La carta de Butch está en Buenos Aires desde 1973

El autor de esta página tiene, desde 1973, una fotocopia autenticada en su poder, y tuvo la original en sus manos. En 1993 la publicó en Barcelona; en el 2002 en "La Nación" y, en el 2005, en este diario. Una copia que dio al escritor Bruce Chatwin fue incluida en su libro "In Patagonia". La saga de Redford.

Traen al país la carta que prueba que Butch Cassidy vivió en el sur», fue un titular de una nota del diario Clarín del sábado 10 de febrero, complementada con otra del viernes pasado, las cuales resumen la reciente visita a Esquel del pescador deportivo Bill Betenson, bisnieto de una hermana del famoso bandido (Robert Leroy Parker, su verdadero nombre), asegurando que la carta demostraba que el bandido estuvo en nuestro sur y había sido dirigida a su bisabuela (Lula Parker Betenson). Ninguna de las dos cosas son ciertas, porque la destinataria era la señora Davis (Maude) de Ashley Valley, esposa de Elzy Lay, el mejor amigo fuera de la ley del asaltante remitente aunque no pudo asistir a su boda en Utah en 1893 porque estaba en prisión. Vale la pena agregar que cierta magia inasible de la Patagonia junta estas historias, porque abundan coincidencias interpoladas a través del Continente y un ejemplo podría ser el de Ward Lay, el poderoso empresario norteamericano (Pepsi, papas fritas Lay's, bodega nativa en sociedad con Ruttini) que terminó con una estancia patagónica donde me dijo ser, quizás, lejano pariente de Elzy.

Tampoco es verdad que la carta mejor dicho, la fotocopia-, llega ahora por primera vez. En 1973 gestioné una copia autenticada por la Utah State Historical Society de Salt Lake City, archivo de la capital de ese Estado mormón norteamericano, y me la remitió Dick Calder, un intermediario de la escritora Dora Flack. Fue ella la autora de Butch Cassidy, my Brother (1975), un libro que escribió a nombre de la entonces nonagenaria Lula Parker, quien prácticamente no conoció a su hermano mayor porque sólo tenía 3 años cuando el bandido ya no volvió jamás a la casa paterna. Sin embargo Lula aseguraba que su hermano la visitó en 1925 (en realidad había muerto 16 años antes en Bolivia). No se trató de una visita fantasmal sino la de un impostor, mecánico en Spokane, más precisamente, el mitómano William T. Phillips.

 

El falso Butch

 

Fue él quien se apropió del perfil del personaje (con la única coincidencia fisonómica de portar una formidable mandíbula, tan grotesca como los maxilares inferiores del bandido real) y se inventó como sobreviviente a la balacera en San Vicente, Bolivia. Su incomprensible capricho por hacerse pasar por Butch lo mostraba en fotografías en las que aparece como un cow boys fuera de la ley (murió el 20 de julio de 1937). Lula Parker siempre mantuvo en secreto otros datos que identificaran a aquel visitante (sin decir si era Phillips) ni daba el de su tumba, aunque ella se fue a la propia sepultando también su secreto: Murió en Circleville en la primera semana de mayo de 1980.

Que estas historias marginales respecto de la verdadera historia son novelescas, lo demuestra el hecho que el impostor Phillips tuvo su biógrafo: Larrie Pointer. Pero investigaciones de los últimos años demostraron que se trataba de un falsificador de su identidad y fue tardíamente desenmascarado. Sin embargo, y a pesar que una abrumadora cantidad de autores norteamericanos se habían ocupado de la «banda salvaje» y de Butch, y parte de ellos habían preferido las fantasías, Dora Flack siguió adelante con su libro. Su amigo Dick Calder, un mormón nada rígido porque en sus asiduas visitas a mi casa gustaba del whisky, actuó de su intermediario, quizás porque temía que yo publicara antes el libro que prometía. Y aunque la Flack optó por la vía postal, Calder siguió visitándome y, por su intermedio y vecindad, hasta estuvimos a punto de arreglar con Robert Redford una visita patagónica para que se echara a andar de a caballo por las huellas de los bandidos del lejano oeste, pero del Chubut.

Lamentablemente una carta de Calder me avisó suspender todo preparativo por una nueva filmación del actor. Años más tarde, cuando viajé a Salt Lake City a revisar archivos, me corrí hasta Sundance, el encantador centro de esquí de Redford, sede inicial de los festivales de cine independiente, pero el actor estaba de viaje.

