La estrategia de la araña, Por Aleardo Fernando Laría21-01-04

El núcleo incandescente del sistema-mundo mercantil está constituido por la expansión, hasta el momento incontrolada, de la actividad de las multinacionales». La afirmación de Sami Naïr ('El Imperio frente a la diversidad del mundo', Editorial Plaza Janés) resulta útil para evaluar la propuesta de liberalización comercial formulada por Estados Unidos durante la reciente Cumbre Extraordinaria de las Américas celebrada en Monterrey. Las empresas multinacionales tienen una necesidad imperiosa de libre circulación de capitales, bienes y mercancías. Y a satisfacer esa necesidad apunta el ALCA (Area de Libre Comercio de las Américas), el proceso de liberalización abierto en la Cumbre de Miami, en 1994, a instancias de Washington.

«En el largo plazo, el comercio es el camino más duradero hacia la prosperidad», señaló el presidente Bush en el encuentro de la ciudad mexicana. «La mejor forma de erradicar la pobreza es alentar el comercio entre naciones». Sin embargo, la evaluación de los diez primeros años del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que reúne a EE. UU., México y Canadá, no permite ser tan optimista. Es cierto que el comercio exterior de México ha aumentado desde los 88.000 millones de dólares en 1993 a 350.000 millones en el 2002. Se crearon cientos de miles de puestos de trabajo en las maquilas instaladas en la parte mexicana de la frontera con Estados Unidos. Pero 600.000 campesinos mexicanos sufrieron un mayor empobrecimiento frente a las importaciones de las producciones subsidiadas de los agricultores norteamericanos y México no ha conseguido una mayor integración de su economía.

En el ALCA coexisten países muy avanzados e industrializados, como los Estados Unidos y Canadá, con países de desarrollo intermedio como Chile, México, Brasil y la Argentina. Estos dos bloques tienen intereses distintos. Los más avanzados bregan por liberar los sectores en los que se sienten fuertes. Reclaman el refuerzo de la propiedad intelectual y la plena liberalización del comercio de todo tipo de servicios (profesionales, educación, servicios públicos, comunicaciones, transporte, etc). Por su parte los países del Mercosur, eficientes productores agroindustriales y de algunas industrias más tradicionales, quieren eliminar las trabas que enfrentan sus exportaciones (barreras no arancelarias, subsidios y protección a la agricultura).

Los presidentes de la Argentina, Brasil y Venezuela manifestaron que no avalarán el ALCA sin compensaciones. «No vamos hacia ningún acuerdo que no garantice la integración plena sin asimetrías, que de alguna manera termine con el proteccionismo a los subsidios», afirmó el presidente Kirchner. Recientemente la administración de Bush ha aprobado una ley agropecuaria que aumenta las subvenciones al sector agrícola que giran ya en el orden de los 100.000 millones de dólares al año. Como señala Alietto Guadagni, «un ALCA beneficioso para nuestra gente es uno capaz de abrir un enorme mercado (13 veces mayor al Mercosur) para todos nuestros exportadores, pero la prueba decisiva para saber si el ALCA puede ser beneficioso para nuestra gente pasa por saber si se eliminan los subsidios y todas las barreras que traban nuestras exportaciones de alimentos. Para que el ALCA sea un proyecto interesante debe basarse en la premisa «América, un continente libre de subsidios agrícolas».

La Declaración de Monterrey aprobó impulsar el ALCA «según los plazos previstos». Se trata de una declaración ambigua que elude una referencia directa a la fecha establecida hace diez años en Miami: el 1º de enero del 2005. Frente a las reticencias del Brasil y la Argentina, los Estados Unidos optaron por avanzar en negociaciones bilaterales, regionales o en el seno de la OMC. América Central y Chile ya han negociado tratados de libre comercio con EE. UU. y pronto lo harán la República Dominicana y Panamá.

América Latina alberga las sociedades más desiguales del mundo. La región cuenta con más de 200 millones de personas cuyos ingresos se sitúan por debajo de la línea de la pobreza. En consecuencia el comercio puede ser una vía para aumentar la riqueza general si está basado en relaciones comerciales justas y equilibradas. El Mercosur debe negociar como un bloque unido las condiciones y reglas de integración en el ALCA. Pero la exigencia ineludible es que los procesos de integración contribuyan efectivamente a reducir la pobreza y las extremas desigualdades de la región, evitando caer enredados en la tela de araña construida por las multinacionales.


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