«La enfermedad de los jueces es la cobardía»

ENTREVISTA:

Redacción

Por Redacción

-En una reciente exposición, usted denunció que el sistema judicial no encara con dignidad el desafío que implica la corrupción…

-Es así: evita encararlo. En este tema, la mayor parte de los jueces mira para otro lado y si le pueden escapar, le escapan.

-¿Ese esquive se transformó en cultura?

-Sí… y lo palpé cuando fui juez federal. Una cultura que se vertebra en reflexiones como que «el que se mete» con la corrupción oficial corre el riesgo de perder ascensos, de pelearse con gente poderosa… de cosechar problemas. Entonces, la consigna en que se cohesiona gran parte de la corporación judicial, funciona en estos términos: haciendo la vista gorda; en todo caso, no preocupándose demasiado habrá menos problemas.

-De cara a la historia argentina y tomando como muestra los jueces, ¿esta degradación de sus conductas reconoce antecedentes?

-Es un tema sobre el que hay que reflexionar con cautela. Mi padre, que fue juez, decía que en general los jueces no son venales, o en todo caso son muy pocos los jueces corruptos por naturaleza… que se dejan comprar… Hay que reconocer que no son casos habituales. Pero los jueces tienen una enfermedad que también les es habitual: la cobardía… No se meten, no se comprometen… miran para otro lado. Y eso… eso es cobardía.

-Siguiendo su reflexión, hay que inferir que a mayor cobardía, más corrupción.

-Bueno, ése es todo un tema.

-¿Qué significa «todo un tema»?

-Que en esa correspondencia que usted señala se expresa el drama que para un sistema político implica la corrupción. Hay un jurista italiano -Ferracioli – que al analizar la corrupción del sistema político de su país sostiene que la justicia penal tomó protagonismo en lo que se llamó «mani pulite» debido a que la corrupción se había convertido en un Estado paralelo, pero ilegal. Esto es lo que está ocurriendo en Argentina… Todos los días… Las contrataciones directas en Neuquén son por cientos de miles de pesos…. La forma en cómo se pasaron los deudores privilegiados de Neuquén a ese limbo que es el Iadep, bueno… es un escándalo. En ese pasaje entraron funcionarios que tienen grandes patrimonios pero aparecieron como insolventes, incobrables. Pasaron incluso a un juez -Abelleira-, que tenía por caso 300.000 pesos de deuda, 8.000 pesos de sueldo y lo pasaron como incobrable…

¿La carencia de decisión de la justicia ante el avance de la corrupción, no tornará ilegítimo al propio sistema judicial?

– Eso es lo más grave, se está en vías de esa ilegitimidad.

– ¿Esta cultura de «no meterse» por parte de los jueces se explica sólo desde el hecho de no exponerse ante el poder político?

– En parte, sí… Pero también suele haber otros componentes como causas… temor a que los tribunales superiores no lo avalen.

– ¿Que no lo avalen por las misma razón, o sea, temor al poder político?

– En general los tribunales superiores son más politizados y el esquema de poder provincial siempre tiende a tener más importancia en lo tribunales superiores porque en definitiva desde allí pueden ir controlando.

– ¿O sea que la primera instancia siempre queda un poco más libre de presiones?

– Sí…. pero de todos modos debe reconocerse que desde el '91 / '92, y en el caso del Superior Tribunal de Justicia de Neuquén, ha adquirid más independencia.

– ¿Existe la corporación judicial?

– ¡Sí, sí… y es fuerte! ¡Y es un mundo bastante cerrado, con todas las virtudes y los vicios que eso tiene! Virtudes en cuanto a que desde ahí se podría lograr un mundo muy independiente, vicios en el sentido de que es la corporación impermeable a las necesidades de la realidad…. Es una corporación con buenos sueldos, buen pasar, cosa que no está mal, pero los jueces no tienen las urgencias que puede tener el sentido común, fundamentalmente en tiempos de crisis. Es una corporación alejada del sentido común.

– ¿Es una corporación que no siente el valor o la herramienta que está en sus manos?

– La corporación judicial cree que hace las cosas bien y la sociedad no la entiende. La mayor parte de los jueces cree que la culpa de que no los entiendan la tiene la gente y los periodistas, que les dan una mala imagen. Y también cree la corporación que cuando algo falla en el accionar de la justicia, esto hay que atribuirlo a la falta de presupuesto.

-Conclusión: no hay autocrítica en la corporación…

– Muy pocas veces se encuentra una reflexión autocrítica… un decir «acá es la justicia la que no está haciendo las cosas bien». Pero, reitero, en el caso de la corrupción no es por falta de recursos ni por campaña periodística que la justicia no se meta a fondo, sino porque los jueces prefieren no meterse y sí mirar para otro lado. Ante una justicia así, la corrupción no tiene miedo.

