La aventura del otro

Al final de todas las preguntas del día casi siempre hay un sí o un no.

Y muchas pero muchas veces ni siquiera estamos seguros de que la afirmación no sea una negación y viceversa.

Antonio Escohotado dice que la actitud del sí, ese gesto atrevido, pleno de curiosidad, tiene que ver con el librepensamiento y la falta de prejuicios.

Quizá el filósofo español resulte un caso extremo pero cuando se trata de conocer a otro, la respuesta debería ser sí.

Lo testifica con su propia vida en el libro «Retrato de un libertino» (Espasa Calpe, 1998) que en Buenos Aires y La Plata, según nos cuentan, ahora se consigue por 3 pesos. Una suerte que la sabiduría esté de regalo en estas navidades.

Se pueden navegar mares y bibliotecas como personas. Aventurarse en la densa espesura de los que tenemos enfrente es igual de exótico que sacar fotografías en un safari en Africa.

El otro es el tipo o la mina que tiene un cigarrillo en los labios en la fiesta a la que no teníamos ganas de ir.

El loco de pelo verde que asegura venir de la India a pie, el fanático que usa corbata con un dibujo de «Buffy, la cazavampiros», el careta o el caballero, depende de quien lo vea, que prefiere ponche sin alcohol, el raro, aquella lumbrera que no para de hablar, el bicho interesante apartado en un rincón.

Es alguien que sólo por el hecho de formar parte de esta increíble casualidad que es el género humano, merece ser tomado en cuenta. Un mapa con moñito.

Contrariamente a lo que suponemos las demás personas son bastante divertidas, más bondadosas que en la televisión aunque también mucho más intensas.

El sí de Escohotado no se limita al consumo de sustancias prohibidas, también tiene que ver con el sexo, la pasión por vivir y el ansia de relacionarse con la gente que puebla el mundo. Descubrir sus ideas, su arte.

Pensémoslo de esta manera: hace unos meses un meteorito pasó a pocos millones de kilómetros de la Tierra. Muy pocos en realidad.

Nos miró con envidia, verdes y dulces, ausentes de todo, pero signado por quién sabe que mandatos debió perderse en el Infinito. Suspiremos todos.

Algún día el disparo dará en el blanco. Se acabarán entonces nuestras sonrisas, los besos que nos dimos, la familia, los amigos, las navidades. El tiempo. Algunos países ya se preparan para afrontar la catástrofe.

El meteorito es una remota posibilidad en el marco de tantas otras listas para hacernos puré. Y cuando la muerte sea nosotros no seremos. Mejor.

Es necesario hacer sonar el despertador de nuestra inocencia. No hay tiempo de más. Porque, ¿quién lleva el cronómetro de los días que nos quedan?

Acaso tengamos suerte esta noche y en un cruzar de copas encontremos al amigo del alma, un ser para los momentos de alegría y nostalgia, el amor, por supuesto, o al enemigo que tanto estábamos buscando.

El sí es una puerta abierta.

Claudio Andrade


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