La Bombonera fue fútbol, rock and roll y solidaridad

15.000 almas en el partido organizado por el 'Pupi' Zanetti.

«Una mano por una sonrisa», rezaron las dos banderas que portaban ambos equipos. Esa fue la idea, darle una mano a los chicos que menos tienen. Y por eso la fundación «PUPI», de Javier Zanetti, aggiornó La Bombonera, la decoró, la transformó en un recinto donde esta esta vez no se diferenció el fútbol del espectáculo.

Fue un 4 a 2 para los grises de Zanetti, resultado que quedará en la anécdota, no así su causa.

Y justamente este tradicional partido anual a beneficio -el cuarto consecutivo- solo careció de competencia, toda una paradoja en un sitio acostumbrado a ganarlas todas. Porque hubo goles, lujos, pifiadas, rostros archiconocidos, rock and roll, ovaciones interminables y 15 mil almas que cambiaron cuatro horas de divertimento por algunos pesos, un alimento o algún que otro juguete.

Basta con decir que estuvo en la cancha Diego Armando Maradona para entender quién fue la figura de la noche, aún cuando haya sido el al «Pupi» Zanetti el hacedor de toda la movida benéfica.

Pero el «10» ingresó solo a la cancha, recibió la mayor descarga de afecto desde la tribuna, y una vez en el césped todos quisieron estar en su equipo, darle una asistencia o recibir un pase suyo.

Las emociones comenzaron temprano, porque en la segunda jugada Carlitos Tévez aceleró y le cedió el gol a David Nalbandian, que no perdonó y puso arriba al conjunto gris. Pero un par de minutos después «Diegote» lo dejó e soledad a Bruno Marioni, que la clavó en un ángulo: 1 a 1.

Diego se sacó la «celeste», y le dio la asistencia al ex tenista Luis Lobo para el 2 a 1 de los «grises». Así se fueron al descanso.

A la vuelta el ex goleador Wálter Parodi empató las cosas, pero Cavenaghi, el único silbado, puso arriba al 'gris' de Zanetti. El score final lo colocó Diego Latorre.

Una fiesta para todos

El Pupi Zanetti logró montar una verdadera fiesta en una Bombonera acostumbrada a festejos múltiples. Lo hizo con la humildad que lo caracteriza, y convirtió una tarde sofocante, con el termómetro al rojo vivo, en cuatro horas de fútbol, rock y solidaridad.

Todo fue festejo, desde la murga de niños que derrochó alegría y entusiasmo en el césped de la cancha xeneize, hasta el grupo bailantero del inefable Carlitos Tévez, pasando por el mini recital que brindaron Los Ratones Paranóicos, declarados y acérrimos hinchas de Boca. Su «Rock del pedazo» fue vivado con alma y vida, y el clímax llegó al máximo cuando Juanse dejó escapar el homenaje al más grande de todos los tiempos. Justo en su casa, como en aquella despedida en la que inmortalizaría la frase «(…) la pelota no se mancha».

Luego se les sumó Ciro de Los Piojos, y a la fiesta no le faltó nada.


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