 

En la capital mormona

 

La carta que en fotocopia se blandió en los últimos días única conocida como escrita por el asaltante desde la Patagonia- está datada en Cholila el 10 de agosto de 1902, alude a su patrimonio en ganado, al clima del lugar, un camino que acababa de abrirse hacia Chile (se refería, sin mencionarlo, al de Cochamó, más bien una picada estrecha) y las razones por las que atribuía su bienestar: «…un tío murió y dejó 30.00 a nuestra pequeña familia de tres…» (refiriéndose sin nombrarlo a Sundance Kidd y a Etta Place).

La cita sobre la supuesta herencia estaba en clave, porque era una manera de aludir al resultado del último asalto cometido por ellos el 10 de setiembre de 1900 en que desfondaron exactamente en 30.000 dólares a un banco de Winnemuca en Nevada.

El original de la carta ni siquiera se consulta porque la rigidez del Utah State Historical Society de Salt Lake City, que lo atesora, sólo muestra u otorga copias a los consultantes.

En mis indagaciones en esa sede, que funciona en la vieja estación de ferrocarril de Salt Lake City, reciclada, claro, y frente a la calle Río Grande, rogué ver el original. Ese 19 de noviembre de 1996 se me concedió sólo por excepción y surtió el efecto emocional común a todo investigador que enfrenta un testimonio indubitable, aunque faltaba la página donde alguna vez estuvo la firma, tal cual la copia que antes había gestionado.

En la Historical Society hallé también una carta de Butch a su hermano Daniel Sinclair Parker, suscripta por Bob (el sobrenombre familiar) del 13 de marzo de 1890 e igual caligrafía, y poco menos de cuatro meses antes de que muriera Arthur el hermano de 20 años.

Lamentablemente también hallé en aquel repositorio de Utah un dato de cómo se intenta cambiar la realidad, o por lo menos ponerla en duda. En la planilla de datos puntuales de los Parker de los muy mormones Family Record, la fecha de la muerte de Butch tiene un sobrescrito que dice «20 July 1937» es decir, la William T. Phillips, el impostor. De manera de que el secreto de Lula, no lo era tanto.

Como Clarín le atribuye a la carta el valor de «testimonio que apoya la leyenda de que el bandido de EE.UU. vivió en la Patagonia», algo que está más que demostrado, y alrededor de este tema han merodeado no pocos indagadores improvisados y propensos a la confusión, es que por este domingo suspendí la secuencia de narraciones que traía esta página, para dejar asentadas precisiones documentadas, aunque la narración de estos enredos en historias criminales han sido siempre de buen consumo lector y más allá de haber dado cuenta de la carta en esta misma página de «Historias patagónicas» del domingo 29 de mayo de 2005.

 

La carta original

 

En 1974 cedí una copia de la carta al ya desaparecido escritor Bruce Chatwin, cuando me visitó y poco después la publicó en su nota en The New Yorker, base de lo que terminó siendo su primer libro. Fue transcripta en el capítulo 21 de In Patagonia (Jonathan Cape, 1977, Londres).

Si quise ver el original en Salt Lake City fue para cerciorarme definitivamente de la identidad de Butch y compararlo con una rúbrica ológrafa suya de un documento que suscribió en 1901, ya que esa comparación gráfica la había publicado en la desaparecida de Barcelona Co & Co, Nº 4, de junio de 1993, y que escribí a pedido de su director, ese entrañable periodista argentino que fue Héctor Chimirri.

La faz inicial de la carta apareció con un «R» destacada en rojo de «Republic», y lo mismo con la de Ryan, como firmó el documento con el alias que usó en Nueva York y en Argentina.

En la columna que mantuve hasta 2002 en La Nación, suplemento Enfoques, publiqué una fotografía de la carta con una extensa nota del domingo 25 de agosto de 2002. Se llamó, precisamente, «Una carta de Butch Cassidy» con una «bajada» que sintetizaba: «Desde Cholila, en la Patagonia, el célebre asaltante envió a los EE.UU. un manuscrito que permitió certificar su estancia en la región décadas después de su muerte».

Entiendo que estos vericuetos detrás de celebridades de cualquier catadura moral pueden ser tan aburridas como ciertas peleas internas de la política partidaria. Y hasta es comprensible el típico interés por edulcorar la imagen de un personaje histórico, y que a los bandidos de varias regiones del planeta se los necesite resucitar. Lo que no se justifica son los intentos de modificar documentalmente la historia. La planilla Family Record de los Parker en Utah tiene una anotación manuscrita y marginal que dice que su muerte en Bolivia en una «gun battle» con policías y soldados, es un «false report» y afirma que murió de cáncer rectal el 20 de julio de 1937. Es decir, William T. Phillips, el impostor. Así, falsamente, se escribe la historia.

 

FRANCISCO N. JUAREZ

fnjuarez@sion.com


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