La defensa de Kielmasz dejó planteos sin respuesta

Los defensores pidieron ayer la absolución de los imputados. En el caso de Kielmasz, no respondieron a varias de las pruebas esgrimidas por la acusación. Se preocuparon por cuestionar el arma aportada por el joven, uno de los elementos que más lo incriminan. Los abogados de González Pino atacaron a los testigos que lo involucran. La sentencia será leída el 2 de julio.

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CIPOLLETTI (AC).- Tal como habían anticipado, los abogados de Claudio Kielmasz y Guillermo González Pino pidieron la absolución de los imputados en el triple crimen, para quienes la acusación había solicitado la pena de reclusión perpetua. Pero si en esto fueron previsibles, llamó la atención lo desnutrido de sus alegatos, sobre todo por parte de los defensores Alberto Cariatore y Gustavo Viecens omitieron responder a varios de los cargos que les había formulado el fiscal un día antes. Además, en su afán por derribar pruebas dejaron a Kielmasz más expuesto que antes y hasta lo contradijeron.

Los imputados tuvieron la última palabra y se declararon inocentes con un brevísimo discurso. Durante todo el debate se habían mantenido en silencio por consejo de sus abogados, quienes temían que si empezaban a hablar se desbocaran.

Con los alegatos de los defensores quedó cerrada la etapa oral del juicio que había comenzado el 27 de marzo. Si no hay sorpresas -el Tribunal no las descartó- la sentencia empezará a ser leída el 2 de julio a las tres de la tarde. La diligencia podría prolongarse varias horas y quizá, como en el caso María Soledad Morales, termine más allá de la medianoche.

En una sala levemente más poblada que ayer pero igual de helada, empezaron a exponer Gerardo y Eves Tejeda, quienes pidieron la absolución de su cliente González Pino

Después les tocó el turno a los defensores de Kielmasz, quienes debieron defraudar a sus seguidores -que los tienen- y no sólo porque no hablaron 20 minutos como habían prometido sino casi dos horas.

Con Cariatore como voz cantante, atacaron algunas de las pruebas contra su defendido y trataron de fragmentar el análisis de los indicios. El fiscal Eduardo Scilipotti había advertido en su alegato que los indicios debían leerse en su conjunto para entender su solidez.

En qué se basaron

Aunque repitieron hasta el cansancio que no había pruebas contra el principal imputado en el triple crimen y que los testigos eran dudosos, terminaron aferrándose, para reclamar la inocencia de Kielmasz, a cuestiones formales, a pericias que no fueron criticadas en tres años y medio, a documentación que no está en el expediente y al inesperado salvavidas que les tiraron los polémicos médicos legistas de la Corte Suprema.

Concentraron casi todo su esfuerzo en despegar al joven del arma homicida, la principal prueba que lo involucra. Y se refugiaron en una hipótesis que interesaba mucho a la familia Villar: el encubrimiento policial. En este sentido, cuestionaron la pésima investigación inicial y dijeron que estuvo destinada a proteger a los verdaderos autores en desmedro de Kielmasz. Pero no repararon en que Kielmasz apareció solo en la causa, cuando nadie lo buscaba ni tenía idea de su existencia ya que ni siquiera tiene antecedentes penales computados.

En principio, Cariatore atacó la hipótesis esbozada por la acusación, basada en los cuestionables testimonios del fallecido Rafael Huirimán Lloncón y la contradictoria menor. En ese sentido, planteó tres cuestiones: que María Emilia, Paula y Verónica nunca caminaron por la calle San Luis; que no fueron abordadas violentamente por dos vehículos, y que nunca estuvieron en la tapera de Feruglio.

Quizá no advirtió el defensor que de esta manera sólo dejaba en pie la versión aportada por el propio Kielmasz sus declaraciones: que las chicas caminaron por las vías, justo el lugar donde él estaba.

