La candidata eterna, ganó el Cervantes

Con 85 años, siempre figuró como favorita.

Ana María Matute lo había dicho en muchas ocasiones. “Si me dieran el Cervantes daría unos botes tremendos de alegría”. Fue durante años la eterna candidata al galardón. Y desde hoy, a sus 85 años, cuenta por fin en su haber con el premio más importante de las letras españolas.

El Cervantes reconoce la figura de los escritores que han contribuido al enriquecimiento del legado literario hispano con el conjunto de su obra. Y la de Matute es una obra extensa, con más de cuatro decenas de títulos, la de toda de una vida dedicada a la literatura, a la de mayores y a la de los niños.

Escribió su primer libro, “Pequeño teatro”, con 17 años, aunque el primer cuento lo había plasmado sobre papel a los cinco. Esa primera novela la llevó dos años después de terminarla al entonces director de la editorial Destino, Ignacio Agustí, escrita a mano. Y tuvo que pasarla a máquina para que le prestara atención. Pero cuando la leyó, Agustí se quedó asombrado. Varios años después, en 1954, ganó con ella el Premio Planeta. Tenía 28 años.

Antes de hacerse con ese galardón había sido ya finalista, con “Los Abel”, del Premio Nadal. Era 1947, y ganó Miguel Delibes con “La sombra del ciprés es alargada”. “Quedar finalista detrás de Delibes fue todo un honor”, dijo.

La narrativa de Matute, enmarcada en un realismo de prosa lírica, estaba ya marcada en aquel entonces por los temas que acompañarían su obra a lo largo de toda su carrera: la infancia, la injusticia social, la incomunicación, la incomprensión… Y también la Guerra Civil española (1936-1939) y la posguerra.

Y es que la contienda la marcó profundamente. Tenía 11 años cuando estalló. Y en muchas de sus obras quedaron patentes el trauma y las consecuencias psicológicas de la guerra. “Yo todavía ahora no soporto los fuegos artificiales. Tienen el mismo sonido que las bombas”, ha admitido alguna vez. “La vida no era como me la habían contado”. Y la contienda convirtió a una “niña bien” en una “roja”, según ha dicho.

Matute nació en Barcelona, en una familia burguesa -su padre tenía una fábrica-, religiosa y conservadora. Su salud no fue buena de pequeña y su tartamudez la convirtió en una niña rara a ojos de las demás. Con cuatro años estuvo a punto de morir. Y con ocho volvió a padecer graves problemas de salud, por lo que sus padres la enviaron al pueblo, a casa de sus abuelos, cerca de Logroño.

Vivió también en Castilla y León y se educó en un colegio religioso de Madrid. Estudió después música y pintura, pero acabó dedicándose exclusivamente a la literatura. En los 60 pasó tiempo en universidades de Estados Unidos, donde siguió viajando para dar conferencias. Hoy está considerada una de las mejores novelistas de la posguerra española y gran parte de sus obras han sido premiadas.

Con “Los hijos muertos” ganó el Premio de la Crítica en 1958 y un año después, el Nacional de Literatura. Con “Primera memoria”, una historia de amor entre dos adolescentes en plena Guerra Civil que muchos consideran la mejor de sus novelas, obtuvo el Premio Nadal en 1959. Y ha sido varias veces candidata al Nobel de Literatura. “No escribo para ganar premios, gano premios porque he escrito libros”, dijo recientemente en una entrevista.

De fuerte carácter, divertida y simpática, Matute fue la primera mujer novelista en entrar en la Real Academia Española, donde desde 1998 se sienta en el sillón K.

En el terreno personal, la vida no siempre le trajo tantas alegrías como la literatura. Su primer matrimonio, con el escritor Ramón Eugenio de Goicoechea, fue doloroso y fracasó. En plena dictadura, a finales de los años 50, reunió arrojo y se separó. Y tuvo que estar más de dos años sin su hijo porque la Justicia le dio la custodia al padre.

Encontró el amor verdadero, como ella dice, años después, al lado del empresario francés Julio Brocard, con el que compartió la pasión de viajar. “Por Julio sentí un amor enorme, y él por mí. Estuvimos veintiocho años juntos, hasta su muerte”. Brocard murió en 1990, el 26 de julio, día del cumpleaños de Matute. Ella sufría ya depresión y la pérdida de su gran amor la sumió más en ella. Pero siguió escribiendo. Y en 1996 apareció “Olvidado rey Gudú”, que junto a “La torre vigía” (1971) y “Aranmanoth” (2000) forma parte de lo que ella llama su trilogía medieval. “Paraíso inhabitado” se publicó en 2008. Acaba de sacar “La puerta de la luna. Cuentos completos”, donde reúne relatos, escritos cortos y artículos periodísticos. Y ya está dando vueltas a una nueva novela. “Mientras pueda seguir escribiendo no pararé porque es lo que me gusta, lo que he hecho desde que tenía cinco años y lo que me pide el cuerpo”, asegura. (DPA)


Ana María Matute lo había dicho en muchas ocasiones. “Si me dieran el Cervantes daría unos botes tremendos de alegría”. Fue durante años la eterna candidata al galardón. Y desde hoy, a sus 85 años, cuenta por fin en su haber con el premio más importante de las letras españolas.

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