La avanzada
LA SEMANA EN SAN MARTÍN
FERNANDO BRAVO rionegro@smandes.com.ar
En la semana que pasó, los sanmartinenses han asistido a filosos contrapuntos sobre materias a la vez pedestres y principistas, como si la noble pero corriente labor de cobrar tasas y prestar servicios tuviese rango de cimiento ideológico. Como casi siempre ocurre en la política argentina, también aquí todo tiene que ver con el peronismo. Ecléctico, alberga al conjunto del arco ideológico, desde las izquierdas a las derechas. Y a veces, estas variopintas manifestaciones terminan en peleas… Ahora, en San Martín de los Andes hay peronistas que disputan asuntos municipales para ver quién es más peronista; peronistas de los humildes, peronistas de la vieja escuela, peronistas revolucionarios, peronistas progresistas, peronistas de la chapa y el cartón… Y hasta no peronistas que se dicen verdaderos peronistas, como aquellos surgidos de la diáspora que les impuso el kirchnerismo, recreándose en una decena de partidillos, algunos de ellos con más sellos que militantes. Pero ocurre que en la autoreferenciada salud se encontró la enfermedad. Una vez en el municipio, el kirchnerismo, que se asume vanguardia peronista, se ha desprendido de aquellos que considera históricos contrapesos ideológicos del movimiento, y estos “excluidos” le pasan factura cada vez que pueden. El único sobreviviente de cierta ortodoxia es el presidente del Concejo Deliberante, Julio Obeid, a punto tal que adquirió protagonismo recién ganado el gobierno, porque durante la campaña electoral quedó deliberadamente oculto por los kirchneristas. Lo escondían como a una vajilla funcional pero fea, esperando a las visitas. Luego, varios de los más rancios kirchneristas de la hora actual en la ciudad fueron antes defensores de Menem y Duhalde, pero ese pecadillo no es reprochable entre peronistas, porque se justifica en el verticalismo de cada momento, otro componente muy del estilo PJ. Y entre algunos peronistas -no todos- el verticalismo dura lo que dura la adhesión al líder de turno en las encuestas. El caso es que el gobierno del intendente Juan Fernández está golpeado por asuntos propios y ajenos. Debe lidiar con el achicamiento de recursos y medidas impopulares, como aumentar las tasas y crear nuevas imposiciones fiscales. Tiene dificultades de gestión, en parte por las bombas activadas que dejó la administración del MPN, como un parque de maquinarias obsoleto, por caso. Pero además, la figura del intendente quedó atrapada en el episodio que aún le toca vivir a su hijo, procesado por falso testimonio en nada menos que una causa por el asesinato de un policía: el caso Aigo. Para colmo, Juan Fernández asumió más tarde actitudes controversiales, como haber pretendido ofrecer sus respetos a los deudos en su propia casa. Se trata de una acción loable y valiente pero en el límite de la sensatez, cuando los Aigo creen que el joven Juan Marcos, su hijo, es partícipe del crimen ocurrido el siete de marzo en el paraje Pilo Lil, durante un control rutinario de tránsito. Juan Marcos alega haber conducido como un inocente “fletero” la camioneta en la que iban los prófugos chilenos Jorge Antonio Salazar Oporto -el que disparó a matar- y Alexis Cortés Torres. También el Acuerdo Político, que llevó a Fernández al poder con Libres del Sur, el Une y el Frente Grande desplazando a la ortodoxia del PJ, ha crujido más de una vez por diferencias internas y desprolijidades. Muchas desprolijidades. Entonces, no debe sorprender la virulencia del discurso de estos días, entre el propio kirchnerismo y las partes extirpadas por éste a falta de internas. Mientras tanto, la UCR y el MPN miran de soslayo y casi divertidos. Lo que se prepara aquí es una avanzada hacia el poder, primero en el partido y luego por el municipio. Eso, si es cierto que el kirchnerismo doméstico tambalea, como creen los que quieren poner su cabecera de playa.
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