– ¿Los fiscales también integran la cultura del «no te metas» tan habitual en muchos jueces? .Porque en todo caso si en el escalón de los fiscales hay decisión de actuar con dignidad, bueno, la historia pude ser otra.

– No hay diferencias entre ellos y los jueces en cuanto a adhesión a esta cultura… Son parte de los mismos intereses, el mismo grupo social… no hay diferencia en cuanto a la cultura, la personalidad, las aspiraciones. Además, ser fiscal es un escalón en la carrera judicial que se continúa con el cargo de juez.

– La degradación de la conducta de la justicia en relación a la corrupción, ¿se da en términos parecido tanto en las justicias provinciales como en la federal?

– Es lo mismo… De mi experiencia en la justicia federal extraigo que en el interior se maneja con independencia, en cambio la justicia provincial, que es donde hay más causas por corrupción, la corrupción goza de muy buena salud… Toda esa estructura delictiva funciona a la perfección y todo el mundo sabe cómo se mueve, qué hace y cómo lo hace… Ante ese accionar, la justicia toma caso por caso, como si esos hechos de corrupción fueran aislados, cuando en realidad son expresiones de funcionamiento de todo un sistema, una cultura. Entonces, de tanto en tanto, cae algún funcionario y la justicia se lava la cara… ¡Esto funciona así! ¡Ese es el mecanismo! Pero la causa del gobernador Sobisch por la cámara oculta es un caso emblemático. Hace un año que está parada. Han mirado a trasluz y por todos lados, las cintas, y todavía no llamaron a una indagatoria y la provincia de Neuquén le retira la publicidad al «Río Negro» por lo que publicó, pero tampoco nadie abrió una causa por abuso de autoridad. ¡Es increíble!

– Llama la atención el silencio que los colegios de abogados mantienen sobre estos temas…

– No se extrañe… Mire lo que sucedía con las revistas jurídicas durante la dictadura, ajenas a la censura. Uno no encuentra el más mínimo artículo sobre las violaciones generales a los derechos humanos, pero sí encuentra artículos y debates sobre el derecho penal, las garantías procesales, etcétera… como si estuviésemos en el paraíso…

 

 

Carlos Torrengo

ctorrengo@rionegro.com.ar

La textura familiar

Juan Manuel Salgado se recibió de abogado en la UBA en tiempo récord.

Se forjó en un hogar de inquietudes intelectuales y políticas. Y de las convicciones en defensa de la vida y la libertad en la que fue criado Juan Manuel Salgado habla la propia actuación que, como abogado, le cupo a su padre, Manuel, fallecido.

Crítico del régimen peronista, Manuel cuestionó sin embargo la política de represión desencadenada por Pedro Eugenio Aramburu cuando se apropió de la Libertadora. Así, en 1956, Manuel defendió a peronistas detenidos en la penitenciaría de la calle Las Heras. Por ese accionar, ejercido con valentía y talento, fue preso.

Y vale un recuerdo sobre ese tiempo.

En julio de aquel año, Ernesto Sábato denunció en un programa que tenía en Radio Municipal, las torturas que aplicaban en esa penitenciaría.

Aramburu lo hizo echar.

Ya en Río Negro, Manuel fue en el '57 miembro de fuste en la Convención que dio origen a la primera Constitución provincial. Luego, legislador por la Democracia Cristiana. Y con los años, uno de los líderes del «Rocazo», tiempo en que integró una liga nacional de abogados dedicados a la defensa de detenidos políticos.

Siguió la historia. Y un día del '75, en diarios nacionales se denunció la desaparición del entonces muy joven Juan Manuel. Militaba en el FIP. Se temió lo peor. Las bandas del socio de Perón -José López Rega- tenían sed de sangre.

Pero en la tarde de aquel día que la memoria fracasa en determinar puntualmente, llegó el alivio. ¿Qué había pasado? Que Juan Manuel faltó a una cita de militantes. En esos casos, la denuncia de desaparición era de rigor.

Llegó la dictadura. Y caló con crueldad en la familia Salgado.

«Bocha», madre de Juan Manuel, culta y librera con más de 30 años en Roca en esa actividad, estuvo seis meses detenida por razones políticas.

Y un día del '78, el Ejército acribilló a balazos a María Victoria, hija del matrimonio Salgado. Era una joven muy linda. Convicciones firmes, espíritu inquieto. Fue en Capital Federal. Los matarifes de turno se llevaron su cadáver. Nunca apareció. Signo terrible de años que no debemos olvidar. También contar.


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