La delgada línea

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Puede no sorprender a muchos. Pero el uso de la cadena nacional de radio y televisión para anunciar una decisión personal de contenido partidario fue, por parte de la presidenta de la Nación, un nuevo abuso de los recursos del Estado puestos a su disposición con otros fines. “El Estado soy yo” es la frase que resume el absolutismo monárquico en la Francia del siglo XVII. En una democracia moderna, la división entre el Estado y el gobierno –y entre éste y el partido que lo ejerce– son condiciones impuestas para garantizar el uso transparente del dinero de los contribuyentes. Algo que suele olvidar la presidenta Cristina Fernández, al igual que –lamentablemente– varios de sus antecesores en el cargo, incluyendo a quien fue su esposo. No por habitual deja de ser indebido. La resignación, en todo caso, es la más dañina holgazanería de los ciudadanos.


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