La cultura del árbol

Días atrás, en el bello paseo del Canal Grande de Roca, vi a un matrimonio y su pequeño hijo plantar dos retoños de pino. Habían bajado del auto con palita y regadera. La imagen enternecía, sobre todo porque dejaba en claro la cultura en favor del medio ambiente en la que esa familia estaba imbuida y el ejemplo que buscaba dejar.

Pero a la vez me preguntaba hasta qué punto un vecino podía colocar una especie en cualquier lugar, en este caso pinos a escasa distancia de otras especies arbóreas, que cuando crecieran seguramente generarían un problema por ahora impensado. ¿No es atribución municipal establecer políticas de forestación urbana? Opino que claramente debería serlo.

Las normas deberían garantizar la preservación y control de arbolado público, con competencias desde los Municipios para las tareas de selección, control, conservación, preservación y desarrollo del arbolado. Es lo que ocurre en Mendoza, con larga tradición en la promoción y fortalecimiento del árbol en el medio urbano.

Desde chicos sabemos que el árbol purifica, refresca y humidifica el aire, disminuye la temperatura y embellece.

Un Municipio -la autoridad más a mano que tenemos- debería no solo establecer un plan de forestación y poda en veredas, paseos y plazas (determinando qué especies son las convenientes o si es menester combinarlas en un espacio público). También tiene un rol clave en concientizar a la comunidad sobre los valores naturales y culturales del arbolado, para que gestos como los de esta familia que comprenden la “cultura del árbol” tengan un cauce. Y esa guía precisamente debe darla el Municipio en combinación con las escuelas y otras instituciones para generar una estimulante conciencia medioambiental.

Roque Acerenza

general roca