesidad de combatir la corrupción y hacer una reforma política. Hay una sensación de que las estructuras políticas están podridas».

Así como en su buena época la Argentina tuvo al primer diputado socialista de América y el PS de Juan B. Justo supo ser la fuerza más importante de este lado del Atlántico, hoy sucede lo mismo con los verdes. En el resto de la región no pasan de las bellas declaraciones o los engendros grotescos. ¿Hacia donde vaya Brasil irá América Latina? Con veinte años de historia, 200.000 afiliados y el apoyo del 3,6% del electorado, el PV es también federalista, parlamentarista y municipalista. Esta minoría innovadora «no es prisionera de la estricta polarización izquierda versus derecha. Se ubica al frente. Está abierto al diálogo con todas las fuerzas políticas, con el objetivo de llevar a la práctica las propuestas y programas verdes. El PV se identifica con el ideario de izquierda. Pero no entra en el canon de la izquierda tradicional y cuestiona, asimismo, la hegemonía neoliberal, dos vertientes del paradigma productivista del siglo XIX. Los verdes buscan en la ecología política nuevos caminos para los problemas del planeta».

Durante mucho tiempo, Gabeira fue el único diputado verde en el multitudinario Parlamento brasileño. Pero en el 2002 suscribieron un pacto con el PT («Por un Brasil sustentable») para acompañar la candidatura presidencial de Lula. Se involucraron en una «coalición ideológica muy amplia» donde entraban comunistas, liberales, socialdemócratas y «muchos viejos zorros de la elite política brasileña». Consiguieron seis diputados y el Ministerio de Cultura. Pero a poco de andar empezaron los cortocircuitos. Con el recurso presidencialista de la 'medida provisional' (algo así como nuestros decretos de necesidad y urgencia), Lula permitió la importación de neumáticos usados de otros países del Mercosur. Luego, la introducción de semillas transgénicas. Después, anunció que en el Pantanal del Matto Groso se desarrollaría la minería y la ganadería. La Secretaría de Medio Ambiente fue convertida en una cuasi-ong consultiva. Peor todavía: el ministro de Ciencia y Tecnología, el socialista Roberto Amaral, apoyó la continuidad del Programa Nuclear Brasileño que incluye el enriquecimiento de uranio y la construcción de un submarino atómico. Hay otro aspecto central en la ruptura: la dimensión libertaria de los verdes. «Con respecto a la libertad democrática, hemos hecho clara nuestra oposición al silencio del gobierno sobre la violación de los derechos humanos en Cuba, en donde encarcelan a los periodistas y a los intelectuales y otros son ejecutados. No podemos coincidir tampoco con el voto brasileño en Ginebra para expulsar a Reporteros sin Fronteras del Consejo de Derechos Humanos». Finalmente, comprendieron que «la toma de decisiones en el PT se parece mucho al liderazgo de Europa oriental, donde es inadmisible un nuevo modelo incluyendo variables ambientales».

La multiplicación de la diversidad en el ecosistema político brasileño aparece como uno de los efectos más fecundos de las elecciones del 1 de octubre. Este Brasil complejo y diverso amenaza con convertirse en la gran usina social y cultural de América Latina.

 

EDUARDO BASZ (Periodista, escritor).

Especial para «Río Negro»

texto.basz@gmail.com


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