También recordó Cariatore que de acuerdo con los forenses de la Corte Suprema, las víctimas fallecieron entre las 7 y las 19 del lunes 10 de noviembre. E insistió en que los cuerpos fueron «plantados» bajo los olivillos, aunque esos mismos médicos digan lo contrario. Para reforzar la argumentación, llegó al extremo de decir que «una jauría» caminó el lunes por el sitio donde al día siguiente aparecieron los cadáveres, y no los detectaron. Contradijo así a su propio defendido, quien aseguró en una indagatoria: «digan lo que digan las autopsias, para las 21 las tres chicas estaban muertas»

A propósito, los defensores no explicaron por qué Kielmasz dio cuatro versiones distintas de los hechos desde que está detenido. Apenas Viecens esbozó un tímido comentario: «¿a que se refieren? ¿A las que dio cuando era un testigo detenido, encerrado en el hotel de Gendarmería? Allí Kielmasz fue coaccionado física y psíquicamente». Pero esas declaraciones fueron testimoniales, no indagatorias, y no se las tuvo en cuenta en el juicio.

Al faltar una explicación de la defensa, queda en pie la argumentación de la acusación: que Kielmasz miente porque no es testigo, sino autor de los hechos.

El arma

Los defensores tampoco explicaron por qué Kielmasz condujo a Ulises González hasta el arma homicida, aunque sí intentaron que se anule la incorporación del revólver al expediente. Para eso echaron mano de una excusa formal: «no hay acta de secuestro y González lo tuvo once días en su casa», dijo Cariatore. Viecens fue más allá y dijo que «está probado que el arma incorporada a la causa no es la utilizada en los crímenes», pero no explicó en qué momento la cambiaron ni quién lo hizo. ¿Acaso fue Ulises González, como preguntó el fiscal sin obtener respuesta?

Por las dudas que le falle esta hipótesis, Cariatore dijo que lo que cambiaron fueron los proyectiles. Para eso atacó una pericia balística que en tres años y medio nunca había sido cuestionada. Y por si acaso les fallaran los dos argumentos anteriores, los defensores dijeron que el revenido químico mediante el cual se detectó un dígito de la numeración del arma se hizo mediante un procedimiento poco recomendable, según un informe técnico de la empresa Aluar. Pero ese informe no está agregado al expediente y no se lo puede usar como prueba.

Apelaron entonces a un último recurso: Lírida Prosperina Duarte dijo que ese revólver no es el suyo. Pero Duarte no es una testigo cualquiera; es la madre de Kielmasz, y por ley no puede declarar contra su hijo.

El discurso de Cariatore terminó de perder prolijidad cuando, al mejor estilo Cecilia Garrido (la testigo que comparó a González Pino con el actor Juan José Camero) dijo que el diputado Guillermo Grosvald se parece a Federico Luppi. «Parecido no es igual», explicó el defensor. No, no es igual.

Los puntos que no aclararon

CIPOLLETTI (AC).- En sus alegatos, los defensores de Claudio Kielmasz dejaron sin explicación muchos puntos que fueron tocados por la fiscalía y los querellantes:

• Por qué dio cuatro versiones distintas de los hechos, en otras tantas declaraciones que él mismo pidió prestar.

• Por qué su concubina, Alicia Guanque, lo vio llegar nervioso y asustado, con la ropa desordenada y manchada de verde, la noche de los crímenes.

• Por qué el lunes 10 a las 7 de la mañana empezó a preguntar por las chicas desaparecidas y hasta compró el diario para leer la noticia, que recién trascendió a la prensa al mediodía.

• Por qué le dijo a Juan Villar que Verónica tenía un anillo con una fantasía roja, cuando nadie fuera del círculo familiar conocía ese dato.

• Por qué le dijo a Hugo González que tenía una cadenita de Paula que nunca apareció.

• Por qué limó la numeración del arma de su madre en el corralón donde trabajaba.

• Por qué dijo que «para las 21 del domingo las chicas estaban muertas».

• Por qué si los cuerpos fueron «plantados», bajo el cadáver de una de las chicas había dos cordones que les pertenecían.

• Por qué prometieron que Kielmasz iba a explicar las circunstancias en que dibujó un croquis del lugar del hecho y nunca lo hicieron.


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